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"En las cuevas atendemos al herido muchas horas, con frío y a oscuras"

Diego Dulanto, espeleólogo y anestesiólogo en el hospital de Basurto, lleva más de 20 años colaborando en rescates de espeleología con la Unidad de Montaña de la Brigada Móvil de la Ertzain-tza. "Es gratificante la complicidad que existe entre los rescatadores", apunta

Bilbao. ¿Cuándo comenzó su afición por la espeleología?

Desde la infancia. Soy espeleólogo desde los 16 años, empecé a entrar en este mundo de las cuevas en la zona de Oñate, cerca de Bergara. Después estudié la carrera de Medicina y al terminar comenzaron las colaboraciones.

¿Hace cuánto colabora?

Más de 30 años. Pero con el grupo de rescate de montaña de la Brigada Móvil de la Ertzaintza, desde hace unos 20 años. Conozco a diferentes grupos de la brigada; hemos tenido rescates dentro de la Comunidad Autónoma Vasca y en ocasiones hemos sido requeridos en otras comunidades como Aragón, Cantabria...

Afortunadamente, se producen pocos accidentes de este tipo.

Los accidentes en simas y cuevas son poco frecuentes. Precisamente, son noticia por eso, por su infrecuencia. A pesar de ello, el pasado 4 de agosto tuvimos una prealerta de SOS-Deiak en el sistema de cuevas de Atxuriaga, en Galdames. Dos espeleólogos estaban haciendo una travesía entre la Buena y el Bortal, y no habían salido a la hora en la que se suponía que iban a hacerlo.

¿Qué pasó?

Se prepararon los equipos de la Er-tzaintza y de espeleosocorro vasco. Nos avisaron, a mí como médico, y a otra serie de expertos que están dentro del organigrama. Afortunadamente, no hubo heridos. La situación se solucionó y en torno a las 23.30 horas salieron y se desconvocó la alerta.

Esta fue una falsa alarma, pero no todos los rescates acaban igual.

Lamentablemente, no. Recuerdo una intervención en Araba, en la cueva de San Miguel el Viejo. Hubo una gran crecida y atrapó a un par de excursionistas que estaban visitando la cavidad. Uno de ello tuvo la desgracia de no salir. A pesar de la crecida los equipos de rescate conseguimos llegar, pero no pudimos entrar; era imposible y el muchacho se ahogó. Esa fue una situación dramática, pero en la mayoría de las intervenciones hemos rescatado a la persona con éxito. Muchas veces la medicalización soluciona prácticamente el rescate; si alguien se luxa un hombro puede bajar del monte, pero difícilmente podrá salir de una cueva.

Son actuaciones muy complicadas en las que intervienen muchas personas, mucho material y se dilatan en el tiempo. ¿Requieren mucha organización?

Sí. Los años de experiencia nos dicen cómo debemos actuar. Tratamos de improvisar poco o nada, y seguimos un organigrama de funcionamiento. El grupo de rescate de la Ertzaintza llega normalmente primero, realizamos una primera evaluación, la primera asistencia al accidentado y comunicamos al exterior cuáles son las dificultades del rescate para preparar a los equipos necesarios.

¿Qué material utiliza?

El equipo cambia dependiendo del tipo de cueva. No llevamos lo mismo a una cavidad acuática en la que vamos a mojarnos que a otra. Hay que llevar sistemas de protección contra el agua, neoprenos... Tampoco llevamos lo mismo en invierno que en verano.

¿Las características de la cueva modifican la actuación?

Por supuesto, no es lo mismo trabajar en una cavidad horizontal que en una vertical, ni es lo mismo tratar al herido lejos de la boca de la cueva, que cuando está más cerca. Siempre me quedo con él hasta que es rescatado.

¿Y cuánto tiempo puede permanecer con el herido?

Depende de la situación. A veces el propio estado del herido no permite realizar la evacuación con rapidez. Hay que superar estrecheces, pozos verticales, galerías... Eso puede alargar el rescate. Estamos con el herido muchas horas, e incluso días, con frío y a oscuras. De principio a fin.

La confianza con el equipo de rescate es imprescindible.

Es importante conocer al equipo con el que se realiza un rescate. Una de las cosas más gratificantes es el conocimiento entre nosotros mismo. Hemos trabajo en diferentes intervenciones y simulacros, nos conocemos bien y sabemos cómo funcionamos cada uno. Tener una buena relación es muy importante. Evita problemas y malentendidos, y ayuda mucho a sobrellevar situaciones complicadas de cansancio, de estrés, de frío...

¿Hay muchos médicos expertos en espeleosocorro?

No. Es una disciplina deportivo científica que tiene menos adeptos de lo que puede tener la montaña. Con lo cual, el número de médicos preparados para este tipo de rescates se va reduciendo.

¿Y en Bizkaia?

Hay alguno, gente más joven que está empezando. Sobre todo diplomados de Enfermería que han empezado a adentrarse en este mundo y que vamos formando, pero no son muchos. Yo como anestesiólogo soy el único.

¿No hay un relevo generacional?

Espero que cuando nosotros dejemos esta actividad haya otros equipos que puedan aprovechar todo el trabajo que hemos realizado durante estos años. Porque estas situaciones en las que hay que mover muchísima gente y recursos sirven de preparación para otras situaciones de tipo catastrófico. Un rescate en una cavidad, en una cueva o en una sima son situaciones muy hostiles, muy complicadas y que todo el mundo teme.

¿Cómo logra compatibilizar el espeleosocorro con sus funciones como anestesista en el hospital de Basurto?

Yo no me voy del trabajo. Cuando hay una emergencia, me llaman. Mi trabajo en el hospital lo pueden hacer muchos compañeros, pero fuera de aquí no hay muchos médicos expertos en espeleología. Por eso, el hospital ya sabe que ciertas personas podemos ser requeridas ante estas situaciones extraordinarias. Comprenden que haya personas que, además de ser voluntarias, dediquemos parte de nuestro tiempo a socorrer a otras personas en dificultades extremas.