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Lourdes Leoz: “La gente agradece que las tiendas sigan abiertas”

Lourdes Leoz, lleva 41 años al frente de la Paragüería Leoz, que es uno de los últimos negocios casi centenarios o ya entrados en el siglo de vida que quedan en Bilbao

Lourdes Leoz: “La gente agradece que las tiendas sigan abiertas”Oskar González

La historia de la paragüería Leoz se remonta al año 1933. Casi cien años después, la nieta del fundador, Lourdes Leoz continúa al frente del negocio. Durante sus 41 años al frente, ha tenido que superar gran cantidad de desafíos, como las inundaciones del 83, la irrupción de internet o ver como negocios antiguos como el suyo bajan la persiana. A pesar de todo, ha decidido continuar con el legado de su familia y convertirse en una de las tiendas centenarias de Bilbao.

Ha mencionado que este comercio cuenta con 92 años a sus espaldas. ¿Cómo comenzó la historia de la paragüería?

Esta paragüería está fundada por mi abuelo Juan Leoz. Él venía de estar trabajando en otra paragüería que estaba en la calle Correo. Ahí fue donde empezó aitite de recadista y aprendiz, luego fue escalando hasta ser el que dirigía el comercio. Años después la dueña cerró la tienda y como mi abuelo lo único que sabía hacer era ser paragüero compró esta misma lonja en 1933. Conseguía clientes rápido, ya que la gente le conocía de la otra tienda y por lo responsable y trabajador que era. Sin embargo, la vida le dio un palo y falleció con cincuenta y pocos años. Mi tío Fernando y mi padre Juan continuaron con el negocio. Hasta que aparecí yo hace 41 años.

¿Qué le hizo decidirse a continuar con el legado de la familia?

Desde pequeña siempre me ha atraído la paragüería y andar con herramientas. También, que de niña quién no jugaba a tienditas, ¿no? Hice una preparación comercial y cuando acabé, al día siguiente aparecí por la puerta, y pregunté ¿cuándo empiezo?

¿Cuál ha sido la clave del éxito de este negocio?

La forma de tratar a la clientela, lo que queremos es que la gente se marche contenta y para eso hay que trabajar con seriedad. El primer día que entré a trabajar, me dijo mi padre que tenía que hacer los arreglos y tratar a la gente como si fuera para mi misma. Y eso es lo que siempre ha sido esta paragüería. Tenemos clientes que son nietos de gente que venía a comprar.

¿Alguna anécdota que recuerde?

Hay algo que de verdad me marcó. Un día entró a la tienda una señora mayor de 80 años, que venía con un paraguas en la mano. Me dijo si era familia de Juan Leoz y le dije que era su nieta. Me enseñó el paraguas y me comentó que se lo vendió mi abuelo a su madre cuando era joven. Le debió de costar mucho dinero porque tenía el puño de plata grabado, caña natural y forrado en piel. Echando cuentas ahora mismo tendrá unos 130 años, pero está impecable. Me dijo que era soltera y que se iba a ir a vivir a una residencia, y que sus sobrinos iban a tirar el paraguas el día que se muriese y que para ello prefería que lo tuviese yo como recuerdo de mi abuelo. Se nos acabaron saltando las lágrimas a las dos.

Durante estos 41 años al frente de la tienda, ha tenido que afrontar muchos desafíos, como por ejemplo las inundaciones. ¿Cómo lo vivió.

El agua llegaba hasta el techo. Habíamos recibido todo el género del otoño-invierno y teníamos la tienda a tope, fue devastador. Mi padre pensó en cerrar la tienda, pero yo le animé porque yo estaba detrás y mi sueño era ser paragüera.

¿Qué cree que transmite esta tienda y todo su legado al Casco Viejo y a Bilbao?

La pertenencia a Bilbao, a la calle, al barrio y a la ciudad. El paraguas es un objeto muy raro, muy divertido, muy alegre y muy aceptado por la gente. Los paraguas gustan. Es algo que atrae. La gente me comenta constantemente lo agradecida que está de que negocios como el mío sigan adelante. Es una forma también, en esos días que la gente va por la calle mojándose a trabajar, de ayudarles a que valoren lo que tienen.

¿Cómo ve el futuro de la tienda?

Voy a ser sincera, mi comercio tiene tirón porque soy la única tienda que se dedica a esto. Pero, el Casco Viejo como centro comercial se dirige al fracaso, si no está ya metido en el fracaso. Seguiré al frente del negocio hasta que vea que no puedo o no me valgo.

¿Qué mensaje trasladaría con el objetivo de que la sociedad confíe en el comercio local?

La velocidad la adquieres andando y la confianza haciendo uso de esos comercios locales y viendo el resultado que te da. Si el comercio pequeño empieza a cerrar, ¿te imaginas el casco viejo en invierno a las cinco y media, de noche, sin luces en los escaparates y sin movimiento en la calle? Hay cantidad de tiendas cerradas. La calle es la que pierde, el ciudadano va perdiendo calidad de poder andar, de ver un escaparate, de pararse y de mirar. Es otra forma de ver la ciudad.