Bedia

Uno de los primeros recuerdos que tiene Felipe subido a la bici fue cuando agarró una sin permiso y salió pitando rompiendo en su escapada el brazo de una inoportuna vecina. "La verdad es que con la bici yo era terrible", recuerda este vecino de Bedia que, a sus 79 años, todavía recorre unos diez kilómetros diarios sobre dos ruedas.

"¡Pero eso no es nada! Sólo lo hago para mantenerme en forma para luego ir a trabajar a la huerta", explica durante la apertura de la exposición de fotografías que luce estos días en los soportales del Ayuntamiento de la localidad arratiarra.

Esta muestra, compuesta por unas 50 instantáneas, recoge la carrera de Felipe, alias Katia, desde que dejara de lesionar a sus vecinos y se convirtiera en ciclista profesional en 1947. "Entonces el ciclismo no era lo que es ahora; había mucha más afición y era todavía más duro", rememora para las decenas de vecinos que se agolparon a su alrededor para ser los primeros en ver las fotos.

Pero antes de entrar en el equipo de Kas y ganar varias etapas de la Vuelta a España, entre otros campeonatos, por los que a día de hoy se le conoce; Felipe tuvo que esforzarse como el que más. En casa no le dejaban dar rienda suelta a su pasión por la bici. No. Antes había que trabajar, y muy duro, para sacar a la familia adelante. Felipe vivía en un caserío en Amorebieta en el que siempre había algo para hacer. Así que él, ni corto ni perezoso, se levantaba al alba para recorrer 100 kilómetros con la bicicleta. Tras este entrenamiento matutino, se iba al taller de carpintería en el que trabajaba. "Apunta eso, para que vean los de ahora cómo nos las teníamos que ver antes", insta Felipe a quien escribe.

Las bicicletas que usaba Felipe tampoco eran como las actuales, modernas y ligeras. Una de las primeras que utilizó era la que heredó de su padre, cuando éste optó, por fin, por prestársela. "El manillar era muy estrecho, me venía pequeña", recuerda. En otra carrera, una avería le dejó sin freno en la rueda trasera. "Sólo frenaba la de delante, imagínate qué peligro", señala.

No obstante, y a pesar de estas batallas, las lesiones le respetaron en su justa medida. Aunque heridas de guerra no le faltan. Tiene un diente y una ceja rotas. En una ocasión además, tras una caída por otra avería en la horquilla de la bici, perdió el conocimiento y sólo lo recuperó horas después tumbado sobre una cama de hospital.

"Se suele decir que no valoramos lo que tenemos cerca, ni a quienes están a nuestro alrededor..." comentó en su discurso el alcalde de Bedia, Aitor Sorriketa. Pero lo cierto es que Felipe sí lo hace.

Él está orgulloso no sólo de su pasado, sino de su presente. No en vano, está rodeado de la familia que le acompaña, sus hijos y nietos, entre los que se encuentra Ibon, quien ha heredado de su aitite el gusto por las carreras. "Aunque él lo hace montado a caballo", puntualiza Katia quien, sacando pecho, anuncia que el chaval quedó cuarto en el último campeonato de Francia.