A las seis de la mañana del domingo José Antonio Abasolo ya estará colocando su género en su puesto asignado. Como todos los años no se perderá la primera feria del año en Enkarterri: la Txerriki Azoka de Sopuerta. Pero esta vez será única por varios motivos. Cumplirá medio siglo acudiendo a esta cita y, además, defenderá el título de Chacinero Mayor de Euskal Herria ganado el pasado año.
Para la ocasión transportará desde Balmaseda 100 kilos de chorizo, 30 de morcilla y panceta, y 25 de lomo que prepara con cuidado para que lleguen en perfectas condiciones. No en vano, "esta es una de las ferias con mayor prestigio; desde los último cinco o seis años no para de crecer", afirma.
Nada que ver con el ambiente que se encontró hace 25 años. Entonces el recinto, bastante más pequeño, se ubicaba cerca del colegio de San Viator. "No paraba de llover. Los puestos tampoco estaban tan preparados como ahora y cogimos una buena mojadura", recuerda. Otras cosas han evolucionado, como la importancia que hoy se concede al aspecto de los stands y los controles sanitarios a los que se someten los alimentos. Antes, en cambio "matábamos tres cerdos y la mitad no valía".
El del año pasado fue el primer premio gordo que recogió en Sopuerta. Ya había logrado los trofeos del certamen de chorizos y morcilla en otras ediciones. Todas las txapelas que acreditan sus triunfos cuelgan en el local de Balmaseda donde elabora los productos con un toque autóctono. Su secreto, "poner mucho cariño".
Es el ingrediente estrella que lleva aplicando toda la vida. A sus 75 años ni se le ha pasado por la cabeza la jubilación. "Esto me entusiasma desde que empecé", confiesa. Con 12 años ya vendía carne en el mercado de la Ribera de Bilbao.
De allí procede el apodo de Carnicerito de Ribera que utilizó más de una vez en el ruedo, porque los toros son otra de sus pasiones. En los años setenta y ochenta llenaba las plazas de Enkarterri en las fiestas de los pueblos e incluso pisó Vista Alegre como novillero en 1984. "Corté dos orejas y el rabo", rememora sobre aquella tarde. A día de hoy sigue atreviéndose con las capeas, demostrando una vez más su vitalidad. Y siempre que puede se escapa al sur. "He estado con mi amigo Valentín, que tiene un restaurante en Sopuerta, en la finca del marqués de Domeq en Jerez de la Frontera, relata. También conoce en persona a figuras de la tauromaquia de ayer y de hoy. Espartaco y Enrique Ponce son su debilidad. De este último guarda "una entrañable anécdota que revela su calidad humana". La cuenta con sus propias palabras: "Me llamó un amigo para que fuera a Laudio a ver torear a un chaval que apuntaba maneras. Me quedé impresionado y le saqué una foto. Muchos años después la enmarqué y se la acerqué al Ercilla en fiestas de Bilbao. Recuerdo que estaba comiendo con su mujer y le emocionó el detalle, ¡hasta me invitó a su casa!".
sus talos Siempre comparte estas vivencias con su mujer y sus hijos, que también echan una mano en el negocio familiar. Además de vender los productos de chacinería, los talos de los Abasolo son imprescindibles en cualquier feria vizcaina que se precie. Gangas de Zalla, San José en Güeñes, Ortuella, San Antontxus de Mungia, Lekeitio, Abadiño, Santo Tomás, y, por supuesto, Balmaseda. En todas partes José Antonio es conocido, asimismo, por donar la mitad del importe de sus premios en metálico a las asociaciones locales de jubilados. Este próximo domingo irá bien surtido a Sopuerta para que el ambiente no decaiga. Como dice el experto "si el talo se acaba, se acaba la fiesta".