El I+D+i del narcotráfico
La innovación llega hasta el sector del tráfico de drogas y los traficantes se ven obligados a ingeniar originales sistemas para trasladar la mercancía sin ser descubiertos
Bilbao
Quien piense que la vida de traficante es una vida desahogada y placentera está muy confundido. El tráfico de drogas está fuertemente penado, con condenas que pueden oscilar entre los 2 y los 6 años de cárcel. Por ello, quienes optan por este método fácil de enriquecerse se ven obligados a agudizar el ingenio, a veces, hasta límites insospechados. A esto se suman la experiencia y la insistencia de las autoridades, que se esmeran en no facilitar el trabajo a los traficantes. Además, los avances tecnológicos posibilitan crear novedosos e intensos métodos de seguridad y obligan a los camellos a discurrir originales y creativas formas para evitar ser descubiertos mientras tratan de introducir la droga por el territorio. Aun así, siempre aparecen nuevas fórmulas con las que lograr sus objetivos. Casualmente, entre las últimas incautaciones realizadas por los diferentes cuerpos policiales se han descubierto métodos, si no nuevos, al menos curiosos, de portar la droga. En esta lista aparecen casos como el del clan de La Chata que utilizaban botes de ketchup, mostaza y otros, para esconder cocaína; o la denominada operación Manolos, una banda que moldeaba la droga en forma de zapatos o simulando los circuitos electrónicos de diferentes aparatos para que no fuera detectada por el escáner del aeropuerto. Precisamente, los aeropuertos, así como los grandes puertos de mercancías, son los puntos clave por donde los narcotraficantes tratan de colar la droga. Incluso, han llegado a emplear, además de embarcaciones habituales, los llamados narcosubmarinos, que no es más que utilizar submarinos para depositar en un punto estratégico la mercancía, que más tarde es recogida por otras lanchas. Sin embargo, también existe una tendencia mediante la cual se emplean empresas de paquetería y mensajería que, sin saberlo, se encargan de introducir la mercancía procedente de los países de origen. Y es que estas empresas no tienen obligación de tener constancia de cuál es el contenido de los paquetes que transportan.
Un ejemplo de ello tuvo lugar el pasado 14 de noviembre, fue la operación Tablón. Tres ciudadanos italianos fueron arrestados en Bilbao cuando trataban de introducir 51 kilos de cocaína "de gran pureza" en el interior de nueve tablas de surf. Los tablones, de diferentes tamaño, llegaban a través de una empresa de mensajería procedentes de Chile. Cada una de las tablas portaba en su interior entre 5 y 6 kilos de cocaína, colocadas de forma longitudinal junto a la guía de madera central de las tablas.
Puede parecer un método original, pero ha sido utilizado en varias ocasiones. En septiembre de 1988 se incautaron en el aeropuerto de Barajas 52 kilos de cocaína camuflados en dos tablas de windsurf, un alijo que habría alcanzado un valor de 2.500 millones de las antiguas pesetas en el mercado. Aunque no hace falta irse hasta la capital del Estado para encontrar antecedentes similares. También la Policía Municipal de Bilbao decomisó cerca de 250 kilos de hachís oculta en varias tablas de surf. Como en el caso de los italianos, en esta ocasión habría sido imposible utilizar las tablas para practicar surf, ya que, debido al peso de la mercancía que portaban en su interior, no podían flotar.
En botes de ketchup Los dos últimos grandes golpes al narcotráfico, vinieron de la mano de la Ertzaintza, ambos, en colaboración con la Guardia Civil. El clan de La Chata cayó el pasado mes de abril. Fue otra de las operaciones más importantes en las que desarticularon esta banda organizada a nivel internacional, integrada por ocho delincuentes peruanos y colombianos. Esta red introducía a través del aeropuerto de Barajas maletas con cocaína procedentes de Perú. En total, se incautaron 45 kilos de cocaína de gran pureza. Lo curioso es que la cocaína venía en pasta, en roca, en polvo o líquida. Droga camuflada en envases de ketchup, mostaza, cacao en crema, escondida en botes de crema hidratante o impregnada en prendas de vestir; esta era la táctica empleada por el clan de la Chata. "Los botes llamaban la atención porque no creo que la diferencia entre el ketchup o la mostaza peruanas y las vascas sean tan grande como para tener que traérsela desde allí", bromeaba uno de los agentes que llevó a cabo la investigación.
El otro gran golpe ejecutado por la Policía vasca, fue bautizado como operación Manolo, en alusión a uno de los métodos empleados por la banda. Y es que durante cerca de dos años introducían la cocaína moldeada en forma de zapato de mujer, simulando los modelos del conocido diseñador Manolo Blahnik. En esta ocasión la droga entraba por el aeropuerto de El Prat en Barcelona desde Colombia y con destino Bizkaia. Además de en forma de zapatos, la droga llegaba a Bizkaia como si de placas base y de circuitos integrados se tratasen. Mimetizados a la perfección con el resto de componentes electrónicos y camuflados en los recovecos de Play Station y XBox, de altavoces para IPhone y de router. "En cada aparato había en torno a un kilo de droga. Además, venía revestida con un papel empleado en los componentes electrónicos que dificultaba aún más su percepción al pasar por el escáner", indicaron fuentes de la investigación.
En abril de 2010, varios traficantes se tomaron el trabajo de tunear un camión con publicidad y los logotipos del París-Dakar, lo equiparon con el material necesario para participar en el rally y hasta se vistieron con la ropa oficial de los pilotos. Al parecer, los camellos lo planearon todo al milímetro. Incluidos los 32 dobles fondos donde ocultaron los 814 kilos de cocaína que pretendían distribuir en Ibiza. Sin embargo, la gran carrera que habían planeado se truncó a su llegada al puerto de Bilbao, donde la Policía Nacional intervino el vehículo y detuvo a dos de los siete presuntos narcotraficantes implicados.
Recientemente, el pasado mes de noviembre, la Policía Nacional desarticuló una banda de muleros que utilizaban niños y bebés para introducir cocaína por aeropuertos europeos. La policía detuvo a 20 personas, 16 de ellas en el Estado, e intervinieron 11 kilos de cocaína. Los muleros volaban desde Sudamérica con cantidades de estupefacientes que oscilaban entre 1 y 5 kilos. Empleaban a los menores como cobertura para no levantar sospechas e incluso para ocultar la droga dentro de sus pañales o adherida a sus cuerpos, así como en maletas con doble fondo.
Los muleros Las personas encargadas de introducir la droga se denominan mulas en el argot policial. Una de las formas más habituales mediante la cual introducen la droga es utilizar sus propios cuerpos, con el consiguiente riesgo para su salud y con el peligro de ser apresados por la policía. Por ello, muchas veces contactan, en países latinoamericanos, con personas que se disponen a viajar a Europa para ofrecerles dinero a cambio de que transporten la droga. "Normalmente, emplean preservativos para aislar la droga y se la introducen en el recto o, en el caso de las mujeres, en la vagina", matiza Txema López, oficial de la Unidad Antidroga de la Policía Municipal de Bilbao. Algunos casos anecdótico por lo extravagante de la situación es cuando los agentes localizan estupefacientes en los pliegues que se formaban en carne de persona obesas, que utilizan los michelines para esconder las dosis de droga. Según el oficial, en estos casos también es "normal" encontrar dosis prendidas con una horquilla en el pelo.
En un registro rutinario, por la propia dignidad de la persona, es difícil localizar la droga en estos sitios. "Son casos concretos, cuando sabemos que esa persona trafica y que lleva las dosis justas encima y cuando las vende va a por más", clarifica el oficial.
Las sustancias que habitualmente decomisa la policía en estos registros es cocaína y heroína. " Las penas son muy importantes y los traficantes tienen que agudizar el ingenio porque, de lo contrario, es muy fácil detectarlos. Por eso se lo tienen que trabajar y ser originales porque la propia experiencia de los agentes juega en su contra", interpretaba López.
Son numerosos los lugares curiosos o poco habituales en los que la Policía Municipal de Bilbao ha localizado sustancias estupefacientes durante sus registros corporales y domiciliarios. "Varias veces hemos encontramos droga, por ejemplo, en los botes de papilla para bebés o en tarros de crema facial y de cosméticos, porque creen que son sitios donde no vamos a mirar". En los pisos localizan zulos preparados en los bajos de las camas. "Tenían un agujero en la viga de madera de la cama, con una apertura por un costado. Al mirar debajo de la cama solo se apreciaba la viga, pero dentro estaba hueca para introducir la sustancia", ilustra el agente.
Otros lugares donde, en principio no mira la policía, son los paquetes de tabaco. Por ello, según relata López, los camellos lo utilizan en más de una ocasión para transportar cocaína y heroína. "Se tomaron el trabajo de vaciar todos los cigarrillos de un paquete y rellenarlos con la droga para poder portarlos tranquilamente". Y en el caso de pequeñas cantidades o de dosis sueltas, los traficantes utilizan los mecheros -"vacían la carga de gas e introducen la droga"-, en las cinturillas y bajos de los pantalones o las lengüetas de las zapatillas.
En los registros efectuado por la policía Local en controles en carretera, han llegado a encontrar un pequeño zulo, inapreciable a simple vista, en la guantera de un vehículo para guardar la mercancía. "En estos registros, los lugares típicos son la guantera o debajo de la rueda de repuesto", indica el oficial. En los registros en locales hosteleros, la Unidad Antidroga ha decomisado cocaína escondida dentro de las latas de refrescos vaciadas previamente. "En un bar es normal ver latas de refrescos, por eso, aparentemente, es un sitio donde no miraríamos", explica.
Métodos de hoy y de siempre Los métodos que los traficantes utilizan hoy en día pueden parecer de lo más novedosos. Sin embargo, el empeño que los narcos emplean en el I+D+i de sus negocios, no siempre es tan moderno e innovador. Ya en 1989 los traficantes utilizaban artimañas tan sugerentes como introducir 13,5 kilos de hachís en una fuente de barro, camuflar el fuerte olor que desprendían 111 kilos de marihuana cubriéndolos de pescado putrefacto o, una idea más apetitosa, esconder 7 kilos de cocaína entre panelas, unos dulces de miel típicos de Colombia.
Métodos tradicionales como un doble fondo en un maletín son de sobra conocidos y se siguen utilizando hay en día. En 1987, varios traficantes trataron de sofisticar la técnica disfrazándose de pilotos de líneas comerciales. Los camellos trataron de introducir en el Estado tres maletines con 11 kilos de cocaína cada uno haciéndose pasar por pilotos.
En la década de los ochenta, un joven vizcaino se autoenvió desde Bélgica un libro con 4.000 dosis de speed en su interior. Para ello, recortó un rectángulo en todas las páginas del libro creando un hueco en el interior donde introdujo la droga. Por su parte, una banda de narcotraficantes trató de introducir varias dosis de cocaína en el interior de sprays a través del antiguo aeropuerto de Sondika. Estatuíllas de madera rellenas de cocaína, láminas plastificadas de cocaína entre la goma y la moqueta de una alfombra o tres kilos de cocaína repartidos en cientos de pajitas para refrescos son otros de los métodos a los que se recurre para tratar de burlar los controles.
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