El templo de Santa Bárbara, en el barrio de Zuazo de Galdakao, celebró su última misa el pasado mes de diciembre. "La Iglesia anda escasa de personal y de momento ha sido imposible buscar un relevo para el cura que, con mucho acierto, se encargó de ella durante 70 años", explica Javier Garai, responsable de la Unidad Pastoral de Galdakao.
"En estos momentos hay más iglesias que curas, y es muy difícil buscar sustitutos. Además, la de Zuazo no pertenece al Obispado", recuerda bien este vecino. Y es que la iglesia de Santa Bárbara nació en 1912 al abrigo de la empresa de explosivos La Dinamita. De hecho, fue construida para hacer las veces de capilla de esta fábrica en un tiempo en el que tanto las empresas como las instituciones ofrecían este tipo de servicios a sus empleados. En la fábrica de explosivos tenía sentido, ya que en ella se dejaron la vida numerosos trabajadores mientras realizaban sus funciones. No en vano, el edificio se haya ubicado dentro del mismo recinto de la empresa.
Fue con la llegada del párroco José Luis Zallo cuando el templo se llenó con la vitalidad de los numerosos fieles que acudían a las diferentes misas que dirigía.
Además, este cura comenzó a celebrar comuniones, bautizos y bodas, por lo que la iglesia lució sus mejores galas durante este periodo en el que centenares de niños no sólo de Galdakao, sino de municipios limítrofes, realizaban su primera comunión entre estas cuatro paredes y se sacaban sus consabidas fotos ataviados de lustrosos trajes en los jardines que aún se mantienen frente a la entrada.
Estas imágenes seguirán adornando las paredes de muchos hogares, pero el lugar donde se obtuvieron se ha convertido en el recuerdo de una época que acabó de golpe y porrazo con la muerte del que fue su impulsor.
Don Jose Luis falleció el verano pasado a los 80 años y fue enterrado en su pueblo natal, Larrabetzu, en una ceremonia presidida por el obispo Ricardo Blázquez. Hasta su muerte, este cura apegado a la iglesia de Zuazo siguió trabajando en ella a pesar de que la jubilación les llega a los de su gremio cuando cumplen los 75 años.
Tras su desaparición, el Obispado se puso en contacto con la empresa, la actual Maxam, para mantener una misa por lo menos, los domingos. Pero a finales de año, "y tras darle muchas vueltas", esta celebración también tocó a su fin. "Desde luego que es una pena, sobre todo, sentimos una gran nostalgia recordando todo esto, pero de momento no sabemos nada sobre su futuro", reconoce el responsable del a Unidad Pastoral del municipio.
Preguntados por ello, desde la empresa aseguran que efectivamente, aún no han decidido nada sobre la iglesia. "Sólo sabemos que hay intención de conservarla tal y como está, pero no se ha decidido nada. Habrá que esperar todavía a ver qué pasa", explican. Durante este periodo de incertidumbre, Javier Garai invita a los asiduos a este templo a acudir al resto de iglesias del municipio. "Galdakao está muy bien cubierto en este aspecto con el equipo de curas que tenemos", asegura. Lo que sí dejan claro los actuales responsables de la empresa es que de momento la iglesia va a seguir tal y como está. Algo que sabe a poco para quienes antes llenaban sus bancos y ahora los abandonan en busca de otro lugar, llevándose con ellos la alegría de tantas celebraciones que se han organizado entre sus paredes. Los recuerdos quedarán tras esa puerta a la espera de volver a ser abierta.