LANESTOSA. Los vecinos repartían su ociosa vida entre el casino, el teatro y el cine. Cuatro médicos atendían a los habitantes de la villa y 150 niños asistían a clase en las escuelas. Así era Lanestosa en 1900. A principios del siglo XX la localidad más pequeña de Bizkaia se caracterizaba por su opulencia. Mansiones habitadas por familias con influencias en las altas esferas que incluso alternaban con la familia real formaban parte del entramado urbano. Los nestosanos que acudan a la exposición de fotografías antiguas que acogen las escuelas seguramente se sorprenderán al descubrir esa cara de su municipio, de la que ya no quedan más que las fachadas deterioradas de las casas de indianos.
"Lanestosa era un pueblo de señoritos", cuenta el historiador José Manuel Irastorza, que ha recopilado a lo largo de los años el centenar de instantáneas que se exhiben hasta el lunes. Al más puro estilo de las series ambientadas en la aristocracia inglesa, las damas lucen sonrientes espectaculares sombreros y los caballeros conducen coches que rara vez se veían fuera de las grandes ciudades. "Las familias poderosas tenían conexiones en Madrid", cuenta.
Como los Sáinz de Rozas, que al igual que otras sagas, vivían en verdaderos palacios con un terreno tan extenso como para construir iglesias y manantiales destinados a su uso exclusivo.
El patriarca guardaba en su residencia una fotografía suya cazando con el rey de España. Mercedes, una de sus hijas, fue mecenas del colegio de monjas, en el que estudiaban las chicas y que hoy alberga el Ayuntamiento. Los niños acudían a las escuelas situadas al lado. Sin embargo, no podían ver a sus compañeras. Incluso los patios estaban orientados en diferentes direcciones para evitar el contacto y se intentaba que no salieran al recreo a la misma hora. Mercedes Sáinz de Rozas también pagó de su bolsillo los ropajes de todos los personajes que intervenían en la Pasión Viviente de Lanestosa.
Sí, hasta mediados del siglo XX en Enkarterri se representaron dos Vía Crucis. Las fotografías en blanco y negro rescatan el recorrido por el casco histórico medieval de los protagonistas. La Verónica con el paño en el que se refleja la cara de Jesucristo o las caídas escenificadas delante de una multitud que observa en la calle y en los balcones. Más o menos como en Balmaseda, salvo por un pequeño detalle: "En Lanestosa no había crucifixión".
Por desgracia, la tradición se ha perdido. "Es una pena que lo digamos, pero es así. La escuela lleva 20 años sin niños y un pueblo sin niños es un pueblo sin vida", lamenta Irastorza, también nacido allí. No está todo perdido. La principal seña de identidad de Lanestosa, que nació hace cuatro siglos, ha pervivido hasta nuestros días. Se trata de la danza de los arcos que se baila el día 5 de agosto, festividad de Nuestra Señora de las Nieves. El año pasado se batió un récord de participación con más de 60 personas. Además de las fotografías, se expone una proyección que recuerda el gran encuentro de dantzaris del año 2006 en el que se juntaron varias generaciones.
"Lo tenemos todo para que los turistas nos visiten", dice. "Psicológicamente a la gente le da la sensación de que el municipio queda más lejos de lo que realmente está", opina el alcalde, José Ángel Ranero. Este 2012 proporcionará la ocasión de darse a conocer con un mercado medieval que se celebrará los días 9 y 10 de junio con una representación de los pasajes más destacados de su historia y un concierto coral. En mayo tendrá lugar un encuentro de txistularis.
Rica historia El 6 de junio se cumplirán 725 años desde que Don Lope Díaz de Haro otorgó la carta puebla a Lanestosa, dándole la categoría de villa. Junto a él estaba su hijo, Don Diego López de Haro, que pocos años más tarde fundaría Bilbao. La nueva villa adquirió ese estatus por su situación geográfica, "a caballo entre Castilla y los puertos costeros de Cantabria y, por tanto, paso natural de las mercancías desde el interior hacia lugares como Flandes", explica José Manuel Irastorza.
El camino real era el centro neurálgico y su actividad alimentaba a toda la población. "Había que reparar los carromatos, dar de comer y ofrecer alojamiento a quienes se dirigían a la costa...", enumera. Los vecinos vivieron de cerca guerras que "arrasaban con todo" y tuvieron entre sus huéspedes más ilustres al emperador Carlos V, que, según se dice, pernoctó en Lanestosa tras desembarcar en Laredo. Puede que los días 9 y 10 de junio vuelvan a verle.