Son el tesoro más buscado de estos días. La fiebre por el racimo de uvas no siempre se vive con la misma intensidad, pero hay algo que no cambia: nadie se atreve a comenzar el año sin ellas. El Mercado de la Ribera ha vuelto a ser este miércoles el escenario de esa persecución discreta, casi silenciosa, por el fruto de la vid. No es una carrera desenfrenada, pero sí una tradición que todos cumplen, aunque sea por inercia.
Un mercado sagrado
Los puestos del mercado bilbaino, muchos con casi medio siglo de vida, permanecen anclados a la ría como testigos del Bilbao de ayer, siguen conservando la fidelidad de una clientela que no falla en fechas señaladas. Entre compras cotidianas y saludos, estos negocios sostienen una costumbre que se repite año tras año: elegir con cuidado el racimo con el que despedir el curso.
Vuelta a casa tras catorce años
Entre quienes recorren los pasillos se encuentra Loli Abendaño. Su presencia tiene algo de regreso a casa. Durante más de 14 años estuvo al otro lado del mostrador, en Frutas Bego, y ahora vuelve como clienta, ya jubilada, para llevarse las uvas de fin de año. “He vivido mil anécdotas tras el mostrador; los clientes siempre han sido muy cercanos”, recuerda. También guarda en la memoria las largas jornadas y, sobre todo, el frío. “Una vez que te entraba, ya no recuperabas el calor”, rememora. La jubilación ha traído calma a su rutina. Este miércoles se lleva dos racimos para siete personas. “Siempre decía que el día uno las uvas no caducaban y que también se podían comer”, bromea.
130 kilos de suerte
Quien le entrega la mercancía es Iñaki Herrera, responsable del puesto. “Traemos de Mercabilbao una uva de buena categoría a 3,90 euros el kilo. Además, ofrecemos una de grano pequeño para evitar atragantamientos”, explica. Estos días calcula vender alrededor de 130 kilos, una cifra algo corta en otros tiempos.
Loli mantiene intactas sus costumbres: bajar al mercado y llevarse las uvas. “Estoy muy contenta con la jubilación. Al año nuevo solo le pido que sigamos igual”, dice, a escasas horas de recibir a la familia en casa. Al hablar del mercado, la nostalgia aflora. “Antes estaba lleno todo el año. Ahora somos más cómodos y se va más a los centros comerciales, pero el mercado sigue teniendo su esencia”, concluye.