Barakaldo

Barakaldo tiene banda sonora propia. Y es que desde hace un par de años cuenta con un grupo de gaiteros que, a pesar de intentar apartarse de la urbanización, se han convertido en una figura ya típica de las calles de Barakaldo. Estos seis gallegos, mayoritariamente jubilados, dedican sus mañanas a aprender y ensayar con la gaita en una zona apartada próxima al BEC. Basta con pasar por los alrededores del edificio para que los oídos capten las características notas del instrumento más conocido de Galicia. Son seis amigos que se conocieron en la calle y que comparten sangre gallega, así como un amor incondicional por la gaita.

Barakaldo queda así inundada por tonos y notas que transportan a los transeúntes a la misma Finisterre.

Debajo de la autopista, en un entorno hostil que se parece más a un vertedero que a un rincón de ensayo, Manuel Prieto, Amaro Martín, Ángel Francisco Rivero, Roberto Mendoza, Benigno Ramos y Eugenio Sánchez ensayan a conciencia el arte de la gaita. "Nos ponemos en esta esquina, apartados, porque aquí no molestamos a nadie. Las viviendas están muy lejos y no llega el sonido", explica Mendoza, uno de los más veteranos. "Cuando llegué aquí creía que jamás vería una gaita gallega, pero me equivoqué", recuerda este gaitero. "Al principio, éramos gente de 30 años, pero luego uno a uno los miembros del grupo se marcharon, hasta que terminé quedándome solo", recuerda afligido. "Ahora, como tenemos un montón de tiempo libre, nos hemos vuelto a juntar para tocar", afirma mientras recupera la alegría.

Estos gallegos se han convertido en un icono de la ciudad, extendiendo su fama por las cercanías del territorio. Y aunque intentan apartarse del gentío para "no molestar", es inevitable quedarse ensimismado por sus animados ritmos. Todos los vehículos que pasan por el lugar pitan a los famosos gallegos, animando a los músicos en su ensayo matinal. Asimismo, son muchos los vecinos que se quedan abstraídos por la música, muchas veces sin saber de dónde proviene siquiera. "Hasta los agentes municipales se han parado a saludarnos y a disfrutar de un poco de música", comenta Roberto, y señala: "Son muy amables y siempre nos dicen que podemos tocar todo el rato que queramos, que ahí no molestamos a nadie". "A mí me encanta que nos conozca tanta gente en Barakaldo, y me encanta que me llamen gaitero cuando no lo soy. Yo toco la gaita, pero no soy gaitero, ojalá tuviese el privilegio de llegar a ese punto de profesionalidad", asegura Mendoza. "Cuando me llaman gaitero me siento como Messi o como Ronaldo", comenta.

Local de ensayo A pesar de sentirse a gusto donde están, los gallegos sueñan con un local en el que puedan practicar refugiados del frío. "Cuando hace mucho viento y lluvia lo pasamos muy mal porque tenemos que meternos en un rincón y ya se ve cómo está", explica Manuel Prieto, uno de los gaiteros más jóvenes, señalando los escombros y basura. "El Ayuntamiento tiene pabellones y están cerrados", asegura Eugenio. "Pero bueno, mirándolo por el lado positivo, aquí tenemos muy buen eco", asegura.

Cabe destacar que estos seis gaiteros tienen un mérito especial, puesto que no son profesionales. "Solo somos una cuadrilla de compañeros que se juntan para aprender", explica Eugenio Sánchez, quien reconoce que nadie en el grupo sabe solfeo. "Todo lo aprendemos de oído". Un punto más, por tanto, a favor de estos amables vecinos que con el único fin de "ser el alma de las fiestas y acercarse a la cultura gallega" empezaron a aprender a tocar un instrumento ciertamente complicado. "Le debemos mucho a Roberto Becerra, un auténtico gaitero del Centro Gallego, que saca todos los sábados una hora para enseñarnos, ¡y sin cobrar!", defiende Mendoza. "Los profesionales de Centro Gallego siempre quieren que estemos con ellos y que copiemos su ritmo, son muy amables con nosotros", asegura Eugenio.

El proceso de aprendizaje es largo. "Primero practicamos con la flauta porque tiene el mismo mecanismo, pero es más sencilla que una gaita. Luego pasamos al punteiro y finalmente nos ponemos con la gaita", explica Eugenio. "Las notas son las mismas pero en la flauta no hay que soplar tanto ni se hace tanto ruido. Si no sabes, entre soplar e inflar y luego recuperarte te puedes cansar mucho", asegura el gaitero. "La gaita porque es un instrumento especial para nosotros, es de nuestra tierra y así nos mantiene conectados a ella", justifica Eugenio Sánchez. "Para mí es además un instrumento con el que si tienes un mal día basta con soplar, tocar y apretar, para que, en 15 minutos, ya este bien y tranquilo", dice Mendoza. "Somos una gran familia, siempre nos ayudamos y si alguno comete un fallo los demás le ayudan", desvela Eugenio. "El día que hay alguna fiesta siempre cogemos la gaita y empezamos a soplar. Es algo especial", sentencia Ángel Francisco Rivero. "La fiesta está asegurada", finaliza dejando claro que lo que a este grupo le gusta es el ritmo y crear un buen ambiente.