bilbao. Se llevará algún que otro secreto a la tumba -Dios quiera que tarde...-, pero la vida de José Carlos Ramos en El Corte Inglés ha sido pura transparencia. No en vano, él cambió de apellido a su oficio y pasó de las relaciones públicas a las relaciones personales, las mismas que ha cultivado como un jardinero de la amistad. Le echarán de menos miles.

¿La jubilación llega a su hora o hubiese seguido?

Yo ya he tenido mi tiempo y mi tiempo ha pasado. Se avecina una nueva era donde todo va cambiar y los generosos presupuestos están condenados a reducirse.

Con buen dinero, bien se...

Las cosas no son caras, tú las haces caras. Donde entregabas una talla de un artista reconocido hoy puedes entregar una copa de 50 euros. ¿Acaso no existían los pasapuros en las comidas y desaparecieron...?

¿Mengua el lujo?

Lo que antes era considerado como buena imagen hoy en día se ve con malos ojos. Hoy han aparecido para quedarse los temas de sensibilidad social y no están bien vistos los grandes presupuestos para fiestas. Es lógico, habiendo como hay tanta gente en situación difícil.

¿Qué deja en El Corte Inglés?

Esa sensación de que salté durante 20 años, de una casa a otra.

¿No suena extraño llamar 'La tienda' a un centro de esta dimensión?

Es la filosofía de la casa y eso se queda. Es algo entre nostálgico y cercano. Cada cliente es único.

¿Le quedó por hacer qué?

Un proyecto vinculado con el paseo. La gente en Bilbao sale a andar en cuanto puede y quise aprovechar esa pasión pero no pudo ser.

¿Y lo que sí pudo?

Estoy orgulloso del movimiento asociativo del comercio de Bilbao, donde tanto me impliqué.

También le van a echar de menos la cultura y el deporte.

Es una forma de estar a pie de calle. Patrocinamos el deporte aficionado con un sentido de pertenencia al pueblo. Y la cultura, con ce mayúscula, por la misma razón.

Volvamos a las sensaciones...

Hay una parte racional que reconoce y comprende lo del reloj, pero esa red de relaciones y de amistad se rompe de un día para otro. Queda el afecto pero faltará el contacto.

¿Cómo paliar esa ausencia?

De momento, con dos meses de vacaciones.

Pero...

Estoy dándole vueltas a qué hacer con el know how que atesoro. Y vislumbro algún proyecto, pero todavía no tengo nada decidido.

Recuerda aquel día que...

Vino de visita el ministro de Industria, con la Cartera, la de verdad, en la mano. Me pidió que la sujetase y durante media hora la Cartera de Industria estuvo en mis manos.

¿Pesa?

No era ligera, no. Pero más pesa la responsabilidad que lleva dentro.

Y aquel día del ¡Tierra trágame!

¡Uy!, varios. La venta de entradas para el concierto de ACDC fue un momento de tensión. Hubo que aguantar el tipo y las quejas, hechas con toda la razón del mundo.

Ha dicho varios...

La bomba aquí cerca, claro. Era primer día de rebajas, y jugaban Athletic y Real Sociedad en San Mamés.

¡El acabose!

Evacuamos rápido y el jefe de seguridad tuvo el acierto de bajar las persianas. La explosión rebotó en ellas. No quiero pensar lo que hubiese hecho por dentro la onda explosiva. A media tarde ya estábamos abiertos.

Juguemos a los secretos y las leyendas urbanas: ¿de dónde viene el nombre?

De la tienda que Don Ramón compró en Preciados, en Madrid.

¿Y la caligrafía del rótulo?

De un publicista anónimo. Lo escribió de su puño y letra y ahí quedó.

¿Quitaron los baños de la primera planta para que la gente no entrase solo a mear?

¡No! Los distribuimos de manera más racional.

El supermercado de El Corte Inglés es el mejor de Bilbao.

Si lo une al club Gourmet, sin dudarlo.

Quieren abrir los domingos.

Está en el ADN de la empresa, pero no iremos contra la ley ni contra el sentido común del mercado.

Hay empleados que duermen en El Corte Inglés.

Trabajamos mucho pero no tanto.

Ser dependiente es un chollo.

Los salarios son razonables, pero lo que de verdad tranquiliza es la solidez y la seguridad de la empresa.

¡Hubo un crimen en los lavabos!

¡Qué imaginación, por Dios!