Bilbao
AUNQUE nació y se crió en una urbe, concretamente en Quito, la capital de Ecuador, siempre que podía se escapaba a la selva. Allí, en plena Amazonia, aprendió a convivir y a querer a los animales. Así que es normal que Marco siempre tuviera claro que quería ser biólogo. Comenzó los estudios universitarios, pero tuvo que abandonarlos cuando todavía cursaba el segundo año de carrera. La necesidad de trabajo y de dinero en el seno familiar llegaron a superar sus aspiraciones vocacionales. No tuvo más remedio que tomar el mismo camino, el de la emigración, que previamente habían emprendido sus hermanos. De esa forma llegó a Getxo hace ahora doce años. Una de las primeras cosas que hizo tras aclimatarse al entorno fue conseguir un perro, "porque no podía vivir sin ellos", dice. Empezó a pasearlo hasta que un buen día se le acercó una persona para ver si le podía cuidar y pasear al suyo. Aceptó la propuesta. Lo hizo encantado. Y así, sin querer, inició el pequeño negocio que intenta consolidar. Actualmente pasea diariamente una veintena de perros. Lo hace con la ayuda de su mujer, un cuñado y un hermano. Reconoce que no le da para vivir, pero sí para completar el sueldo que saca como camarero en un restaurante. Su sueño de cara al futuro es dejar la hostelería y crear un centro de rescate canino. A Marco le gustaría convertirse en El líder de la manada en Getxo.
Marco se levanta todos los días a las siete de la mañana. Media hora después comienza a recoger perros por Berango, donde actualmente vive, y Getxo, donde ha residido desde que llegó a Euskadi. Cuando ya tiene la manada al completo, se dirige a la zona del paseo de la Galea. "Allí, por los alrededores del cementerio", dice Mario, "soltamos a los perros durante unos veinte minutos y luego volvemos todos juntos, andando en grupo, en la misma dirección, y vamos devolviendo los perros a sus dueños o bien dejándolos en sus casas". Así todos los días, "de domingo a domingo", dice, "porque los perros no entienden de fiestas". Pero a Mario no le importa. Le gusta este trabajo, aunque no es el único que realiza para sacar adelante a su familia. Tras dejar los perros, se viste elegantemente para transformase en camarero del restaurante Cubita, en Aixerrota. "Ahí llevo algo más de diez años", señala, "y estoy encantado, no me puedo quejar, pero algún día me gustaría dedicarme en exclusiva a los perros".
Amazonia
Marco siempre sintió pasión por los animales. De hecho, llegó a trabajar de guía en la selva amazónica para intentar sacar un dinerillo con el que costearse los estudios. "Pero pagaban muy mal, una miseria", dice. También llegó a montar en Quito un centro de animales cuyo nombre en quichua se traduciría como Soñando con la libertad. Su trabajo consistía en intentar recuperar los animales exóticos que eran decomisados por la policía. "Aquello era una utopía", señala, "porque tampoco había dinero para llevar a cabo esa labor". Desanimado y harto de que su familia le tuviera que mantener, Marco decidió hacer la maleta. Siguió la estela de cinco de sus hermanos que ya se habían instalado en Euskadi. "De Ecuador salí con una gran tristeza", recuerda, "porque allí dejaba muchas cosas, pero mi situación era insostenible, no tenía futuro". Doce años después de haber tomado esa decisión no se arrepiente de ello. "Yo ya no quiero volver", afirma con rotundidad, "he echado raíces". Y sus dos hijas también. "Hablan euskera", señala orgulloso, "y están totalmente integradas, igual que nosotros". Eso le imprime la suficiente energía como para seguir adelante con el proyecto que tiene en mente. "Me gustaría crear", dice, "un centro de rescate canino, una especie de guardería canina, pero no el típico hotel donde se mete al perro en una jaula y solo le sacan unos minutos al día". Para ello quiere formarse de manera reglada. En enero comenzará a realizar un curso de adiestramiento de perros en un centro especializado de Sopelana. "Así tendré un carné oficial", dice. A pesar de ello, Marco sigue instruyéndose sobre el mundo canino de forma autodidacta. "Leo mucho y sigo las teorías de César Millán", señala, el televisivo adiestrador, del que reconoce que ha plagiado el nombre de Líder de la manada para anunciar sus servicios en clínicas veterinarias.
Ecuador Durante los años que lleva ejerciendo como cuidador y paseante de perros, Marco se ha dado cuenta de que "hay mucho desconocimiento a la hora de adquirir un perro". Cuenta, por ejemplo, que entre la manada que pasea lleva un híbrido, un perro lobo, que cuando su dueña le dejaba solo en casa "le comía hasta el sofá". Resalta también que la gente debe tener perros de acuerdo a su personalidad. "Si una persona es sedentaria", advierte, "necesita un perro tranquilo, no uno de una raza nerviosa". De todas formas, para eso está Marco, para educar a la manada y "enseñar a los perros a vivir en comunidad, como las personas".
Cuando no está con los perros ni detrás de la barra en Cubita, Marco aprovecha para irse con la familia al monte, su otra gran pasión. "Es lo único que echo en falta de mi país, la cordillera de los Andes y la Selva", dice, "porque lo más importante, o sea, mi familia, mi madre y mis hermanos están aquí". A su país solo ha vuelto en tres ocasiones. Y siempre que vuelve a Ecuador, va a la selva, a visitar a su abuela materna, que también tiene su historia. "Es curioso, la madre de mi abuela se casó con un cauchero vasco, un Murrieta, que fue en busca de fortuna... y ahora yo estoy aquí".