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Gontzal Mendibil: "Da mucha tristeza que te maten el espíritu"

Gontzal Mendibil: "Da mucha tristeza que te maten el espíritu"

Bilbao. Ha tocado el cielo con las manos y ha pisado, casi descalzo, las brasas del infierno. Ganó tanto dinero como el que se llevó el viento de un gerente sin escrúpulos, según cuenta. Pero ha de tener alma de gato de siete vidas, porque se le nota en la sonrisa que no han podido tumbarle, por mucho que la vida le haya zarandeado en los últimos años. Gontzal Mendibil entiende, como los viejos músicos bohemios, que no hay que detenerse para mirar atrás. Hay que seguir. Seguir cantando.

¿Cuánto duelen las heridas?

A pesar de todo, la esperanza no muere. Y soy de los que piensan que de los fracasos se aprende más que de los éxitos. Aunque sea algo ciclotímico, puedo decir que aquí me tienen.

¿Qué tal está ahora?

A Nestor Basterretxea le preguntaron qué tal era Oteiza y me gustó la respuesta. ¿Qué tal, a qué hora del día? Porque hay muchos Oteizas.

¿Corre peligro de muerte?

Lo más triste que te puede pasar es que te maten el espíritu y sospecho que corre peligro de muerte.

¿No hay salida?

Hay que mirar a otros sitios. Es increíble el ánimo con el que se vive en Latinoamérica. Por supuesto que hay motivos para estar alicaídos, pero alguien tiene que despertar. Hay demasiado silencio.

¿No corresponde a los artistas ese papel agitador?

El arte, si es que lo es, tiene que dar nuevas visiones, otra sensibilidad. Tratan de adormecernos, pero es obligación del artista abrir vías nuevas y, si puede, adelantarse a la realidad.

¿No hay dinero que compre esa salida?

Ha pasado la era de los emprendedores. Hoy quien más tiene menos aporta. El capital es cobarde y no arriesga sin rentabilidad para ya.

Dan ganas de convertirse en avestruz... ¡cabeza bajo tierra!

Hace poco leí que en el Renacimiento pasó algo similar a lo de hoy. Hasta que los Medicis, en Florencia, decidieron invocar a todos los sabios y creadores que pudieron a su alrededor. Y ya ve lo que consiguieron.

Sin socialismo ni comunismo, y con el capitalismo en el alambre... ¿en qué creer?

Hay un austriaco que está agitando el árbol con algo que llama economía de cooperación. No sé, tal vez merezca la pena creer en eso. Hemos estado en la especulación y de ahí solo ha salido una cantidad enorme de hijos de puta.

¿Y qué hacer?

Ir a por ellos. No podemos quedarnos de brazos cruzados.

¿Es la hora del pueblo?

Hacen falta líderes, no se puede matar al emprendedor. Pero de esta solo se sale con trabajo en común, entre todos. Hoy hay muchos líderes de un día, de pacotilla.

¡Basta ya! Viajemos a la infancia...

Fui feliz porque aprendí jugando y jugué aprendiendo. Robaba cerezas y hacíamos guateques con las chicas en los lugares más insospechados. Pero aquellos delitos están prescritos, creo. El trabajo debiera ser algo así: aprender y jugar.

Aquel día en que le vino la música fue...

Soy hijo de tendero. Pero a los 12 años mi abuelo me regaló una guitarra y ahí cambió todo. A mi padre no le hizo gracia y como también era cobrador del Banesto, me buscó una colocación en la sucursal de la calle Navarra.

Intento baldío, por lo que veo...

A las dos de la tarde el subdirector me preguntó, ¿qué, te gusta? Y le dije, mirando por la ventana, que me gustaba más aquel otro, por un tipo que tocaba la guitarra en la calle, pidiendo. Que te obliguen a hacer algo nunca me ha gustado.

La juventud, siempre rebelde...

No crea. He sido irakasle y el 70 por ciento de la clase quería ser funcionario. Ahora ya no es tan así, porque todo el mundo anda jodido.

¿Tan mal ve a la juventud?

Hay mucho despiste. Y tal vez haya algo de culpa nuestra, porque se lo hemos dado todo muy hecho. Pero eso se acabó.

¿Qué hacer?

En el siglo XIX la mitad de la población vasca emigró y hay que pensar que esa inercia puede volver. Desde luego, hay que moverse; no van a traerte el trabajo a casa.

¿Por ejemplo?

Todo esto del I+D y romper moldes es una buena salida. El presente está caduco.

¡Usted triunfó! ¿Se sentía invisible entonces?

Jamás. Yo soy goitibehera. O arriba o abajo. Triunfé muy pronto y me retiré también pronto. Gané mucho y lo perdí todo.

¿O se lo perdieron?

Hay personas en la vida que derrochan maldad. Yo creo que el hombre es egoísta por naturaleza, y luego aprende. Hay mastines del dinero que van a por ti, a por quien sea. Y lo que más me jode es que anden libres por la calle. Hay muchos pequeñitos Bárcenas por ahí sueltos.

¿Qué hacer?

Como decía Arrupe, usar mejor el discernimiento. También hay mucha gente buena.

¿Alguna traición que recordar?

En la pena todos huyen y en el triunfo te reclaman. Cuando estás jodido cuentas mejor los amigos.

¿Qué importancia concede a la amistad?

Es grande, pero también ahí hay traición.

Quizás es que no había amistad...

Quizás. Es verdad que hay cosas que se desvirtúan y que quizás la palabra de vasco también se la ha llevado el viento en algunos casos.

Iparragirre, Olentzero, Gandiaga, Arrupe... ¿Lo suyo son nombres propios?

También tengo los hilvanes de un Aguirre que hice para el 75º aniversario del Gobierno vasco.

¡Y San Ignacio!

Los jesuitas me preguntaron, tras lo de Arrupe, cómo vería lo de San Ignacio para 2021, el año de su conversión. Hace falta tiempo para algo así. Si se puede, se hará. Pero soy realista.

¿Tiempo y qué más?

Una mirada más matriarcal de la vida, el amaren sua. También Ignacio de Loyola encontró su mundo femenino en la cueva de Manresa. Era el útero materno.

¿Hasta dónde ha cambiado nuestra vida la tecnología?

Trae consigo cosas buenas, pero me parece lamentable, por ejemplo, que se haya perdido la comunicación directa, la lectura. Ahora somos más tontos que nunca, en más idiomas. Vivimos la peor época cultural que recuerdo.

¿Ha llegado donde soñó?

He hecho cosas, sí. Pero llegar... No lo sé. La guitarra me cambió la vida, aunque he sido el tiple más joven de mi pueblo, fui txistulari... Hay cosas por cumplir, pero creo que sí.

Aquel día que lo tuvo claro fue...

Tenía 14 años y vi un concierto de Mikel Laboa, Benito Lertxundi, Lourdes Iriondo y Xabier Lete en Areatza y me dije: quiero ser como ellos.

Sin olvidar al bardo Iparraguirre, supongo.

No sé a qué fue a América, porque no quería montar negocios. Pero como dice un amigo músico, todos los golfos hacen historia. Triunfó y fracasó, conoció el mundo. Yo creo que es nuestro Braveheart, nuestra historia.

¿La leyenda?

El gran símbolo es el Árbol de Gernika. Hasta Victor Hugo nos lo dijo. Lo que pasa es que nos lo han tenido que venir a decir desde fuera.

¿Hubo un día en que supo que el Athletic no era para usted?

¡Uy, el Athletic, claro! Yo jugué un año en los juveniles del Arratia. Luego, internado en los jesuitas de Durango, vivía enfrente de los Arieta y, viéndoles, dije... ¡uf!

Pero ese sentimiento perdura.

Llevo al Athletic en el alma, pero en el alma de espectador. Me preguntaba antes por la juventud. Yo he visto a Gainza correr por las campas de Arraba, en el Gorbea. ¿Cree que hoy existe ese espíritu de sacrificio?