Por mar, tierra o aire. Cualquier medio vale para viajar, conocer, vivir nuevas experiencias y, sobre todo, para disfrutar. De eso saben, y mucho, dos parejas de la comarca que, un buen día decidieron hacer las maletas, o mejor dicho, enfundarse las mochilas, con el mundo por destino, para cumplir un sueño y vivir esa aventura que, sin duda, recordarán toda la vida.
La zornotzarra Lorea Ortiz y el durangarra Ibon Irigoien, por un lado, y por otro, los elorriotarras Urdin Ugarte e Izaro Martínez. Hace tan solo unos meses que aterrizaron en Durangaldea después de varios meses de periplo por distintos países y continentes. Aunque ambas parejas comparten sensaciones, experiencias y muchos de los países por los que han pasado, cada una de ellas optó por un modo muy diferente de recorrer mundo, que a cada uno de ellos les ha aportado su propia vivencia personal.
Ahora, estos viajeros y aventureros están narrando el relato de su vuelta al mundo en la casa de cultura Txanporta de Abadiño, dentro de la segunda edición del programa municipal Bidaiatu Tan Tan. Urdin e Izaro ya compartieron su experiencia, 1.000 milla, el pasado 3 marzo; mientras que Lorea e Ibon lo harán el próximo día 24, a las 19.00 horas. En este ciclo de charlas sobre viajes, también tomarán parte los abadiñarras Azibar Villa y Maite Ibaibarriaga que, el 17 de marzo, de nuevo a las 19.00 horas, hablarán de su experiencia en ciudades y aldeas de Tailandia.
Durante este mes de marzo, por lo tanto, los amantes de la aventura tienen en Durangaldea una ocasión excepcional no solo para compartir sus experiencias viajeras, sino también para disfrutar y por qué no, tomar alguna que otra nota y consejos con los que poder planificar futuros viajes. En esta ocasión, las aportaciones de viajeros de la comarca abarcan una veintena de países vividos y disfrutados de diferente manera por sus protagonistas.
Vivir aventuras
Dos modos de viajar
Ibon y Lorea partieron desde Loiu, en junio de 2009, provistos del billete denominado Vuelta al mundo, "que se ajustaba bastante a nuestra idea de dar la vuelta al mundo literal", destaca Lorea. El primer destino, fue el continente americano. Durante varios meses, se pasearon por la costa oeste de Estados Unidos, Perú, Bolivia, Brasil, Argentina, Chile e Isla de Pascua, para, posteriormente, dar el salto a Asia y Oceanía, donde recorrieron Australia, Nueva Zelanda, Isla de Tonga, China, Vietnam, Laos, Japón, norte de India, y Nepal desde donde, doce meses después, en junio de 2010, volvieron a casa, cargados de experiencias y con la satisfacción de haber cumplido con una ilusión que llevaba tiempo rondando en sus cabezas. "Desde muy jóvenes nos ha gustado viajar, tanto en el entorno más cercano como en viajes más lejanos, y nos planteamos que sería toda una experiencia poder hacerlo por un periodo de tiempo más largo", destacan.
La oportunidad que tanto deseaban llegó y no dudaron en aprovecharla. Comenzaron con la planificación del itinerario y todo lo que ello conlleva, como los seguros de viaje y la información sobre los visados necesarios y se decantaron por un recorrido que enlazaba puntos muy alejados, dejando el resto a su elección sobre la marcha del viaje.
Otro modo de viajar ha sido el realizado por Urdin e Izaro. El primero de ellos salió desde Elorrio el 10 de enero de 2009, y lo hizo en bicicleta, medio con el que, a lo largo de veinte meses, recorrió una veintena de países de Europa, Asia, América y Oceanía. Durante la primera etapa de su aventura atravesó sobre dos ruedas buena parte de Europa por la costa mediterránea hasta que, unos meses después, en Grecia, Izaro se sumó a la aventura.
Sobre sus cabezas también llevaba tiempo la idea de viajar y conocer otras culturas y formas de vida. "Siempre habíamos viajado por Europa y queríamos dar el salto cultural, ver cómo viven en otras partes del mundo", apunta Izaro. Y en esa aventura, no podía faltar la bicicleta, compañera inseparable en los viajes que hasta entonces habían realizado, junto a la tienda de campaña y un hornillo para cocinar.
Para ellos, viajar en bicicleta "es estar 24 horas al día en contacto con la realidad" pero, sobre todo, dicen que les aporta independencia. "Es una forma de viajar "a tu ritmo, sin horarios y que te permite acercarte a sitios no tan turísticos a los que, de otra forma, sería mucho más difícil llegar".