No hay que pintar la postal en blanco y negro para hablar de ellas. A finales de 2021, 532 cabinas telefónicas sobrevivían en las calles vascas. De estas, 219 lo hacían en Bizkaia, según datos de Telefónica.Hoy, todavía quedan 158 en el territorio. Unas cuantas las hemos encontrado en municipios como Las Arenas, Otxandio y Portugalete. Y, ¿en Bilbao? Hagan la prueba. Ni se les ocurra salir a buscarlas a la calle. Algo más acertado con los tiempos que corren: busquen en Google Maps, ningún resultado. Todas han sido retiradas de la villa.

A finales de año, las 158 que quedan se irán retirando paulatinamente. Jose Mari Martínez

¿Qué era eso?

“Solo he visto cabinas telefónicas en Barakaldo, aquí en Bilbao creo que ya no hay ninguna”, cuenta Galatea García, de 17 años. “Las primeras veces que salía, mis aitas me daban dinero por si acaso tenía que llamar. También tengo el recuerdo de que las usaran ellos, cuando no tenían móvil”, añade.

El tiro de gracia llegó el 1 de enero de 2022. La compañía anunció que ya no tenía la obligación de garantizar una red mínima puesto que aunque el “servicio universal se mantuviera, ya no estaban atados por una orden ministerial a prestarlo”.

No hay que pertenecer a la generación millenial para que cueste esfuerzo acordarse del tiempo en el que no se entendía qué era el cincogé o el tick del WhatsApp. Por ello, proponemos un ejercicio de memoria: ¿Cuál fue el único modo posible de comunicarse con el mundo desde fuera de casa? Algunos solo tendrán que hacer una vista atrás y, para otros, en cambio, estos elementos forman parte ya del imaginario colectivo.

Las cabinas telefónicas han avanzado por los años difuminándose, hasta ser borradas del paisaje urbano bilbaíno. La mayoría llegaron a sus últimos días vandalizadas o haciendo las veces de panel publicitario.

“Por lo menos hará veinte años que no uso ninguna”, reconoce Virginia Goitia, de 56 años. Pero matiza: “Debería de haber un punto de referencia al que poder acudir si te quedas sin teléfono. Sucede como con los bancos, la gente mayor se ha tenido que buscar la vida para sacar dinero. Pues con lo de comunicarse, lo mismo. Antes, por ejemplo, también se podía llamar desde los bares”.

Así es. Conversar mientras uno se echaba un café también fue un clásico. “Tuvimos un teléfono en el que, en ciertos momentos llegamos a tener incluso fila para hablar. Lo recuerdo con mucho cariño y, de hecho, tengo ese teléfono guardado”, rememora Boni García, propietario del Café Lago, en la calle Correo. “Antes, depositábamos esas monedas en una hucha que contábamos todos los días, pero cuando todo el mundo empezó a llevar móvil empezamos a hacerlo semanalmente, cada mes y, al final, desapareció”.

Según datos de Telefónica, la media de llamadas al día general de enero a octubre de 2019 fue de 0,56 llamadas. Según las cifras publicadas por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia de 2016, a la multinacional le costaba cerca de 4.5 millones de euros mantener las cabinas.

Perder la cobertura

Funcionaron con fichas, más tarde con monedas y luego con tarjetas. Seguramente varios de nosotros las dibujemos en rojo londinense. No vale disfrazar el recuerdo. Estas se vestían con colores verde y azul y, en todas ellas se leía el logo de Telefónica. Las había de diversos tipos: aquellas incrustadas en un poste con una marquesina; las que constaban de un teléfono, una pequeña mampara y una superficie donde venía algún que otro número de interés para apoyar el codo.

Y, por supuesto, aquellas que quizá se hayan ganado el título de míticas, en las que todo lo que se decía quedaba protegido por un cubículo de aluminio y una puerta. Allí donde más de uno temió quedarse atrapado como lo hiciera José Luis López Vázquez en 1972.

“Antes había una, aquí, en Doctor Areilza y otra más, algo más abajo, cortando con Pozas”, recuerda señalando Izan Bijandi, de 22 años. Había, en pretérito imperfecto, porque ahora no hay ni rastro de ellas. La compañera de banco de este chaval aporta uno de los motivos: “No he utilizado una en la vida”, afirma Aroa Sánchez, de 23 primaveras.

Nos desplazamos a otro punto de la ciudad: Otxarkoaga. Que conozcamos, hace dos años en este barrio se podía llamar desde la Avenida Pau Casals, así como desde la plaza Kepa Enbeita. De hecho, esta última era una de las más usadas. Carlos López, kioskero de la plaza fue testigo de ella: “Era muy frecuente ver a gente con el teléfono en la oreja, sobre todo, venir a pedir cambios al kiosko, claro. Ahora, la gente las busca y las han retirado todas, parece . No hace tanto que alguien pregunta por la famosa cabina. En mi caso, hace quince años o más que no utilizo ninguna”.

Si se preguntan por aquellas localizadas en la plaza del Ensanche o Unamuno, nada, porque también han desaparecido. Ya forman parte del pasado.

Un poco de historia

Fue en 1963 cuando dio comienzo la instalación de las primeras cabinas telefónicas en el Estado español. El orden que se llevó fue Madrid, y Barcelona. En el mismo año, le tocó el turno a Bilbao, tal y como señala la investigadora de la UPV/EHU, Begoña Villanueva García en el documento “Las primeras cabinas de una ciudad del norte: Bilbao (1963-1970). Los lugares escogidos fueron Otxarkoaga, Abusu y la avenida Zumalakarregi. En 1967, la Compañía Telefónica pidió permiso al Ayuntamiento para colocar anuncios publicitarios en los postes.

Pero llegaron con algo de retraso. Por ejemplo, en Francia se instalaron en 1923 en las grandes ciudades del Estado.