Bilbao. Jatabi llegó un buen día a Bilbao hace ocho años. Lo primero que hizo fue subir a Artxanda para tener una perspectiva mejor de la villa. Desde aquel mismo instante se enamoró del botxo. Al cabo de un mes encontró trabajo como intérprete-traductor.
¿Qué razones le impulsaron a venir al País Vasco?
Llegué por el euskera.
Explíquese.
Cuando decidí afincarme en la península, después de una larga estancia en Europa, me planteé dos opciones: Cataluña o Euskadi. Como existe una teoría de que el euskera procede del bereber, y yo soy bereber, me atrajo esa idea.
En esa decisión también influiría su condición de filólogo.
Por supuesto. Es lógico que con mi formación me atraiga todo lo relacionado con el ámbito lingüístico.
¿Se considera un inmigrante privilegiado?
Sí. Yo no me puedo quejar. Ya en Marruecos, cuando vivía con mi familia, estaba bien situado. Pero como todos los jóvenes de mi tierra, buscaba horizontes de futuro.
¿Tenía trabajo antes de emigrar?
Sí. Trabajaba en una empresa de importación y exportación.
¿Cuándo decidió salir de Marruecos?
A principio de los años noventa. Primero estuve algo más de diez viajando y viviendo en diversos países europeos. Y en septiembre de 2002 decidí afincarme en Bilbao.
¿Cuál fue su primera impresión?
Fue algo diferente de lo que yo pensaba porque, a pesar de que uno esté muy documentado sobre un lugar, la realidad siempre es distinta de como uno se lo ha imaginado.
¿Qué es lo primero que hizo?
Los rifeños lo primero que hacemos cuando llegamos a un sitio con montañas es subir a una de ella para ver mejor el lugar. Así que yo me fui a Artxanda a tomar un café.
¿Le gustó la panorámica?
Sí. Pero me gustó más porque nada más llegar conocí a unas personas que ya habían fundado la asociación Azraf de ayuda al inmigrante marroquí. Gracias a ellos no tuve problemas para encontrar alojamiento.
¿Y luego qué hizo?
Me compré un mapa y me puse a callejear. Y como yo había venido a estudiar euskera, busqué un sitio para aprenderlo. Así que llegué en septiembre y en octubre ya estaba matriculado en un euskaltegi.
Tendrá entonces un buen nivel.
Llegué a tener un buen nivel porque las clases las compaginé con una estancia en una caserío con una familia maravillosa de Busturia. Pero desde hace dos años tengo el euskera un poco abandonado. Me da pena, pero espero retomarlo.
¿Le resultó difícil su aprendizaje?
No. Ningún idioma es difícil si se tienen ganas de aprenderlo o necesidad.
¿Y trabajo?
En este tema también tuve mucha suerte, porque gracias a mis compañeros, al cabo de un mes ya estaba trabajando.
¿De qué?
De traductor. Trabajo para una empresa llamada Ercisa que tiene firmados convenios con el Departamento de Justicia e Interior del Gobierno vasco.
¿En qué consiste el trabajo?
Cubrimos el servicio en los juzgados y en las comisarías. Yo, por mi formación, hago de traductor de bereber, árabe, inglés y francés.
¿Es un trabajo exigente?
Lo peor de este trabajo es que no se tiene un horario fijo. Siempre estamos pendientes del móvil. Nos pueden llamar a cualquier hora del día.
Hoy, por ejemplo, ¿qué ha hecho?
He estado asistiendo a una serie de personas en unos juicios, luego he estado en un Juzgado de Guardia y por último he tenido que ir a un colegio de enseñanza de Primaria.
¿A qué?
A hacer de intérprete entre la dirección y la familia de un alumno marroquí.
¿Se han sentido aliviados los padres?
Sí, porque además de traducirles, les ayudamos para que la relación con el colegio de sus hijos sea más fluida.
A lo largo de su vida profesional habrá visto de todo. ¿Puede contar algo?
Desde el punto de vista profesional, no es ético hablar del contenido del trabajo. Lo que pasa en los juzgados y las comisarías se queda allí. Yo no puedo decir nada.
Pero de la inmigración podrá hablar, ¿qué opinión le merece este fenómeno social en Euskadi?
Aquí, en el País Vasco, está todavía en la primera fase.
¿Cuál es esa primera fase?
La del inmigrante trabajador, donde la mayoría son solteros y cuya preocupación básica es conseguir papeles y trabajo. Nosotros, desde la asociación, tratamos de apoyarles porque desconocen el idioma y las costumbres.
¿La sociedad vasca acoge bien a los inmigrantes marroquíes?
En la sociedad vasca, como en todas las partes del mundo, lo lejano y lo desconocido da miedo. Y cuando no se conoce una cosa es normal que se le juzgue de una manera u otra. Normalmente, ves lo que te molesta y no lo que te enriquece.
¿Aquí también se ve sólo lo que molesta de los inmigrantes?
Sí, se ve más lo que molesta y no se ve lo que aporta esta inmigración a la economía, a la Seguridad Social, a la cultura, etc. Se ve sólo lo que salpica. Te levantas por la mañana y ves el coche roto. Pero hay que decir que las personas que causan las cosas malas no tienen nacionalidad. Pero al ver que las personas que molestan son marroquíes o rumanas, entonces tachamos a todos los colectivos. Por culpa de unos pocos se hacen unos estereotipos difíciles de cambiar. Se piensa que todos los inmigrantes son malos. Es algo humano.
¿Cómo se puede cambiar esto?
Se puede corregir poco a poco a través del esfuerzo de los propios inmigrantes y del interés de la sociedad y las instituciones para poner en marcha programas y políticas migratorias buenas. Con todos estos elementos podríamos acabar con los estereotipos.
¿Cree que se podrá conseguir superar esa barrera?
Sí, yo soy optimista, porque esto no es nuevo. Lo que espero es que no se cometan los mismos errores que en Francia, que los jóvenes inmigrantes, a pesar de llevar tiempo en el país y sentirse franceses, son rechazados.
Un tema muy delicado es el de los menores marroquíes que llegan a Euskadi. ¿Qué opina de ello?
Aquí hay que distinguir entre los que llegan de ámbitos rurales o urbanos. El que llega del campo aprovecha todas las oportunidades que les ofrecen en los centros de menores. Son majos y obedientes.
¿Cuáles son entonces las ovejas negras?
El problema de los menores marroquíes son lo que proceden de los ámbitos urbanos. Los chavales que son conflictivos son hijos de la inmigración interna de Marruecos. Se han acostumbrado a vivir en la calle y han pasado el estrecho en los bajos de un camión. La Diputación Foral de Bizkaia está haciendo un gran trabajo en este sentido y confiamos que siga en esta línea.