Huele a tiza en el ambiente de un septiembre que siempre ha sido el mes de los nuevos cursos. Rotos los cristales del verano, comienza ahora este estoico ramadán de meses encadenados en los que el trabajo es - ¡y ojalá lo siga siendo, salvo que la diosa fortuna nos toque en el hombro!- el pan nuestro de cada día.
Es una inercia sin escapatoria así que más vale celebrar el regreso antes que afligirse y entregarse a la Cofradía de la Queja Perpetua, donde tantos costaleros del lamento profesan. Se oye estos días tanta tribulación, tanta jeremiada y tanto lloriqueo que es de agradecer una fiesta por volver al currelo. La acaban de celebrar en los locales de la Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao, donde Amagoia y Asier Loroño campan a sus anchas y a sus estrechas, pues ellos son timoneles y grumetes de ese navío. En la fiesta, amenizada en lo sonoro por las bilbainadas del grupo Beti Aurrera y en lo culinario por las delicatessen de Joaquín Robredo, dueño del Rimbombín e Ilustre Bilbaino, hicieron acto de presencia José Bustamante, la ganadera de bravo, Dolores Agirre, el arquitecto Jesús Aldamiz, Lorena Cartagena, Estíbaliz Correa, Blanca Bustamante, Beatriz Marcos, Irune Lejarreta, Izaro Zarraonandia, Iñigo Uriarte, Javier Agirre y un buen número de amigos de la casa que acabaron sumándose al coro de bilbainadas donde se escuchó la pieza Alma de león, una bilbainada dedicada a Gaizka Toquero o De Durango vino a Bilbao, dedicada a Iñaki Azkuna.
En el local, engalanado para la ocasión, pudieron escucharse, ¡cómo no!, compases de acordeón con Isabel Martínez, Iluna Uriarte, Begoña Gómez, Olaia Azaceta o Arantza Camarero, entre otros muchos intérpretes, al aparato. Antes, Iñaki Ormaetxe había desgranado la nueva aventura que hoy emprenden la Orquesta Sinfónica de Acordeones y la escuela de acordeón y música Loroño. Anunció tesón y sorpresas, música en directo y mucho corazón en los fuelles.