Bilbao. Iberdrola incorporará a la torre que levanta en Abandoibarra un auditorio con capacidad para 200 personas. Esta es la última novedad en añadirse a un rascacielos que quema etapas con toda celeridad y que apenas ha cambiado su proyecto primitivo. El más importante surgió cuando salió de la sociedad constructora la firma Vizcaina de Edificaciones y entró BBK. Entonces se cayó de los planos el hotel de la cadena Abba, el cual estaba previsto construir en las primeras seis plantas del monolito.
La otra mutación interior que ha sufrido el edificio se ha incorporado hace unas semanas. La eléctrica ha decidido habilitar una gran sala de reuniones que ocupará parte de la planta baja donde se habilitará el vestíbulo. El nuevo servicio, que en principio utilizará en exclusiva Iberdrola, se ubicará en el lado del edificio que mira a la ría.
La gran sala ocupará todo este lateral, colocándose el patio de butacas con una ligera inclinación mirando hacia la gran cristalera que cerrará esta parte baja del edificio. La parte del escenario del auditorium, donde los ponentes tomarán la palabra, dará la espalda a Abandoibarra y mirará a los asistentes. Esta inclusión de última hora ha supuesto que se haya tenido que adaptar el espacio donde se va ubicar para colocar anclajes y nuevos accesos. Estos trabajos ya se han iniciado con la intención de que no molesten cuando los cristaleros lleguen colocando el muro cortina que cubrirá el vestíbulo.
Será el espacio que dará entrada al edificio más grande de todas las torres de oficinas que se levantan en el Estado, por encima incluso de los lobbys que ya son operativos en los últimos cuatro rascacielos de Madrid.
Los 2.000 metros cuadrados de superficie útil del hall y sus doce metros de altura (como cuatro pisos de un bloque de viviendas) van a dar la bienvenida a diario a los 3.500 oficinistas que trabajarán en el edificio de Iberdrola cuando se encuentren ocupadas todas sus plantas.
Por arriba, a 165 metros de altura, los cristaleros finalizan la colocación de los vidrios en las tres plantas superiores del coloso diseñado por el arquitecto César Pelli. En quince días, todo estará cubierto.
Por abajo, a ras de suelo, se trabaja en la última parte que resta para cubrir totalmente la estructura del monolito que marca la arquitectura de Bilbao. El proceso de cerramiento ya ha comenzado y Carlos Iturriaga, arquitecto coordinador del proyecto, espera que "para mediados del mes de julio esté todo finalizado". La tarea es compleja. Se ha dejado para el final ya que todo el lobby va a estar cubierto con una gran superficie de vidrio que se ensancha a lo largo de toda la altura del vestíbulo, como una falda de tablas que se abre hasta tocar el suelo. El riesgo de que se pudiera caer algo desde arriba y afectar a toda esta zona inferior implicó que, en el plan de trabajo, se dejara esta tarea para cuando estuviera finalizada la estructura y toda la piel transparente estuviera colocada.
Una lengua mal educada La extensión de vidrio de muros cortina se va a colocar sobre tres entramados metálicos de brillante color blanco. Dos de ellos se ubican en los laterales del edificio que miran al Ensanche. El tercero, que sobrevuela el hall, se extiende hasta la plaza Euskadi como una lengua mal educada. Esta última armadura es visible ya desde la acera; impresiona observarla.
De forma curvada, parece el soporte de una montaña rusa que acaba en dos picos, como si fuera la boca de un dragón furioso. Iturriaga explica que "esta visera tendrá su parte central transparente y la vista desde aquí hacia arriba, mirando este vértice de la torre que apunta a la calle Elcano, es insuperable". Esta pieza aérea, casi liviana a pesar de su estructura metálica de varias toneladas de peso, se apoya sobre dos grandes pilares, de casi medio metro de diámetro cada uno, los cuales están anclados al suelo con nueve tuercas de grandes dimensiones y cuatro capas de soldadura. Estas dos columnas son las que enmarcarán las puertas del rascacielos, un acceso que no va a pasar desapercibido para los peatones de la plaza Euskadi.
Por lo que respecta a los dos entramados laterales que van a dar vuelo a esa imaginaria falda de cristal, uno de ellos, el que mira al Guggenheim, ya tiene colocada buena parte de las piezas que aguantarán los vidrios. Es como un costillar, con 62 tubos dobles de diferente altura, en función de donde se coloquen, y que en su interior cuenta ya con el cristal acoplado. "Se han construido en fábrica al milímetro. Cada uno tiene su lugar, no se pueden intercambiar las piezas", apostilla Iturriaga, mientras mira a ojo la inclinación que tomará toda la pared de cristal apoyada en las costillas blancas. La distancia entre cada una de las 62 piezas es de un metro y, de arriba a abajo, irán cubiertas con paneles de vidrio, construidos también a medida y ligeramente curvados, alabeados en el argot técnico.
El plan de trabajo es empezar a instalar la próxima semana las costillas más altas del otro lado, el que mira al centro Zubiarte. Cuando concluya esta labor, se colocarán las más pequeñas en ambos lados para acotar el vestíbulo hasta su entrada en la plaza Euskadi.
Carlos Iturriaga muestra una amplia sonrisa cuando se asoma al balcón ubicado en la planta que mira por encima del hall en dirección a la plaza Euskadi. La percepción de gran espacio desde este punto es total. La sensación de lujo llegará cuando se instalen los revestimientos que vestirán el lobby. Un ejemplo: se ha elegido en una cantera cerca de Roma un mármol travertino que forrará las paredes en un estilo similar al del Congreso de los Estados Unidos en Washington. Ahí es nada.