ÉRASE una vez, una mujer aferrada a un piano y unas manos habilidosas deslizándose por el marfil de las teclas en blanco y negra. Son manos descarnadas, con años encima que, sin embargo, se mueven ágiles, van y vienen como si sus dedos fuesen paseantes con prisa. Pertenecen a una mujer con historia: Ernestina Presser. Ernestina dejó su tierra natal de Chile hace años, muchos años ya, y se ha convertido en una de las grandes protagonistas de la Salud Pública en Bizkaia desde su atalaya farmacéutica. Roto el pudor de la exhibición en público de una habilidad privada, anoche, durante la cena de gala celebrada en el palacio San Joseren de Getxo con motivo de la onomástica de la Inmaculada Concepción, patrona de la Farmacia, Ernestina recreó su figura de concertista y cosechó una cariñosa y bien ganada salva de aplausos, dicho sea con permiso de quienes en esa misma noche recibieron las insignias colegiales.
Fue, ya digo, una noche de estrellas, organizada por el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Bizkaia, donde Virginia Cortina ejerce de presidenta. Le acompañaron para la ocasión el viceconsejero de Sanidad, Jesús María Fernández, Juan del Arco, Ibon Etxebarria, Elena Castiella, Alexia y Michel Catapodis, Rosa Arrieta, Antonio del Barrio, Germán Martínez Azurmendi, Luis Ignacio Díaz, Reyes Cabezudo, Elena Murga, Sonia Sáenz de Buruaga, Iñaki Linaza, la directora de Drogodependencias del Gobierno vasco, Celina Pereda, Marisol Linares, Blanca Díez e Idoia Azaceta, entre otros, sin olvidar a la presidenta del Colegio de Enfermería de Bizkaia, María José García Etxaniz, Enrique Ordieres, Rafael Olalde, embajador del Colegio Oficial de Médicos de Bizkaia, Begoña Zubimendi y así una larga lista de comensales que acabaron la noche embriagados. De buena música, por supuesto...
En la escalera de felicidades, un peldaño incluso por encima de Ernestina, se colocaron quienes recibieron las insignias colegiales que distinguen su labor a lo largo del tiempo. Ignacio Bazán, Blanca Díaz, Luis Petuya, Inmaculada Caballero, Rosa María Echevarría, Emilio Pérez Moral y María Pilar Iraculis, recogieron, honrados, el distintivo que acredita largos años de esfuerzos, formación y dedicación a una profesión heredera de los viejos alquimistas que convertían, según cuenta la leyenda, el hierro en oro. Me temo que ya no queda gente así si es que algún día la hubo. Paloma Acevedo, Flavia Erazo, hija de Ernestina, Paloma Liendo, Lourdes Amayuelas, Juan Ignacio Güenechea, Miriam Páramo, Ander Larrazabal, Josune Ereño, Isabel Larrea y un largo número de asistentes completaron el quorum de tan tradicional cena.