Sestear, trabajar, leer, jugar o simplemente hidratarse. En un verano anómalamente caluroso, los bilbainos han buscado refugio donde han podido. Frente al calor sofocante de las calles y plazas, algunos espacios han ofrecido un alivio inesperado: los refugios climáticos. Y entre ellos, uno especialmente singular: la iglesia de San Nicolás, en pleno Casco Viejo.
Con sus gruesos muros de piedra y su arquitectura barroca, la iglesia ha funcionado este verano como un verdadero oasis térmico. No es para menos: las piedras pueden llegar a reducir hasta 12 grados la temperatura interior respecto al exterior. "Ha venido mucha gente en general, y más los días de calor. Estamos abiertos de 10.30 a 13.00 y de 17.30 a 19.00", comenta Agustín, que ha visto cómo el templo se llenaba de personas que simplemente necesitaban sentarse, respirar y escapar del bochorno.
Un verano sin tregua
El verano de 2025 ha sido uno de los más calurosos que se recuerdan en Euskadi. En Bilbao también se han alcanzado temperaturas extremas y el aumento de las noches tropicales (más de 20 °C) y la falta de brisa o lluvias han convertido la ciudad en un entorno cada vez más hostil, especialmente para personas mayores, niños o personas sin recursos.
Ante este contexto, los refugios climáticos se han consolidado como un recurso de salud pública. Bilbao cuenta ya con una red de espacios —bibliotecas, centros municipales, parques con vegetación densa, museos e incluso iglesias— preparados para ofrecer sombra, agua o simplemente un respiro. Su objetivo: proteger a la población vulnerable durante las olas de calor.
El derecho a refrescarse
El concepto de “refugio climático” va mucho más allá de un banco bajo un árbol. Implica una planificación urbana sensible al clima, con una red distribuida y accesible de espacios públicos seguros, pensados para ofrecer confort térmico en contextos extremos.
Este verano ha puesto esa desigualdad en evidencia: los barrios con menos vegetación o menos infraestructuras han sentido con más dureza el calor. Frente a ello, la red de refugios climáticos no solo es un salvavidas, sino también un síntoma de que el cambio climático ya está modificando la forma de vivir la ciudad.
Un refugio con historia
Que una iglesia se convierta en refugio climático puede parecer anecdótico, pero en realidad recupera un papel ancestral: el de espacio de acogida, al margen de la religión. La iglesia de San Nicolás, que data del siglo XVIII, ha sido este verano un refugio silencioso para decenas de personas cada día.
Agustín lo ve con naturalidad: “Nosotros abrimos igual que siempre, pero ahora sabemos que viene más gente simplemente para estar frescos. Hay quien se sienta, reza, lee o descansa. No molestan. Están tranquilos”.
En medio del ruido urbano, el silencio fresco del templo ha sido una respuesta muy concreta a una necesidad muy real.
¿Y después del verano?
La red de refugios climáticos no es una solución temporal. Según las previsiones climáticas, las olas de calor serán cada vez más frecuentes, largas e intensas en las próximas décadas. Por eso, muchas ciudades —entre ellas Bilbao— están incluyendo estos espacios en sus planes municipales de resiliencia climática.
A futuro, será clave que estos refugios se multipliquen, pero también que se diseñen desde una lógica de accesibilidad, cercanía y equidad. Que estén señalizados, abiertos en horarios amplios y distribuidos por toda la ciudad, especialmente en zonas densas y vulnerables. Mientras tanto, espacios como la iglesia de San Nicolás seguirán cumpliendo su papel: recordar que, en tiempos de calor extremo, el frescor puede ser un bien común. Y un derecho.
Anticiparse
Anticiparse al calor, identificar bien los espacios y priorizar los barrios con población vulnerable son algunas recomendaciones que apunta para el próximo verano Greenpeace, que en julio publicó Ciudades al rojo vivo, sobre los refugios.
"No puedes esperar a tener el verano encima. Como con los incendios, hay que prepararse para algo que sabemos que vendrá", comenta la experta Elvira Jiménez, que recuerda que varias ciudades activaron los espacios sobre la marcha. "La ciudadanía debe saber dónde están los refugios, y las administraciones garantizar los recursos para que estén abiertos", concluyen.