Félix, el autor de los Sabino Arana, pinta mucho en Bilbao
A sus 88 años, el autor del Sabino Arana de los batzokis regenta un estudio y se afana en una colección
Bilbao. Un mechón de pelo cano alborotado confiere a Félix Aguirre ese aire de genio loco por la pintura. Irreductible, en el estudio que sigue regentando a sus 88 años en Zabalburu, se afana en una colección de óleos sobre rincones de la villa. Un cuadro del Palacio Euskalduna, otro del Puente del Arenal, otro de la Gran Vía... "Hará cuatro o cinco años que empecé, pero eso va lento. No hay ninguna prisa. Como pienso vivir muchos años...", ironiza.
Cuando Félix era niño, en el principio de los tiempos, un profesor impartía todas las asignaturas. Él tuvo uno, admirador de Goya y Velázquez, que le contagió su entusiasmo por la pintura, aunque él ya venía de serie con "una inclinación natural" por las bellas artes. A los diez o doce años dibujaba lo que le mandaba el maestro. "A veces eran dibujos geométricos complicadísimos". Superada la adolescencia, dio rienda suelta a su creatividad. "Me llamaba mucho la atención el retrato y empezaron a hacerme encargos. Cobraba un duro por cada uno. Lo empleaba en comprar lápices, carboncillos...", relata. Frente a él, el lienzo en blanco y la foto del interesado. "Posar no posaba nadie".
Eran tiempos difíciles y Félix se especializó en artes gráficas y dibujo publicitario. Los anuncios entonces se ilustraban a mano, no con instantáneas como ahora, y el sector de la máquina herramienta necesitaba dibujantes, por lo que no le faltó el trabajo. Llegado a este punto, el veterano artista se incorpora y saca de un armario de su estudio una reproducción al aerógrafo de una máquina. "Este dibujo estará hecho por los años 50. Las fotos eran totalmente imperfectas, no tenían esta calidad".
En los 80, cuando la fotografía mejoró y le comió terreno al dibujo, se entregó en cuerpo y alma a la pintura. Fue entonces cuando se hizo cargo de la academia, que aún hoy permanece abierta. Rodeado de los lienzos de sus alumnos -aquí unas dunas, al lado unas flores, más allá un paisaje...- Félix cuenta que ha pintado prácticamente de todo. "Uno me mandaba pintar un caserío, otro me encargaba un paisaje de Bilbao, a veces me pedían calendarios...". Otra vez se levanta y vuelve con un almanaque de 1985, ilustrado con varias acuarelas suyas de la Iglesia de San Nicolás, el Teatro Arriaga, el Mercado de la Ribera... "Todos los cuadros que hay aquí los estoy pintando al óleo". Ahora tiene en el caballete el del Puente del Arenal. "Casi todos los fines de semana me doy una vuelta por allí para inspirarme, tomar apuntes, sacar alguna fotografía... El natural es necesario, pero no hace falta sentarse allí hasta terminar un cuadro", aclara.
A Félix le gustaría plasmar en el lienzo "muchos rincones de Bilbao", pero desde su particular perspectiva. "Hay cientos de cuadros de San Antón con el puente y la ría, pero yo lo estoy pintando desde puntos de vista distintos", afirma. Y lo prueba con una obra que muestra el templo solo, en primer plano. "La gente me pregunta a ver qué iglesia es esta. Si no vemos San Antón con el puente, ya no sabemos ni qué es". También ha posado su mirada sobre el Palacio Euskalduna y sobre la conocida como casa Gaudí, un edificio de viviendas situado en la confluencia de Alameda Rekalde y Colón de Larreátegui. "A mí que sea moderno o antiguo no me importa. Mi intención es ir completando una colección y tratar de exponerla".
Varias obras expuestas en bares
Cuadro contra la ley antitabaco
Puesto a destacar el encargo más curioso, Félix se decanta por un cuadro de una mujer desnuda en el mar que estuvo expuesto diez años en la cafetería Buchanan's, en Licenciado Poza, y que él recuperó al cambiar de dueños el local. "¿Le importa que se lo enseñe?", pregunta y lo entresaca de unos lienzos que descansan apoyados contra la pared. "Representa lo que se ve. No le busque más añadidos. No me gusta esa pintura que necesita literatura. Eso es cuento", sonríe.
En el Clipper colgó otra obra, más subversiva, que también ha vuelto a sus manos. "Fue una protesta que hice cuando nos prohibieron fumar en los bares", explica frente al cuadro. En él se ve el libro Un mundo feliz, de Aldous Huxley, rodeado de catástrofes, como el hundimiento del Prestige. "Ese es el mundo en que vivimos y vienen unos señores a decir que el humo es malo".
En el estudio conserva asimismo el retrato de Sabino Arana que pintó en su día al óleo y cuya copia cuelga en muchos batzokis. El encargo partió de un vecino de Bermeo, pero una vez realizada la obra, decidió quedársela. "Tropecé con un editor, que vio el cuadro y me dijo que merecía la pena reproducirlo. Así que me lo quedé y al señor le hice otro distinto. Proliferó de tal forma que todos los batzokis se lo iban a pedir. Compraron mucho en Bizkaia y también en Pamplona y el País Vasco francés", recuerda. De hecho, hoy es el día en que mucha gente me dice: Jo, he estado en el batzoki tal y he visto tu Sabino".
Algunos de sus primeros cuadros cuelgan de las paredes de su casa. "Son malísimos. Los podría retocar, pero no. Me gusta verlos así, pintados hace cincuenta o sesenta años". En el estudio donde guarda sus obras más recientes comparte sus conocimientos con una treintena de alumnos. "Ahora ha bajado mucho debido a la crisis. He tenido niños, pero no aconsejo que vengan, porque pierden su esencia, su manera de ver las cosas. Por la mañana viene sobre todo gente jubilada, que ha sido muy aficionada a la pintura, pero nunca la ha podido desarrollar. A los sesenta, setenta años, lo van dejando". Pero él no abandona. "No me entiendo yo sin pintar", dice.
Tocó en 'Los chiquis' y va de potes
Incomprendido en la cuadrilla
Félix no ha sido solo artista plástico, también de los que patean escenarios. Tocó la guitarra en el grupo Los Chiquis. Y aporta como vestigio un disco de vinilo con el retrato de Sabino Arana en la carátula y el título Eusko Abendiaren Ereserkija. "Lo grabaron en Barcelona. Fue el primer himno nacional vasco, cuando la transición. La calidad de la grabación es infame", reconoce, sincero. Actuaban en fiestas, salas de baile, pubs... Félix abandonó el grupo al hacerse cargo de la academia. "Ya estaba un poco cansado", admite. Las agujas del reloj van camino de las siete y un alumno de los que peinan canas entra en el estudio. "Tranquilos, yo con unos pinceles ya estoy cumplido, como si no estuviera, yo a lo mío", saluda.
El profesor octogenario tiene la cabeza muy bien amueblada. Tanto que a veces cuando sale de potes con la cuadrilla se siente incomprendido. "Yo soy pintor y tengo un mundo en cierto modo intelectualizado. A los amigos si les hablas de algo intelectual te dicen que estás loco, que a qué has venido, a darnos discursos o qué. Aquí, a hablar de tías buenas o del Athletic". La barra del bar parece no estar hecha para conversar sobre bellas artes, pero sí sobre temas de actualidad. "Lo de los políticos queda un poquitín comentado, que son unos chorizos, unos ladrones, unos necios... Del Athletic se habla algo, pero siempre para criticar. A estas cuadrillas no les ves nunca una aprobación o un reconocimiento de algo bien hecho. Todo está mal". A punto de concluir la charla, uno se pregunta si a Félix le da la vida para tener más aficiones. "Eso no se dice. Eso ya son vicios", se despide riendo.
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