Un colegio en un palacete
El centro Pureza de María cumple 75 años convertido en un referente educativo en Bilbao, desde sus comienzos en un chalé de Gregorio de la Revilla hasta llegar a su ubicación actual, con las aulas al principio en una mansión
Pocas personas podrán imaginar hoy en día, mirando la lustrosa fachada del colegio Pureza de María de Bilbao, que, hace décadas, las clases se impartían en una imponente mansión señorial de principios del siglo XIX. Los dormitorios se habían convertido en aulas -en los servicios todavía quedaban algunas bañeras- y el salón de baile pasó a ser la capilla. El centro cumple este mes 75 años de historia, convertido en toda una referencia en el ámbito educativo, con casi 1.200 alumnos, 120 trabajadores y diez hermanas.
El colegio abrió sus puertas en 1943. El obispo de la diócesis había llamado dos años antes a la congregación Pureza de María, fundada en Mallorca, para que pusieran en marcha un centro educativo en Euskadi. Su objetivo era hacerlo en Bilbao, pero hubo forma de encontrar un local adecuado, así que tuvieron que trasladarse a Donostia, donde fundaron un pequeño colegio. Finalmente, en septiembre de 1943 encontraron un chalé acorde a sus necesidades, ubicado a la altura del número 27 de Gregorio de la Revilla. Lo alquilaron por mil pesetas al mes. “Costaba muchísimo conseguir ese dinero. Era una época muy dura, en la que todavía funcionaban las cartillas de racionamiento. Las hermanas más mayores contaban cómo lloraban para llegar a fin de mes y conseguir esas 1.000 pesetas del alquiler”, rememora María Canel, actual directora del centro. El 28 de octubre tres alumnos inauguraron el nuevo colegio: dos niñas, Mercedes y Pilar, y un niño, Oscar. “Era un colegio femenino pero era habitual que los niños vinieran al colegio hasta los diez años, que empezaban el bachiller en los masculinos. Mis hermanos, por ejemplo, estudiaron aquí hasta que pasaron a Santiago Apóstol”, explica Maritxu Peréx, antigua alumna que está a punto de jubilarse tras pasar toda su vida dando clase en este centro. Aunque el número de alumnos fue reducido, pronto el chalé se quedó pequeño y las hermanas tuvieron que buscar una nueva ubicación.
La encontraron no muy lejos, en la parcela que ocupan actualmente, entonces mucho mayor. Era un enorme solar, situado entre la Gran Vía, Licenciado Poza, Sabino Arana y María Díaz de Haro, propiedad de la familia de Dámaso Escauriaza, consejero fundador del Banco de Vizcaya. El nuevo colegio era un precioso palacete construido en 1909, diseñado como una auténtica mansión señorial. Todos los dormitorios se reconvirtieron en aulas que se diferenciaban entre sí por sus colores -la sala rosa, la sala azul, la amarilla? un sistema habitual dentro de los colegio de la congregación, para dividir a las alumnas por edades-, el salón de baile pasó a ser la capilla y el hall, gimnasio o salón de actos según las necesidades. De hecho, el actual edificio fue construido alrededor del chalé, que se situaba en lo que hoy es el patio interior. “Era como una casa de cuenta, en una finca inmensa. Los jardines, en la parte de Rodríguez Aria, eran preciosos y se convirtieron en campos de juego. Toda la parte que daba a Sabino Arana era una explanada gigantesca, rodeada de eucaliptos, con un pozo artesano en el medio”, recuerda Peréx.
Apuesta por la mujer Con la llegada de los años 60, cada vez eran más las alumnas que empezaban a seguir sus estudios hasta bachillerato superior. “Hasta ese momento, la mayoría de las chicas estudiaba solo hasta los 14 años: cuarto y reválida”, explica Peréx. La Pureza realizó una apuesta fuerte: lograr que fueran más las niñas que llegaran hasta la universidad. “Uno de nuestros objetivos siempre ha sido la promoción de la mujer, desde nuestra fundación. Hicimos una apuesta clara por que las mujeres accedieran a estudios superiores”, destaca la directora. Esa apuesta se materializó en un nuevo edificio, mucho más grande, que es el que se sigue utilizando hoy en día. El nuevo colegio, más moderno y con mejores instalaciones, se construyó alrededor del palacete original, simultáneamente con la actividad docente. Las alumnas se fueron trasladando según iba construyéndose el edificio: en 1965 las de bachillerato y dos años después el resto, aunque las obras no finalizaron hasta 1970. Un año más tarde, se derriba el chalé. En aquella época cambiaron hasta los uniformes; aunque se mantuvo el característico cuello blanco, se pasó del vestido azul marino, más riguroso, al tejido actual de cuadros príncipe de Gales. “Antes había incluso un uniforme de gala, para ocasiones especiales, de piqué blanco, con velo y guantes”, describe Canel. El edificio, en forma de L con fachadas a Sabino Arana y Rodríguez Arias y seis pisos de altura, fue todo un símbolo de las nuevas tendencias educativas que se seguían dentro de las aulas. “Fue un centro puntero; había laboratorios, laboratorios de idiomas, campos de deportes en los que ya te podías duchar en los vestuarios... Era una referencia”, reconoce la exalumna. “Fue un bombazo porque comenzamos una nueva metodología, más enfocado en desarrollar su autonomía: los niños no tenían libros propios, funcionábamos con fichas; tenían que investigar para hacer una unidad didáctica; se trabajaba por objetivos... Se trabajaba mucho la diversidad, las inteligencias múltiples... Hoy en día está a la orden del día pero entonces fue una ruptura con todo lo anterior”.
Durante años recibieron la visita de multitud de expertos en Educación de todo el mundo. Maritxu Peréx, que ya daba clases en el centro, recuerda especialmente la visita de unos profesores japoneses. “Aunque estábamos acostumbrados a que viniera mucha gente, me llamó la atención las mujeres, que andaban de puntillas para que los tacones no hicieran ruido, y que pedían permiso a todos, incluso a los niños, para sacar fotos”, recuerda Peréx. De aquella época fue también la grabación, por parte de las alumnas, del disco Pasito a Pasito. “Sonaba en televisión, fue muy famoso”, afirma la directora.
Por la Pureza han pasado, en sus 75 años de vida, muchas mujeres que han marcado historia, como la primera mujer jueza del Estado, Concepción Carmen Venero, o la periodista Charo Zarzalejos. Con la excelencia educativa siempre como premisa, el colegio ha intentado siempre atender a la diversidad de sus alumnos. “Todos no han llegado a la universidad pero hemos querido formar a los mejores abogados, los mejores mecánicos... Sin dejar a nadie atrás, algo que es para nosotros muy importante”, finaliza Canel.