Los barrios de Bilbao La Vieja y San Francisco cuentan con rincones que para muchos pasan desapercibidos por ser parte de su día a día. Pasan por sus calles, plazas y junto a sus edificios sin prestar atención a lo que esconden, sin embargo, hay otros que miran esta zona de Bilbao con otros ojos. Hay quien en un rincón sombreado ve la imagen de un posible cuadro que exponer y quien en las fachadas de sus edificios observa una imagen digna de capturar y guardar. Este sábado, esos ojos se reunieron en los diferentes espacios de Bilbao La Vieja y San Francisco para plasmar en un cuadro esos rincones. Lo hicieron dentro del XV Certamen de pintura al aire libre Manuel Balsa “El Ruso” organizado por el Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao.

Las inscripciones a este concurso, en el que se busca encontrar la obra que mejor refleje ‘el paisaje urbano de Bilbao La Vieja y San Francisco', se podían realizar desde las 8.30 horas, y a partir de entonces, los diferentes rincones de estos barrios comenzaron a verse diferentes. Los soportales de la plaza Corazón de María, uno de los espacios más representativo de Bilbao La Vieja, contaban con caballetes montados a las 8.45 horas, poco después de haberse abierto las inscripciones, y es que, a juicio de quienes participaron en el certamen, al tener que tener la obra terminada para las 14.00 horas, no había mucho tiempo y había que “aprovechar al máximo las horas”.

Las dificultades de pintar al aire libre

Aitor Burgos fue uno de los más madrugadores, a las 8.45 horas ya se encontraba con el lienzo sobre el caballete y dibujando. Decidió plasmar en el cuadro una de las esquinas de la plaza Corazón de María que a primera hora contaba con una sombra “especial” que generaban los árboles. Sin embargo, a medida que avanzaba la mañana y el sol se iba moviendo Burgos tuvo que cambiar el planteamiento del cuadro. “Al principio la sombra se centraba en la esquina de la plaza, es una zona que no conocía anteriormente y me ha parecido interesante, pero ahora que el sol está subiendo ha cambiado y tengo que volver a plantear el cuadro”, explicaba. Y es que esa es una de las grandes dificultades de pintar al aire libre, sin embargo, es también “lo especial” de hacerlo. Burgos fue durante un tiempo estudiante de pintura y, aunque lo dejó, aún queda dentro de él un artista que aspira a ganar el primer premio de 1.000 euros.

Quien también madrugo mucho fue Leticia Gaspar, ya que aseguraba que necesitaría “todas las horas” para poder entregar su cuadro. Señalaba que esa era, a su parecer, una de las principales dificultades de los concursos de pintura al aire libre. “Al tener limitación horaria no puedes distraerte con nada y en la calle, evidentemente, hay muchas más distracciones que cuando estás en casa”, explicaba. En su caso, decidió crear en cuadro a partir de una foto que ella misma había hecho a la estación de Abando vista desde el puente de la calle San Francisco. Según contaba, decidió hacerlo así por practicidad, ya que “no es fácil ponerte a pintar en una calle donde pasa gente constantemente”, por lo que optó por pintar en un espacio más amplio.

Sobre el premio de 1.000 euros que estaba en juego para el mejor de los cuadros, señaló que ella no se presentaba por él, sino por la experiencia. “Si lo gano está genial, pero no suelo pensar en ello porque te puedes llevar muchas decepciones. Me centro en disfrutar con la pintura y eso es algo que siempre consigo”, aseguraba.

"Las horas se me pasan que no me doy cuenta"

Además de Leiticia, otros participantes como Maite del Río también optaron a pintar desde una foto, aunque en su caso fue por miedo al tiempo. “Aquí nunca sabes si va a llover o no, así que ponerte a dibujar en el muelle de Marzana es algo arriesgado”, indicaba. Era su primera vez pintando al aire libre, y aseguraba que se estaba convirtiendo en una “muy buena experiencia”. “Me meto en la creación del cuadro y me evado de lo que hay en el exterior, se me pasan las horas que no me doy cuenta, como cuando pinto en casa, pero en la calle nunca que había pasado”, explicaba.

Y al igual que Maite, otros muchos participantes en el concurso se crearon su propio mundo alrededor de sus cuadros, ofreciendo una visión diferente de Bilbao La Vieja y San Francisco, trasladando sus plazas, parques y arquitectura a un lienzo que podría ser exhibido en el Museo de Reproducciones Artísticas de Bilbao.