A Ángel Nieva le ha tocado bregar con muchos políticos de distinta condición y el tacto se le nota en la conversación. Ha pasado sinsabores a nivel personal pero su querencia por lo público y echar la mirada atrás para observar lo conseguido, le llena por completo.

Deja el cargo, ¿alegre o triste?

Lo dejo desde la convicción de que es un buen momento para dejarlo.

¿Por qué?

No tengo ninguna prisa en salir pero creo que el contexto de Bilbao Ría 2000 y de la sociedad en general es el adecuado tras completar la renovación del consejo de administración después de las elecciones al Gobierno vasco y contar con cierta paz política. Se ha cumplido un ciclo, hay que mover el banquillo.

¿Por qué le eligieron en 2000?

Era un profesional ajeno a la política, aunque metido entre políticos. Creo que había demostrado unas características en la sociedad municipal Surbisa de la que fui director. Aquello fue una muy buena escuela.

Su cargo técnico de director ha sido complicado intentando coordinar siempre intereses políticos.

Ha habido de todo. Este cargo juega un papel relevante para amalgamar intereses, pero sobre todo para no generar problemas.

Y han pasado muchos partidos y representantes.

Pues excepto EH Bildu y Vox, todas las formaciones, incluso ICV el partido local de José María Gorordo.

Ese consenso político es una seña de identidad muy alabada fuera. ¿Cómo continúa aún hoy?

Porque siempre se ha perseguido y buscado, lo conseguido ha sido poniéndonos de acuerdo. Hemos pasado de muchas infografías a muchas fotografías.

No me creo que en tantos años no haya habido discrepancias.

Claro, pero entonces nos hemos dado más tiempo, porque merecía la pena sacar el proyecto adelante.

Pero la operación urbanística en Basauri, por ejemplo, no prosperó.

Porque hubo unas elecciones municipales de por medio y nuestro proyecto entró en plena campaña. Hubo una formación política que no lo quería y ganó por pocos votos.

¿Y cuando la Diputación dijo no a la torre de Abandoibarra?

Pero fue la Diputación quien, como socio de Ría 2000, fue consciente del daño que generaba y se puso al frente de las soluciones. Buscó un nuevo equilibrio económico y aportó, en unas condiciones ventajosas para la sociedad, el antiguo edificio del IFAS.

Negociar, negociar y negociar.

Es la base de consenso: mucho trabajo detrás, tú no te levantas de la cama y sales ya consensuado. Y siempre con la ayuda de las personas que he dirigido a lo largo de estos 24 años, las cuales siempre tendrán mi reconocimiento.

¿Cuántos políticos ha conocido?

La sociedad ha tenido 148 consejeros y yo he trabajado con 113 en total. Entre ellos tres alcaldes y presidentes de la sociedad, cuatro diputados generales, ocho secretarios de Estado y 7 delegados del Gobierno.

Ahí es nada. Y todos con sus egos.

Con perfiles diferentes vamos a decir, pero siempre trabajando por Bilbao y la metrópoli, y confiando en mí durante todo este tiempo, algo que también se agradece.

Mójese, ¿cómo fue Iñaki Azkuna?

Tenía mucha capacidad de liderazgo y fue una gran persona.

¿E Ibon Areso?

Un técnico metido a político que tuvo su reconocimiento al ser alcalde. Con su trayectoria es artífice de la transformación de Bilbao, aunque él solo no podría haberlo hecho.

¿Y el actual Juan Mari Aburto?

Un gran sufridor de los momentos difíciles que ha pasado esta sociedad, pero siempre ha apostado y apuesta por ella. Gran parte del hecho de que tengamos la vista puesta en el futuro responde a su empuje y su forma de ser, que favorece mucho el consenso.

¿Bilbao sería lo que es hoy sin los proyectos asumidos por Ría 2000?

“Este cargo en Bilbao Ría 2000 juega un papel relevante para amalgamar intereses, pero sobre todo para no generar problemas”

No, rotundamente. Todos los análisis nacionales e internacionales que han estudiado el proceso, así como los premios recibidos por la sociedad y por Bilbao, como el Lee Kuan You, han otorgado  a Ría 2000 un papel clave central y determinante del éxito. Quizás podría haber llegado, pero habría tardado muchos años más y siendo más complicado.

¿Su peor momento en el cargo?

Lo más duro fue el despido de la mitad de la plantilla. Fue muy desagradable y tuvo un punto de injusto. Hubo personas del consejo, que no eran de Bilbao, y actuaron de una manera bastante mejorable.

Fue la época de crisis económica de 2008, cuando la sociedad estuvo a punto de desaparecer.

Los socios no pudieron aportar lo que, en condiciones normales, hubieran podido hacer. Las instituciones europeas, con su pseudo rescate, exigían recortes y los socios no podían aumentar su endeudamiento así que tuvimos que acudir a los bancos.

¿Cómo se salió de ese pozo?

Gracias a los accionistas que avalaron los préstamos, y fuimos capaces de recuperar la actividad, por lo que devolvimos el dinero poco a poco.

Ría 2000 sigue adelante entonces.

Tiene mucho futuro. Quedan por cerrar las actuaciones en Barakaldo, que me da pena no poder entregar el parque de Zamalanda; acabamos de arrancar la operación Olabeaga que tiene un recorrido de diez años... Si sigue la entidad con las mismas claves de consenso y los accionistas confiando en ella, la sociedad seguirá.

Aunque no con una gran cartera de encargos.

Con el tiempo han aparecido nuevos jugadores en el tablero. El Ayuntamiento de Bilbao afronta ahora proyectos de mayor importancia, está ETS como gestor ferroviario y hay otras entidades implicadas.

¿Puede ampliar su radio de acción la sociedad a otros municipios?

Allí donde las instituciones que están ahora mismo lo vean factible, puede estar perfectamente.

Con un nuevo director al frente.

Fran Víñez tiene una trayectoria muy contrastada, domina los grandes proyectos de la ciudad y conoce bien al accionariado. Estamos efectuando una transición muy bien hecha.

¿Con qué se queda a nivel personal?

Con las personas; y la más entrañable sin duda fue César Pelli, el arquitecto que diseñó la Torre Iberdrola. También recuerdo a Diana Balmori, la autora del diseño de la plaza Euskadi y me quedo con Mario Vargas Llosa, que estuvo aquí por su colaboración con el escultor Manolo Valdés en una escultura que colocamos en Bilbao La Vieja. Me dejó huella cuando explicó como escribía sus obras literarias. Fue muy enriquecedor.