Síguenos en redes sociales:

Marcelo Gangoiti, sentido común

El escritor Fidel Presa se rinde a la bonhomía del fundador del centro de formación Somorrostro

Marcelo Gangoiti, sentido común

DICEN que el sentido común es el menos común de los sentidos, aunque como en toda regla hay siempre excepciones. Una de ellas sin duda es el caso de Marcelo Gangoiti Urrutia, un sacerdote mungiarra que con apenas treinta años llegó a Muskiz en 1941 y que valiéndose de su extensa formación académica, su bonhomía y una conciencia cristiana imbuida por la entonces progresista doctrina social de la Iglesia, puso en marcha en esta localidad del oeste de Bizkaia su propia revolución socioeducativa, cuyo espíritu perdura hoy en el Centro de Formación Somorrostro.

"Ante todo hay que señalar que Marcelo Gangoiti era un personaje adelantado a su época, un hombre que aún hoy nos parece moderno y que hace 60 años proclamaba y escribía cosas como que la educación es la palanca del cambio o que la igualdad de oportunidades solo vendrá de la mano de una educación universal", relata el deustoarra Fidel Presa, escritor de una "biografía inacabada" -como el mismo la define- sobre este mocetón de casi metro noventa de altura y una capacidad inagotable para llevar adelante su idea de lograr para los niños de Muskiz y de la Zona minera un futuro más allá del peonaje en las minas o la industria de la margen izquierda del Nerbioi-Ibaizabal.

Hijo de baserritarras acomodados -su madre contaba con un legado de varios caseríos con renteros en Mungialdea-, Marcelo pronto encaminó sus pasos hacia el sacerdocio como hicieron antes otros varones de su familia. Instruido en el seminario de Gaztelu-Elexabeitia y Vitoria-Gasteiz, Marcelo se ordenó sacerdote el mismo año que su buen amigo y ejemplo a seguir en su posterior emprendizaje en el mundo de la educación -Jose María Arizmendiarrieta-, impulsor del hoy reconocido movimiento cooperativo de Mondragón.

Barandiaran Ambos entraron juntos al seminario gasteiztarra y ambos compartieron las enseñanzas de algunos de los más reconocidos eruditos de la época como Aita Barandiaran, Manuel Lekuona, Juan Thalamás o Joaquín Goikoetxeandia. "Buena parte de aquellos jóvenes seminaristas formaron una generación clónica que estuvo muy marcada tanto por la defensa y promoción de la cultura vasca como del desarrollo de las encíclicas de León XIII y Pío XII, las cuales constituyeron el eje vertebrador de la doctrina social de la Iglesia que marcaba la necesidad de atender las necesidades espirituales de los fieles, pero también sus otras necesidades, entre ellas la formación", explica Fidel Presa quien expresa sus reservas sobre el hecho de que su primer destino, en tierras de la montaña alavesa tuviera que ver con sus simpatías con el nacionalismo vasco.

"No quiere decir esto que su destino en La Lastra, en la frontera con Burgos no le apartara de los titulares por sus simpatías nacionalistas, pero bien es cierto que en aquella época, recién acabada la guerra y con una sola diócesis para todo el País Vasco, lo habitual era que el primer destino fuera a un territorio distinto al natural del sacerdote", apunta Presa, quien corrobora su aserto con el ejemplo del propio Arizmendiarrieta, que siendo de Markina fue enviado a Mondragón, o al propio párroco de San Juan cuando llegó Marcelo a Muskiz, que era guipuzcoano.

Sea como fuera, el por qué se le destinó a Muskiz, Presa tiene claro que fue una bendición su llegada a un pueblo "deprimido en el que las heridas de la guerra, que había acabado hacía cuatro días como quien dice, aún eran latentes con muchos cabezas de familias muertos, en campos de trabajo o exiliados, con una economía en la que las minas ya no daban para casi nada y en un paisaje donde no quedaban más que tierras removidas y montes pelados", señala Presa.

Es este panorama general el que observa Marcelo Gangoiti en el verano de 1941 cuando llega a Muskiz, un destino no especialmente apetecible y que le hace exclamar a su madre: ¿Marcelo, qué has hecho para que te manden allí", según reseña Presa en su libro, prologado por el Obispo de Bilbao, Mario Iceta. "Hay que tener en cuenta que en aquella época, para la gente del interior, Bizkaia se acababa poco más o menos en Erandio, y la margen izquierda era un lugar donde, sí, se extraía mineral y había fábricas, pero era un zona plagada de ateos y anticlericales, socialistas y comunistas poco dados a ponérselo fácil a los sacerdotes", plantea Presa.

Sin embargo, Gangoiti acepta el envite y muy pronto se da cuenta de que lo primero que tiene que hacer es conocer a su feligresía y siguiendo las enseñanzas de Thalamás hace un amplio estudio sociológico del pueblo en el que, entre otras cosas, descubre la existencia de más de 2.000 peones que trabajaban en las minas y en las industrias, y un escaso nivel académico de los alumnos "que entre otras cosas les cierra las puertas a las escuelas de aprendices, que por aquella época funcionaban en las grandes empresas", destaca Presa.

Ambas lecturas le llevaron a Marcelo Gangoiti a desarrollar una intensa labor para mejorar las condiciones de ambos colectivos.

Para los obreros removió todos los resortes imaginables para lograr que se electrificara la línea de tren de Renfe hasta Muskiz, algo que se logró en 1953. "Hasta entonces los peones tenían que ir hasta Ortuella en el Triano, un tren minero de vía ancha de la Diputación Foral que fue nacionalizado por el franquismo al acabar la guerra civil, lo que les obligaba a permanecer fuera de casa casi 16 horas contando el penoso viaje de ida y vuelta".

El otro gran logro de Marcelo Gangoiti, el cual le valdría la distinción como hijo predilecto de Bizkaia, comenzó a fraguarse en el año 1947 de la mano de los treinta alumnos que después de sus clases en el colegio público de la localidad iban a prepararse a los bajos del actual edificio consistorial.

"Hay que tener en cuenta que en estos primeros tiempos Gangoiti logró que los profesores también hicieran horas extras y gratuitas para llevar adelante algo que hoy nos parece lógico, pero que hace 60 años era toda una declaración de intenciones. Hay que cultivar la inteligencia y cuidar el capital humano que es el más valioso".