Miles de vidas en una sola
Fue azote de farsantes y juglar del pueblo; el más fiel y generoso de los amigos, aquel que, como la sangre, acudía cuando estabas herido sin necesidad de llamarle, y un hombre de palabras afiladas cuando veía una injusticia. Maestro de cocinas, bibliófilo, hombre de hondas raíces; ilustrado o campechano, según terciase; capitán entre pucheros y uno más entre todos, siempre esquivo a la luz de flash. Fue viajero con billete de regreso a casa y hombre de la tierra con amplios horizontes. Fue en suma, un hombre orquesta de las emociones y miles de vidas en una sola. Se llamaba José Luis Iturrieta y quien le conoció no le olvida.
"Recuerda que fui yo", apunta Jon Ortuzar, "quien le secuestró la máquina de escribir, un dinosaurio en el DEIA de los ordenadores...". A cambio, José Luis le aconsejó a Fernando Canales para el restaurante del Palacio Euskalduna... Recuerdos y recuerdos. Ayer, cuando el Teatro Arriaga acogió la presentación de la crónica sentimental de su vida que se recopila en la obra Impreso en el corazón, editado por DEIA, una lluvia de nostalgia bañó a los presentes, enternecidos de entrada con la alboka de Ibon Koteron. Llevó la mañana con son Itsaso Güemes, mientras el director de DEIA, Iñigo Camino, María Jesús Gandariasbeitia y Arantza Rodríguez desgranaban los detalles del último fruto de José Luis, un testamento literario envuelto en papel de periódico, donde volaron sus palabras. Recuerdos, digo, como los de Jesús de la Rica, El Ruso, compañeros de andanzas en un viaje en camión a Moscú (sobre lo ocurrido con ciertos iconos ortodoxos, mejor correr un velo...); los de Kepa Freire, junto a quien descubrió Cuba y los artes de ahumar; o los de Txomin Renteria y un buen puñado de amigos (Ander Narbaiza, Begoña Cedrún, Oskar Martínez, Luis Mari García, Toño Lavandero, Mari Carmen Vicente -Mari la del Centro Gallego, para entendernos...- y Florentino Martínez, a quien le han pedido que edite un vino llamado Itu) que ayer celebraron la presentación del libro en el atril predilecto de José Luis, la buena mesa.
Antes, cuando el Arriaga era la capital de la provincia emociones, se habían reunido cientos de trabajadores de ayer y hoy del DEIA (me disculparán no nombrarlos...), el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao; la concejala Isabel Sánchez Robles; el alcalde de Amorebieta-Etxano, David Latxaga; Isidro Elezgarai, contramaestre de Caja Laboral y José Carlos Ramos, burgomaestre de El Corte Inglés; Aitor Elizegi, Teresa Barrenechea, predicadora de la fe de José Luis en Nueva York; Teresa Querejazu, Josu Urrutia, Juan Mari Atutxa, Asier Muniategi, Jesús Garitaonandia, Alberto Zuloaga, Luis María Arteach, Miguel Madariaga, Igor González de Galdeano, Enrique Thate, Bigotes el presidente del BBB, Andoni Ortuzar, Aitor Bikandi, Agustín Martínez Bueno, Beatriz Marcos, José Luis Pérez, de Casa Rufo, Fernando Lamikiz, Mikel Bustinza, autor, junto a Jeny de un pintxo bautizado con el nombre de Iturrieta, K-Toño, Jon Etxebarria, Ángel Lorente, Iñaki Calvo, de Tecuni, Valentín Ramírez, recién llegado de los Dolomitas, Fernando Remírez de Ganuza y cientos de amigos.