GAUTEGIZ ARTEAGA. Los territorios que pinta Jesús Mari Lazkano no existen. Lo cual es una lástima. Nacen en su imaginación y, aunque nunca podrán ser tan bellos como las creaciones de la propia naturaleza -algo de los que es consciente el propio artista-, a veces provocan el anhelo de introducirse en ellos para disfrutarlos, por su hermosura. Treinta años de trayectoria cargada de obras, premios y reconocimientos avalan los méritos de Lazkano para recibir el DEIA Hemendik Bizkaia Saria. Su condición de guipuzcoano -nació en Bergara en 1960- no ha sido óbice para ello, ya que además de "vivir más tiempo en Bizkaia, porque salí de Bergara a los 17 años", reside en Gautegiz-Arteaga desde hace más de dos décadas.

Allí, en su propia vivienda situó su estudio de trabajo, que más tarde trasladó a Busturia. "Vivo en la margen derecha pero trabajo en la izquierda", ilustra, para añadir que así controla toda el área de Urdaibai. En la Reserva de la Biosfera encuentra Lazkano no solo su inspiración para la pintura sino también la inspiración vital. "Van indisolublemente asociadas", remarca. "Tengo la necesidad de encontrarme en un paisaje que realmente tenga energía, capacidad de sugerencia, posibilidades de encontrar pequeños paraísos que sean lo suficientemente abiertos para que me permitan imaginar, y creo que Urdaibai cumple esos requisitos".

Aunque ha realizado obras pequeñas como cuatro sellos de correos en 1991 -además de cuadros de tamaños reducidos- su forma de expresión, "donde la acción de pintar, de desenvolverte y moverte en una pieza de gran formato, te ofrece un desarrollo manual y táctil", le motiva a realizar grandes composiciones, como el Bilbo MMX - de 12,5 x 72 metros- para el stand de la villa en la Expo de Shanghai o su última obra, el mural que preside el hall de la Torre Iberdrola en Bilbao. "Ha sido un año de mucho trabajo, ya que el mural lo he estado pintando hasta el verano", inicia su relato Lazkano. "Desde entonces estoy preparando relaciones para abrir mis horizontes, sobre todo centrándome en China para hacer algo allí en 2012", anuncia. "Estoy en el paso de página, que no de libro, incorporando al imaginario nuevas imágenes, nuevos problemas pictóricos, nuevos formatos... Es un punto interesante, uno carga pilas y empieza a organizar las siguientes series", revela el artista bergararra.

Esta incursión en China no será la primera en el gigante asiático, ni tampoco en otros países, ya que la obra de Lazkano ha lucido con anterioridad en Italia, Estados Unidos, Francia, Suiza, Indonesia, además de en Madrid y Barcelona, o en el Bellas Artes y el Guggenheim en Bilbao. En todos esos lugares han podido disfrutar de esos paisajes aparentemente reales, aunque sean imaginarios, en cuya ambigüedad el artista crea situaciones nuevas. Paisajes naturales o arquitectónicos. O ambas cosas a la vez. "Siempre me he movido en esos dos polos. Dos caminos que muchas veces se cruzan y dan vía a series en las que la arquitectura se integra en el paisaje o en las que el paisaje va invadiendo referencias arquitectónicas. Un doble camino con cruces y encuentros", explica.

Urdaibai, como Reserva de la Biosfera, bien podría ser una metáfora de ese espacio de encuentro, donde la naturaleza y la arquitectura creada por el ser humano confluyen y se llevan bien. "La característica de Urdaibai es que recoge la propia esencia del paisaje. Podemos encontrar desde la costa, los arenales, Ogoño, Izaro, estar en Laida viendo el Mugarra, Gorbea...", relata Lazkano. Un espacio que no solo posee su paisaje, sino también su historia. "Saber que este entorno ha sido habitado y construido desde la prehistoria, de alguna forma me une todavía más al paisaje y a la propia historia, y hace que me sienta cómodo y en tensión creativa". Una creatividad que genera bellos territorios de lienzo.