Bilbao. Dicho y hecho. Los defensores del derruido gaztetxe Kukutza III prometieron tras su derribo no darse por vencidos y así lo han cumplido. Ayer, 27 personas, pertenecientes al colectivo de Kuku-tza, entraron y se atrincheraron en el interior de una antigua fábrica textil abandonada desde hace años en el número 27 de la carretera Rekalde Larraskitu. Fuera, efectivos de la Brigada Móvil de la Er-tzaintza, ariete y mazo en mano, trataban de tirar la puerta abajo para sacar a los okupas ante la atenta mirada de cientos de compañeros y vecinos del barrio. Finalmente, los 27 okupas fueron desalojados y tras identificarlos e imputarles un delito de usurpación de inmueble por la fuerza, fueron puestos en libertad.
Una vez más, los vecinos de Rekalde salieron a sus ventanas alertados por los gritos. Y al hacerlo, una vez más, contemplaron las calles de su barrio cortadas por vehículos policiales. Frente a estos, una vez más, defensores del gaztetxe jaleaban a sus compañeros encerrados en el interior de un antiguo edifico. El ruido de los golpes y los gritos trajeron ayer a Rekalde recuerdos de los sucesos acontecidos el pasado mes de septiembre. Afortunadamente, ayer no se vivieron situaciones extremas como las de hace apenas unos meses.
La antigua fábrica textil, ubicada en la carretera Rekalde Larraskitu y que hace años albergó el gaztetxe Kukutza II, volvió a ser ocupada por los defensores de este movimiento. "Cuando este edificio era Kukutza II, el Ayuntamiento obligó a los miembros del gaztetxe a irse porque había bidones con material contaminante en su interior. Es gracioso, porque echaron a la gente, pero los bidones siguen ahí", criticaba una vecina.
Ayer, en torno a las 17.30 horas, los activistas del gaztetxe accedieron al interior del inmueble y atrancaron la puerta "lo mejor posible" para complicar la entrada a los agentes. Su intención, "aguantar hasta que la policía consiga entrar, pero siempre de forma pacífica y sin oponer resistencia", explicaron a DEIA los jóvenes una vez desalojados. "Han entrado alterados, gritándonos que nos pusiéramos contra la pared con las manos en alto. Nos iban identificando a todos, pero no nos han comunicado si nos imputaban algún delito", aseguraba una de las jóvenes.
Limpiando Dos horas y media. Ese fue el tiempo que pudieron permanecer en el interior de la fábrica abandonada hasta que la Ertzain-tza conseguía entrar. Durante ese tiempo no estuvieron cruzados de brazos. "Hemos estado limpiando. La verdad es que nos hemos metido un curro de la leche quitado mucha porquería, y cuando hemos oído los golpes de la policía que intentaba entrar, nos hemos ido todos a una habitación contigua y hemos esperado sentados a que llegaran", afirmaron dos de los okupas.
Mientras, en la calle Larraskitu, las furgonetas de la Brigada Móvil y los vehículos de la Policía Municipal de Bilbao cortaban la calle. Los agentes emplearon mazas y arietes para intentar echar el portón abajo o abrir una vía por donde poder entrar. La situación se tensó cuando, debido a los golpes de los agentes, un trozo de la cornisa se desprendió, cayendo a escasos centímetros de los policías. Alertados por el impacto, los ertzainas creyeron que las personas atrincheradas en el interior del edificio les arrojaban objetos, como sucedió en el anterior desalojo, por lo que comenzaron a lanzar pelotas de goma. "Luego diréis que os han tirado ladrillos", criticaban los ciudadanos apostados en la esquina de enfrente, quienes, de tanto en cuanto, voceaban palabras de ánimo para sus compañeros y críticas para los agentes. Tanto es así, que varias personas fueron identificadas e imputadas por proferir insultos y faltar al respeto a los agentes. "Alicate, le he llamado alicate al ertzaina porque no dejaba pasar a una señora a su portal. Por eso me han identificado", decía uno de los imputados.
Apoyos El número de vecinos y simpatizantes de Kukutza se incrementó progresiva y vertiginosamente con el paso de los minutos. Como una llamada de auxilio de los compañeros que resistían en el interior del edificio, los defensores del movimiento llegaban de todas direcciones y, en menos de una hora, un centenar de personas se apostaba en un mismo punto.
Mientras, ante la imposibilidad de forzar el portón, los ertzainas optaron por abrir un butrón en la pared. Un agujero de un metro de diámetro a un metro del suelo. A las 19.50 horas, los primeros agentes accedieron en el ya bautizado como Kukutza IV. Antes, se abrieron camino lanzando varias pelotas de goma por el orificio, a lo que los testigos respondieron con abucheos y una sonora pitada. A las 20.30 horas, después de identificarles, los okupas eran desalojados. Primero salió un grupo de 12 personas a quienes los agentes dirigieron hacia la multitud que observaba. Una vez allí, les dejaron ir entre los aplausos de sus simpatizantes. Poco después, salió la segunda y última tanda. Eran quince personas. Como sus compañeros fueron conducidos en silencio y en fila india hasta el lugar donde se concentraba el resto. En esta ocasión, además de con aplausos, recibieron a sus compañeros con abrazos. Después, al contrario del temor de autoridades y vecinos, la concentración se disolvió de forma rápida y pacífica.