Aquí no hay quien viva
Los vecinos de La Loma, en Castro Urdiales, llevan seis años sin agua, luz, ni servicios de limpieza
Bilbao
COMPRARON la casa de sus sueños pero, al poco tiempo de mudarse, vieron cómo sus anhelos se truncaban. No han registrado el alta del agua. Muchos, tampoco el de la luz. No pueden recibir el correo. No disponen de servicio de recogida de basura, ni de uno de limpieza en las calles. Las farolas no se encienden por las noches y, por la falta de limpieza en los jardines, tienen como vecinos a unos incómodos ratones. Y, por si esto fuera poco, la pasada semana, un informe de Sanidad desveló que el agua que se está consumiendo en una de las urbanizaciones del lugar, contiene restos fecales. Son los vecinos de la zona residencial La Loma, en Castro Urdiales, una amplia mayoría de vizcainos que llevan desde 2004 soportando estas calamidades en sus hogares. ¿La causa? Que el Ayuntamiento aún no ha concedido a la mayoría de los vecinos la licencia de primera ocupación y no ha recibido, por parte de los constructores, la licencia de fin de obra.
La Loma es una zona residencial ubicada en lo alto del monte Cueto, en Castro Urdiales. Muchos han sido los constructores que han visto en esta zona una gran oportunidad urbanística -también el Ayuntamiento castreño- y en los últimos seis años no han parado de construir urbanizaciones de chalés adosados que han tenido un gran éxito de ventas. Sin embargo, la falta de servicios básicos como el agua y la luz, y la invasión de alguna de las urbanizaciones de suelo no urbanizable, comenzaron a crear los primeros problemas tanto a los vecinos como al Consistorio, quien está siendo investigado por supuestas irregularidades cometidas en esta zona residencial.
Cada urbanización tiene unas condiciones y unos conflictos diferentes. Pero sí hay un problema común para todos los habitantes de La Loma, el agua. Desde que acabaron las obras de construcción, ningún vecino de esta zona residencial ha podido darse de alta en el Consorcio de Aguas. Esto se debe a que el Ayuntamiento no ha recibido los víales de las obras y no ha llevado a cabo la construcción del depósito de agua necesario para abastecer a toda la comunidad de vecinos del monte Cueto.
Solamente hay que darse una vuelta por La Loma para observar las tuberías provisionales de agua conectadas a varios depósitos recorriendo la parte exterior de las viviendas. El residencial El Cántabrico ha sido el más afectado en este sentido. Mientras el resto de constructores ya han conectado sus depósitos con la red principal de agua de Castro Urdiales -suministrada por Ascan-, los más de 50 chalés de esta urbanización mantienen su servicio gracias a una captación. Sin embargo, hace una semana, un informe de Sanidad calificaba el agua que consumen estos adosados como no potable. "Hasta ahora estábamos bebiendo de ese agua, y llevamos viviendo aquí cuatro años. Desde lo del informe compramos agua embotellada", resaltaba una propietaria de estas casas que antes de mudarse a Castro Urdiales vivía en Santurtzi.
Es la gota que ha colmado el vaso. "Encima, los vecinos no estamos muy al corriente de lo que ha pasado con el agua, de si ha venido o no un empleado de Sanidad... Nos hemos tenido que enterar de todo a través de la prensa", destaca esta mujer, preocupada por su salud y la de sus hijos. "Todo lo que está sucediendo aquí, en La Loma, es muy extraño. Llevamos años luchando por que esta situación se arregle, pero en lugar de hacerlo, empeora cada vez más", apunta.
El resto de urbanizaciones de la zona residencial puede beber agua potable. Ningún propietario paga por el servicio del agua, pero son muchos los vecinos a quienes esta situación no les compensa. "Yo preferiría tener todo legal y pagar igual que hace todo el mundo, porque vivir en estas condiciones es un problema", destaca otra vecina afectada que desde estas navidades dejó de consumir agua del grifo y se pasó a la embotellada. "El suministro de agua que llega a mi casa sí está conectado con la red principal, pero, claro, del depósito hasta aquí nadie sabe lo que pasa y yo, personalmente, no me fío nada de la calidad de este agua", destaca esta vecina, que antes vivía en el barrio castreño de Cotolino, mientras mira a su hijo, de unos seis años.
UNa zona propicia para los robos
Noches sin luz de las farolas
"El agua de mi casa sabe riquísima", destaca un vecino del barrio Brazomar, también en La Loma. Sin embargo, y a pesar de que él y su mujer también llevan años viviendo sin estar dados de alta en este servicio, tienen otras reclamaciones que hacerle al Ayuntamiento de Castro Urdiales. "Las luces de las farolas no se han encendido nunca. Así que, una vez que oscurece, no podemos salir de casa porque no se ve nada", explica. "Como hay muchos constructores por esta zona, no se han puesto de acuerdo para solucionarnos este problema", detalla.
Es aterrador el panorama de la zona baja de La Loma cuando cae la noche. La oscuridad se adueña de la urbanización y el miedo de los vecinos. "Esta zona ya es propicia de por sí para los robos y, en estas circunstancias, lo es mucho más", detalla este vecino portugalujo que, desde que entró a vivir, tiene instalado en su casa un sistema de alarma.
Para paliar este bache, los residentes echan mano de sus linternas cuando tienen que salir de casa durante la noche, bien para pasear al perro, tirar la basura o hacer una visita al vecino de enfrente. Además, la mayoría de los propietarios ha instalado un foco en la parte alta de sus adosados que mantienen toda la noche encendido para iluminar, de alguna manera, las calles.
"Estar sin luz se lleva fatal. Es muy incómodo por los sustos que te llevas cuando llega la noche porque vas andando por la acera y, si no llevas linterna, no ves al vecino que está paseando al perro hasta que no lo tienes encima", describe el portugalujo. "No tener farolas por la noche es una putada, sobre todo para los que tenemos niños", apunta la vecina castreña, cuyo hijo no conoce la intensidad de luz que puede desprender una farola.
Pero el agua y la luz no son los únicos inconvenientes con los que se encuentran estos propietarios. Las malezas crecen en las zonas verdes del residencial y la suciedad se acumula en las calles a pesar de tener en la misma zona un colegio y una residencia de mayores. "Aquí todo se limpia gracias al viento", bromeaba el propietario de Portugalete. Se lo toma con humor. Y es que la situación legal en la que se encuentran tampoco contempla un servicio de limpieza en la zona residencial. Los barrenderos no pasan por las calles y los jardineros no se acercan hasta La Loma para arreglar las zonas verdes comunes.
Ante esto, han sido los propios vecinos los que se han arreglado para mantener, en cierto modo, la zona en buenas condiciones. "Cada uno limpia su zona como puede", asegura otro vecino del residencial El Cantábrico. Acto y seguido saca un escobón del jardín de su chalé y comienza a barrer la calle. "Ya tenemos hasta el material adecuado para hacer de barrenderos", bromea mientras lleva a cabo su labor. En el resto de urbanizaciones, también se arreglan así. "Cada vecino se arregla en su zona, pero nadie se hace cargo de las hojitas que crecen en cualquier sitio, de los jardines, de los ratoncitos que hay por toda la zona... nadie limpia nada", protesta la vecina de Castro Urdiales.
La loma, tierra de nadie
Sin correo ni servicio de basura
Tampoco pueden recibir el correo, entre otras cosas, porque los empleados de Correos no se pasan por la zona. Para sobrevivir en este aspecto, los vecinos de La Loma tienen que remitir sus cartas a las casas de otros familiares. "Nos pusimos de acuerdo entre los vecinos para comprar un buzón, tal y como nos habían indicado en Correos para poder recibir su servicio, pero después de gastarnos unos 60 euros por propietario, seguimos sin recibir ni una carta", explica esta vecina que recibe la correspondencia en casa de su madre.
Pero aún hay un servicio más ausente en esta zona residencial: el de recogida de basuras. Varios camiones recorren La Loma una vez al día para recoger la basura generada por el colegio Pelayo Hijas de la Cruz y el geriátrico La Loma, que se encuentran situados entre estos adosados. "Sólo hay cuatro contenedores en toda la zona. Como no tenemos un servicio de recogida de basuras propio, nos aprovechamos del servio del colegio y el geriátrico", apunta uno de los vecinos. "Además, pagamos la contribución y de forma descontrolada porque cada uno abona un importe diferente", resalta otra.
Todos los residentes, que han preferido mantenerse en el anonimato, tienen la misma sensación agridulce en su interior. "Hemos comprado la casa de nuestros sueños pero no podemos disfrutarla al cien por cien", se resignan. Y es que, después de seis años arrastrando estos problemas, han ido acostumbrándose a esta situación. Tanto, que han llegado a asumir que éste es el precio que tienen que pagar por sus sueños. Pero aún no lo dan todo por perdido. Esperan con esperanza a que la Justicia se ponga de su lado. Y la mayoría lo tiene claro, "Si me dan a elegir entre estar toda la vida así o una indemnización, cojo el dinero y me marcho de aquí".