La ubicación de la parcela RZ-13 donde se han levantado los tres edificios de VPO se encuentra casi al final de la isla de Zorrotzaurre, mirando hacia el norte, en dirección al mar. Un punto donde las inclemencias meteorológicas azotan con denuedo al estar ubicado justo por donde entra el viento directo del mar a través del pasillo que conforma la ría, la cual en esta zona se ensancha todavía más. Eso implica que cuando entra una borrasca del norte llegue directamente a Zorrotzaurre sin obstáculo alguno. “En invierno se ha notado que aquí pega de lo lindo” reconoce Roberto Huidrobo, jefe de Obra de Jaureguizar.

Unas corrientes que se notan más cuando se estaban levantando las estructuras de los edificios residenciales y no existían tabiques donde resguardarse. De hecho el jefe de Obra indica que “cuando hace mucho viento hemos tenido que parar el trabajo de las grúas”.

Una medida que es habitual en todos los trabajos en altura pero que en la punta norte de la isla se ha reproducido más veces por sus especiales circunstancias geográficas. “Los propios limitadores que tienen las grúas no nos dejan trabajar al pasar de cierta velocidad de viento”, indica Huidrobo. De hecho, la contrata que gestiona la elevación de los materiales constructivos desde tierra está muy pendiente de los partes meteorológicos, y sobre todo de las galernas, para avisar a la constructora de que hay que estar preparados para estas especiales circunstancias.

“Aquí es duro trabajar tanto por las corrientes y el frío pero también por el calor”, describe Enrique Abad, director de Edificación de la promotora, al tiempo que recuerda este verano cuando han llegado a utilizar de forma habitual mangueras para que los operarios se refrescaran en los días más duros de las sucesivas olas de calor.

A 42 grados en el tajo

“Si había el más mínimo peligro en las horas punta de calor, todo el mundo fuera, no queríamos que un golpe de calor nos diera un disgusto”, sentencia Abad para describir algunas de las jornadas tropicales vividas.

El jefe de Obra lo avala al recordar que “hemos tenido 40 y 42 grados algunos días, no se podía trabajar en exteriores ni tampoco manejar materiales por ejemplo de hierro, que podían alcanzar los 70 grados de temperatura”.

Por ello durante esas jornadas de calor extremo se ha derivado “el trabajo de la gente a otras labores en el interior de los edificios y también nos ha obligado a adelantar el horario de salida algunas jornadas”, indica Huidobro.