CÓMO calificaría usted una etapa única, por excepcional, de su vida? ¿Como especial, singular, extraordinaria, irrepetible, fascinante? Pues le voy a recordar un momento histórico, que para mí se dilató cuatro años en el tiempo, que podría definirse con cualquiera de esos calificativos o, mejor aún, con todos ellos. Y también con uno más: durísimo.

Han pasado más de 32 años desde aquel 10 de Abril de 1980 en el que, tras el triunfo del PNV en las primeras elecciones autonómicas, la portada de DEIA se abría, por fin, con una noticia positiva: "Euskadi ya tiene lehendakari". Era Carlos Garaikoetxea quien, de inmediato, se volcó en la formación del primero de sus gobiernos, en el que tuve el honor de ser consejero de Economía y Hacienda.

Aquel primer Ejecutivo vasco afrontó la titánica tarea de despertar a Euskadi, recuperar el Concierto Económico, dotar de contenido a nuestra autonomía y crear una administración ex novo. Por si aquello no era suficiente, también se enfrentó a la gravísima situación en la que vivíamos, desbordados por una dolorosa crisis económica que se prolongó cincuenta trimestres, y que tuvo como resultado la desaparición masiva de empresas y un paro galopante, que en la margen izquierda de la ría del Nervión alcanzó el 40%.

Disfrutábamos, además, de una situación de prerevolución social, con tres ETA activas que aportaban al progreso vasco un conjunto de más de mil acciones delictivas por año, en forma de asesinatos, bombazos, tiros en la rodilla, secuestros y extorsiones. Y tan agradable entorno se completó con un intento de golpe de estado, el secuestro del Gobierno y el Parlamento Vasco por unos trabajadores en huelga, las catastróficas inundaciones del 83, etcétera.En aquel escenario kafkiano, el 24 de abril de 1980 celebramos la primera reunión del Gobierno, en la sede de la Diputación Foral de Bizkaia. Allí nos conocimos la mayoría de los consejeros. Y, junto a los esforzados y cualificados equipos que se fueron creando, comenzamos a trabajar, partiendo absolutamente de cero.

Créame, no es una forma de hablar. Aquel Gobierno no contaba absolutamente con nada para levantar el país. Ni sede, ni presupuesto, ni competencias, ni personal, ni mesas. Pero tenía ideas, una enorme motivación, convicciones profundas y la disposición absoluta de personas generosas que asumieron dar un paso al frente. Lo hicimos por idealismo, por puro sentido de responsabilidad y por convencimiento de que nos teníamos que sacrificar para lograr la consolidación de Euskadi, como una realidad política -algo que sentían muy dentro la mayoría de los vascos- y también su despegue económico y social.

Como resultado de un buen trabajo privado y público, transitando por la senda que abrió aquel gobierno, brillantemente presidido por Garaikoetxea, Euskadi ha logrado un objetivo que entonces parecía imposible de alcanzar: ser una de las regiones más prósperas de Europa.

Sobre la sólida plataforma que se ha sabido crear, y mirando hacia adelante, debemos ahora construir nuestro futuro, en un mundo que ha cambiado decisivamente. Esto nos obliga a superar de nuevo, pero con instrumentos mucho más poderosos, un complejo desafío: movilizar todas nuestras capacidades para culminar con éxito un proceso de transformación intensa, como el que inició e impulsó, en condiciones dramáticas, aquel primer Gobierno vasco, del cual puedo proclamar, con orgullo, que formé parte.

* Exconsejero de Economía y Hacienda del primer Gobierno vasco