Ana Gaite y Rocío Ortíz de Elguea tenían quince años cuando pasaron de alegrar las tardes con su guitarra a quienes se reunían en Pozas a acompañar a Olentzero a repartir los regalos a los niños y niñas que se encontraban ingresados en el Hospital de Basurto de Bilbao. Han pasado ya más de veinticinco años, y aquellas dos niñas, son ahora dos mujeres, pero continúan teniendo el mismo espíritu navideño y las mismas ganas de repartir ilusión. 

Fue el hermano de Ana quien hace casi tres décadas les habló de la posibilidad de acompañar al carbonero en su labor de repartir regalos por el hospital. “Siempre nos ha gustado cantar, tocar la guitarra y pasar el rato con la música, somos muy disfrutones, así que una vez, mi hermano, que estaba de residente en el Hospital de Basurto, nos dijo que estaba muy bien que tocáramos a la gente que estaba tomando algo en Pozas, pero que igual podíamos alegrar a los niños en el hospital, y nos pareció una idea súper bonita”, recuerda Ana. 

En aquel momento ambas tocaban en la misa de 12.30 de la capilla del colegio Jesuitas, y junto a otros miembros del grupo, acudieron a tocar durante la visita de Olentzero. Al poco tiempo se sumaron Pablo Castells y Adolfo García y, que son, junto a Ana y Rocío, los que más tiempo llevan en este grupo. “Con el tiempo se ha ido sumando más gente, pero nosotros somos los que más tiempo llevamos, el núcleo duro”, explica Rocío. 

Los cuatro han ido creciendo durante todos estos años junto a Olentzero, encarnado desde el comienzo de esa tradición por Imanol Zudaire, el jefe de celadores del Hospital de Basurto recientemente jubilado. “Nos ha visto crecer; al principio le pedíamos que nos trajese un novio”, reían al recordar sus primeros años. “Nos ha visto casadas, embarazadas, y ahora venimos con nuestros hijos. Ellos se quedan fuera del hospital mientras nosotros acompañamos a Olentzero, pero cada año se unen a esta tradición”, cuentan. 

La mañana del 24 de diciembre en la puerta del pabellón San Pelayo de pediatría, Ana, Adolfo, Pablo y Rocío se reunieron junto a otros miembros de la banda con panderetas y guitarras para recibir a Olentzero y acompañarle por las habitaciones del hospital mientras este habla con los niños y niñas ingresados. Este año, se sumó a la tradición Mari Domingi, y acompañó a Olentzero por las habitaciones de los niños entregándoles sus regalos. 

Desde los villancicos más tradicionales a los más modernos animaron la mañana. Nada más llegar el carbonero, se dirigieron junto a él a la primera planta y este, con los regalos, fue entrando habitación por habitación hablando con ellos y entregándoles las sorpresas que tenía preparadas para ellos. 

Las caras de ilusión y emoción eran indescriptibles, momentos que se grabaron en la retina y memoria de aquellos que, por desgracia, tenían que pasar parte de las navidades en el hospital. Enfermeras, familiares y médicos cantan los villancicos tanto en euskera como en ingles y castellano que entona el grupo dando así un ambiente tan navideño como mágico al hospital, transformándolo, por un momento, en algo completamente mágico. ”Procuramos cantar los que se sabe todo el mundo para que cualquiera se pueda unir a cantar”, relatan. 

"La gente agradece la música"

 Son situaciones muy especiales que el grupo de música vive junto a Olentzero cada mañana del día de Nochebuena. “Suena muy demagógico, pero vas allí, ves las situaciones que hay y te das cuenta de lo afortunado que eres”, cuenta Rocío. “Ha habido veces que el hospital estaba muy lleno y eso es duro, pero la gente en general agradece la música y que Olentzero vaya a visitarles; los críos están esperando toda la mañana porque pasamos sobre las 11 y desde que pasa el desayuno saben que vamos”, relata. 

Ander fue uno de los txikis que recibió la visita de Olentzero y aunque él, con un año y medio no entendía muy bien lo que pasaba, sus aitas agradecieron ese momento. “Ya que estamos viviendo estas fechas aquí, aunque él es muy chiquitín y todavía no conoce muy bien esto, se agradece que se preparen cosas tan bonitas como estas. Son fechas muy especiales para todos y que venga el grupo de música con Olentzero y se monte así la fiesta es muy emocionante y hace que estas situaciones sean, dentro de lo que cabe, algo más alegres”, señaló Silvia Benítez después de que Olentzero visitara, junto a Mari Domingi, a su hijo Ander. 

Y es que la magia, indudablemente, reinó la mañana del 24 de diciembre en el pabellón San Pelayo y quizás por eso, por la magia, por la ilusión de alegrar la estancia a los más txikis, Pablo, Ana, Rocío y Adolfo no fallan nunca. “Es algo que reservas todo el año, no te planteas el no venir aquí, y si hace falta, se cogen vacaciones”, aseguraba Adolfo a las puertas del pabellón tras haber acompañado a Olentzero.

Segunda generación

Y es que tan fuerte su pasión por este día que incluso ya se ha formado una segunda generación. “Este año es el primero que viene mi hija a tocar con nosotras”, explicaba Ana. “Yo empecé con esta tradición con 16, la misma edad que tiene ella ahora”, recuerda. 

Es el primero de unos, y el último de otros, y es que Imanol no volverá a encarnar a Olentzero tras haberse jubilado. Sin embargo, la tradición no desaparecerá ya que este grupo ya está manos a la obra para buscar un nuevo Olentzero al que poder ponerle banda sonora durante la mañana del 24 de diciembre.