Bilbao. Anna Perry (Essex, Gran Bretaña, 1947) halló a Vicente Ferrer en la India siendo una jovencita y nunca más se separó de él. La hasta entonces periodista unió su destino a una de las personas más admiradas dentro y fuera de la India. La figura de Vicente Ferrer, que abandonó este mundo en junio del año pasado, se engrandece cada día que pasa, debido a que su lucha contra la pobreza en la región de Anantapur le sobrevive gracias a la fundación que lleva su nombre. Vigía de su memoria y presidenta de la Fundación Vicente Ferrer, Anna sigue hablando en presente de quien fuera su marido. Incansable, visitó ayer Bilbao para acudir a una gala musical con el fin de recaudar fondos para continuar el trabajo con los intocables. Más de 1.600 personas solidarias llenaron anoche el Palacio Euskalduna.

¿Qué le ha traído por primera vez a Bilbao?

Tenía muchas ganas de visitar la ciudad en la que ya estuvieron Vicente y mi hijo Moncho. Me siento muy feliz de haber recibido la invitación de la Diputación de Bizkaia y del Ayuntamiento de Bilbao para asistir a la gala de música que va a beneficiar los proyectos de la Fundación Vicente Ferrer, especialmente un proyecto que tiene un interés muy especial para mí. Es un plan sanitario para formar comadronas y trabajadoras de salud. Me interesa mucho porque, hace muchísimos años, cuando no había enfermeras en los pueblos, yo era la persona que tuvo la iniciativa de dar formación para estas mujeres. En aquellos años todos los partos tenían lugar en las casas, y muchas mujeres y bebés morían durante el embarazo y al dar a luz.

¿Por qué es tan importante ese proyecto?

La labor de estas mujeres es muy trascendente. Acompañan a otras mujeres a los hospitales de la fundación. No solo cuidan a la mujer durante el embarazo, en el parto y también a sus niños. Es que desde hace unos años tienen mucha capacitación sobre la salud de las familias. Son mujeres de referencia para todos los profesionales sanitarios. De hecho, antes de ir a ver a las familias, los médicos acuden a consultarlas.

Usted siempre ha apostado por la formación y la autonomía de las mujeres. ¿Por qué?

Las mujeres indias son personas con mucha fuerza, tienen muchísima personalidad y carácter. Y son personas de confianza tanto para el Gobierno como para las diferentes ONG. Todos los proyectos, incluidos los microcréditos, se realizan a través de las mujeres, porque todos están persuadidos de que ellas van a utilizar el dinero para ayudar a sus familias. Todavía hay mucha discriminación contra las mujeres pero en los últimos cuarenta años su situación ha mejorado muchísimo en los pueblos donde trabaja la fundación. Antes ni siquiera salían fuera de casa. Ahora están organizadas y actúan en grupo. Así es como trabajamos, en contacto con grupos determinados como mujeres, discapacitados, ancianos... Esta pertenencia a una organización les da más valor en el seno de su familia, porque antes no tenían su propio dinero ni cuentas corrientes. Cuando no tienes dinero propio, no tienes poder. Aunque la situación de la mujer ha mejorado muchísimo, aún hay mucho que hacer. Este año la fundación ha organizado un equipo especial para luchar contra la violencia de género. En la India, que es una sociedad patriarcal, hay mucha discriminación y maltrato en las casas de los maridos. Personalmente no creo que sea solo un proyecto, sino un movimiento en el que tiene que participar la Fundación durante los próximos años, porque tenemos una buena relación tanto con hombres como con mujeres y con las autoridades y la policía, que son muy importantes en la lucha contra la violencia de género.

En los países desarrollados como el nuestro, el espíritu de la Navidad cada vez está más desdibujado y más ligado a las compras compulsivas. ¿Qué les llega a los "intocables" de Anantapur de nuestra Navidad?

Cuando yo comento las dificultades que tienen nuestros socios en Europa, en España, en el País Vasco, para apoyar a la fundación, en nuestros pueblos de Anantapur la gente aplaude muchísimo porque cree que vuestra cultura piensa en el sufrimiento de los demás y en cómo ayudarlos.

Sorprende, porque es un hecho que solo una minoría de la gente de los países desarrollados es solidaria.

No estoy de acuerdo. Son miles de personas en España las que nos ayudan. Vicente motivó a miles de personas sobre su responsabilidad para contribuir con lo que sea posible, aunque se trate de una aportación pequeña. La Fundación Vicente Ferrer cuenta con más de 145.000 socios que creen en esto. Es un hecho.

¿Qué opina la periodista que hay en usted del tratamiento que dan los medios de comunicación de la pobreza en el mundo?

Después de una emergencia, los medios hacen su trabajo, van y relatan lo que ven. Pero, después, se olvidan. Creo que deberían hacer más pedagogía de lo que hay que hacer después de la emergencia. Lo hemos visto en Haití. Un año después necesitan mucha ayuda. Los medios también se empeñan cuando aparece alguna noticia desagradable procedente de una ONG y dan mal nombre a todos los que están trabajando bien. Creo que, además, deberían dar importancia al hecho de que es posible erradicar la pobreza en el mundo. Normalmente, muestran muchas dudas, pero yo he visto personalmente que es posible erradicar la pobreza. Cuando llegamos a Anantapur dijimos que estábamos allí para siempre con el objetivo de erradicar la pobreza.

¿Cree que usted va a llegar a ver la desaparición de la pobreza extrema de Anantapur?

Sí, hay sitios en los que veo que ya está desapareciendo la pobreza y que hay mucha más igualdad.

¿Qué ha puesto usted de su personalidad en la Fundación?

Decía Vicente que éramos el latino y la sajona. Él era el visionario, el que quería hacer más cosas, ayudar a más gente, y yo era la que quería establecer bien las cosas. Pero Vicente y yo hicimos muy buen equipo.

¿Cree que algún día a Vicente le harán santo o recibirá el Nobel de la Paz?

No, no. A Vicente no le gustaría ser venerado como un santo aunque en la India se le considera como un dios, porque allí hay muchos dioses y para los dalits (intocables) es como una deidad. En España también dicen que es como un santo, pero lo hacen porque es una persona muy excepcional y ha vivido toda su vida para los demás, con tanto cariño y tanta compasión y tanta inteligencia, y que ha hecho todo lo posible para mejorar la vida de miles de familias. Pero no creo que a Vicente le gustaría eso de ser santo.