Bilbao. JOSÉ LUIS decidió hace siete años cambiar definitivamente el peine y las tijeras por el soplete y la llave inglesa. Dejó de ser peluquero para convertirse en constructor de motos. Fue un cambio brusco pero bastante previsible ya que llevaba años compaginando las dos profesiones. Para cumplir su propósito se trasladó a Gijano, una pedanía del Valle de Mena muy cercana a Balmaseda. Allí compró una casa típica de labranza para convertir la cuadra en el taller y el pajar en la vivienda. Y allí sigue, feliz, con su mujer y su hijo, construyendo motocicletas custom por encargo, verdaderas obras de arte sobre dos ruedas para clientes caprichosos que pagan por ellas no menos de 35.000 euros. José Luis disfruta con su trabajo "porque si no esto sería un martirio", pero recuerda que "mi verdadera profesión es la de peluquero". Le gusta complicarse la vida en el proceso creativo de las motos y le satisface pensar que "de un tubo de acero de 6 metros he hecho una motocicleta que lleva mi marca y puede circular por la carretera". El taller de José Luis es de los pocos que está capacitado para poder construir este tipo de motos. Por eso, sus clientes llegan hasta Gijano desde cualquier punto del Estado.
José Luis nació en Madrid pero llegó a Sestao con su familia cuando tenía siete años. Su padre comenzó a trabajar en la Naval, pero acabó montando una peluquería. En ella empezó, a los 13 años, a dar sus primeros cortes de pelo el pequeño José Luis. Y como le gustaba se fue formando. Estudió Peluquería y posteriormente acudió a cursos, seminarios y campeonatos. "Yo era un peluquero activo porque lo mío era vocacional", confiesa, "lo de las motos fue accidental". Aunque siguiendo el hilo de su biografía, tampoco fue tan accidental. Porque José Luis ha estado relacionado con el mundo de la motos desde hace años. Fue el que organizó el Fantasy Show Bike de Sestao, una de las concentraciones más importantes del Estado de la modificación de motos. Y llegó a las motos después de pasar por el skate, la bicicleta BMX y el trial. "Estos fueron mis verdaderos deportes base".
El trial le llegó a enganchar, pero no así la moto de carretera. "He andado mucho en moto, pero no me emocionaba en exceso, no era mi pasión", confiesa. Su pasión estaba en la estética y en la creación. "A mí la moto me gusta como soporte para hacer algo creativo y que luego pueda circular", señala. Por eso, con motivo del Show Bike de Sestao, presentó su primera obra. "Fue una Kawasaki KZ 6,5 del año 78 que me regalaron y la convertí en una chopper", recuerda. Para conseguir la transformación, José Luis también tuvo que prepararse. "Soy autodidacta, pero para llegar a hacer esto he tenido que formarme", dice. Hizo cursos de soldadura, de mecanizado, y se puso en contacto con ingenierías, "porque tocas estructuras que son importantes y depende de ellas que la moto vaya bien y pueda ser homologada". A esa formación hay que unir lo manitas que es José Luis porque si no es imposible hacer lo que hace en el taller.
Cuando dice que llegó "por accidente" a la construcción de motos es porque tras publicar un anuncio en una revista especializada del sector, "la gente me empezó a llamar". José Luis se dio cuenta que "había mercado", por lo que comenzó a diseñar sus primeras motos. "Estuve un tiempo compaginando la peluquería con un taller que tenía en Zorroza, pero llegó un momento en que iba creciendo el tema de la modificación de motos, así que decidí dar el cambio". Eso sucedió en 2006. Llegaron al Valle de Mena "por casualidad", y les gustó. "Tenía claro que quería instalar el taller en la misma vivienda, y en Gijano surgió la posibilidad por el precio y porque en el País Vasco, por la normativa, era inviable, ya que no se puede instalar un taller en zona urbana". Se instaló en un lugar cercano a Balmaseda, donde hacen la vida. En plena naturaleza construye las motos que le piden por encargo. El proceso de fabricación se inicia cuando el cliente le pide una moto "que tiene idealizada porque la ha visto en una película o en una revista". A partir de ese momento, José Luis se enfrenta a lo que más le gusta, "complicarme la vida, buscar una forma distinta, un chasis diferente para que el cliente vea que su moto va a ser única porque, si no, se puede ir a un concesionario".
Precios y plazos El plazo medio de construcción de una de estas motos customizadas es de seis meses. "Si estuviera dedicado al cien por cien a ella, podría terminarla en tres o cuatro meses, pero siempre se dilata en el tiempo porque dependo de proveedores extranjeros", señala. Ahora está construyendo una moto para un cliente de Soria que deberá abonar como mínimo 35.000 euros, precio de salida de cualquiera de sus creaciones. "Este precio no quiere decir que mis clientes sean adinerados", advierte. "El perfil de mis clientes es el de una persona que ha estado trabajando toda su vida y que quiere darse un capricho, una moto con la que siempre ha soñado". Y José Luis es el encargado de hacer cumplir ese sueño. Últimamente está cumpliendo pocos porque la crisis también le ha afectado. La última que entregó por encargo fue hace tres años. Así que José Luis capea la crisis con las modificaciones que hace de las motos de serie. Pero si algún día se quedase sin trabajo tampoco le preocuparía volver a su profesión de peluquero y, si no, se reinventaría. "Lo importante es estar activo y tener ideas", concluye.