BILBAO. Natxo Arnaiz, de 44 años, conoce muy bien el tejido asociativo vizcaino y el mundo del voluntariado. Trabajó como educador social en la Fundación Ede, vinculada a la diócesis de Bizkaia, hasta que se puso en marcha Bolunta . Él fue una de las cinco personas que comenzó a trabajar en un proyecto que hoy en día está consolidado. En diez años han conseguido que muchas personas se hayan involucrado en labores de voluntariado. Aun así, le gustaría que la ciudadanía les conociera un poco más y que los jóvenes tomaran una mayor conciencia de lo que significa dedicar una parte de su tiempo libre a los demás.

¿Cuál es el balance de estos diez años de Bolunta?

El balance global es satisfactorio, no solo por las cifras, sino porque creemos que hemos conectado con el tejido asociativo vizcaino. La gente utiliza nuestros servicios y nos valora. De ahí que nuestra satisfacción en ese sentido sea alta.

¿Cuáles son esas cifras a las que se refiere?

Pues por ejemplo, que el último año más de 400 entidades de Bizkaia han utilizado alguno de nuestros servicios, o que al año recibimos entre 500 y 700 consultas de personas interesadas en el voluntariado.

¿De qué dato se siente más satisfecho?

Tal vez de que 2.300 personas se han hecho voluntarias en estos diez años gracias al empujón que les ha dado Bolunta. Sin Bolunta igual no se hubiesen animado a dar el paso.

¿Cómo y cuándo surgió la idea de crear Bolunta?

En 2001, con motivo del Año Internacional del Voluntariado, tres instituciones, la Fundación Ede, la BBK y la Diputación Foral, al ver que había un tejido asociativo rico en Bizkaia, se reunieron para ver de qué forma se podía dar un impulso al voluntariado.

¿Y qué es exactamente Bolunta?

Un centro que presta servicios a personas y entidades con el objetivo de impulsar la solidaridad y la participación social en Bizkaia.

¿Cuántas personas trabajan actualmente?

Empezamos cinco y ahora estamos diez.

¿La ciudadanía ya conoce la labor que realiza Bolunta?

Ese es uno de nuestros retos de cara al futuro. Es verdad que cada vez somos más conocidos por los agentes sociales o por los centros educativos, pero la sociedad no nos conoce lo suficiente. Esa es nuestra asignatura pendiente.

¿Y cómo se arregla eso?

Con mucha constancia y muchos recursos. Es la única forma de llegar a la población.

¿Cómo consiguen entonces que cada vez haya más voluntarios en Bizkaia?

Según los datos que manejamos nosotros, de cada diez personas que se dedican al voluntariado, sólo una lo hace a través de Bolunta. El resto llega al voluntariado por el boca a boca, por un familiar o un amigo.

¿Qué retos se han planteado para los próximos años?

En primer lugar mantener nuestros servicios, que están consolidados, como formación, asesoramiento, apoyo a las entidades y cesión de locales e infraestructuras. A partir de eso, uno de nuestros grandes retos es entrar en el mundo educativo.

¿A qué se refiere?

A que valores como la cooperación o el trabajo en equipo entren en los currículums educativos. Hay que tener en cuenta que la cultura solidaria y participativa comienza en la familia y en la escuela. Por eso nuestra línea de trabajo sería sensibilizar a la gente joven sobre el valor del mundo asociativo.

¿Escasea la cultura solidaria entre la gente joven?

La juventud pasa. Cuando vamos a los institutos y les comentamos que hay gente que trabaja por los demás en su tiempo libre, les suena a chino. Nos dicen que antes que eso prefieren trabajar en Telepizza y sacarse unas pelas.

Ante esos planteamientos, ¿qué mensajes les trasladan ?

Les decimos que el voluntariado es una puerta abierta a la participación activa sin restricciones de ningún tipo. De todas formas, el problema de los jóvenes es que llegan a la universidad con una visión muy reducida de la importancia de lo colectivo. Vivimos en una sociedad cada vez más individualizada y lo que prima es el trabajo y la formación.

¿Cuál es otro de los retos que se han marcado?

Que los ayuntamientos activen medidas de apoyo al tejido asociativo de Bizkaia, que está en recesión. Los ayuntamientos han colaborado durante estos años en la cesión de locales o en prestar ayudas, pero no ha habido complicidad. Y en este sentido, los ayuntamientos pueden realizar una gran labor.

¿La crisis está provocando un aumento del número de voluntarios en Bizkaia?

No especialmente. En teoría, parece que en época de crisis afloran más los sentimientos de colaboración, pero eso no se materializa. La propia crisis atenaza a la gente y hace que las personas miren por lo suyo y no se compliquen la vida.

¿Hacerse voluntario es complicarse la vida?

Sí, claro. Detrás del voluntariado siempre hay personas que se están complicando la vida, que dedican su tiempo, su energía por una causa. Es verdad que produce satisfacciones, pero también sinsabores.

¿Cómo está Bizkaia en voluntariado y participación social respecto a Europa?

En niveles inferiores. Hasta hace poco los datos europeos sacaban los colores a los países mediterráneos como España, Grecia y Portugal.

¿Qué dicen esos datos?

Que en los países nórdicos entre un 35 y un 39% de la población se dedica a labores comunitarias, mientras en España la media es de un 10 o un 11%. Pero la mayor diferencia es que en esos países hay una mayor cultura asociativa. Aquí te llaman chalado o loco si trabajas en algo asociativo y allí se ver raro si no participas en algo.

¿Peligra el voluntariado en Bizkaia?

No. El voluntariado ha existido siempre y existirá, se llame como se llame. Siempre ha habido y hay gente dispuesta a trabajar por los demás. Lo que sí habrá es menos asociaciones. Cada vez es más complicado dinamizar y mantener vivas las asociaciones porque es una labor muy exigente y requiere mucha constancia.

¿Desde el punto de vista personal se siente satisfecho de su trabajo?

Yo soy un privilegiado porque trabajo con gente exquisita. No sólo por los compañeros, sino por la gente que se acerca hasta Bolunta. Hay que tener en cuenta que las personas que están dispuestas a colaborar en tareas sociales tienen algo, son personas estupendas.