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“El colmillo retorcido no está en la sonrisa sino en el interior”

Es ‘dibujante’ de sonrisas sin ser Chaplin, mecánico jefe de talleres sin Ferrari y te deja con la boca abierta en cada paso que da. No creo que les cueste adivinarlo

“El colmillo retorcido no está en la sonrisa sino en el interior”

bilbao - En su oficio no existe boca de asno que no pueda probar la miel. Y miren que su vocación primera era más amplia: quería ser médico. Se cayó del caballo merced a José Ramón Cirarda, un medico odontólogo y estomatólogo, un dentista, con el que hizo sus primeras prácticas. ¿Un dentista, dije? Error. Oyéndole a Jaime A. Gil uno tiene la tentación de salir en busca de su estatua. “Era un hombre magnífico. Yo estaba en tercero de carrera y me dijo: Chaval, ¿por qué no te pasas por la consulta un día? Lo hice y me sedujo la pasión que tenía por su trabajo y el cariño que le tenían sus pacientes porque era un tipo entrañable, afable y cariñoso. Me dije: yo quiero que me quieran así porque quererle a un dentista... ¡Es jodido! Además, parecía un relojero suizo, todo un perfeccionista en la boca. Fue quien hizo de un chaval de veinte años el hombre que soy hoy”. Ese hombre que toca la cumbre en su profesión, recién coronado como presidente de la International Federation of Esthetic Dentistry. El puto amo, hablando en plata...

¿O en oro? Lo digo porque hubo un tiempo en que los dientes se hacían con ese metal noble...

-Sí. Y es curioso porque hoy los pacientes no te lo admiten ni locos, pese a que sea el material más noble que puedas ponerte en la boca. Incluso es verdad eso que dicen de que robaban muelas de oro a los cadáveres, pero hoy hay un rechazo universal por los metales. El material es la cerámica, mucho más estética.

¿Que lección magistral recuerda de su mentor?

-Muchas, pero quizás la pasión.

Siempre tan necesaria...

-Para todo en la vida. Trabajar no es trabajar en el sentido de sacrificio para ganarse la vida si uno disfruta con lo que hace. Incluso creo que si tuviese el dinero suficiente trabajaría gratis. Lo siento así.

Hay otra sensación que se desata en el sillón del dentista: el pánico.

-Si, ja, ja, ja. Hay un miedo histórico, a la odontología que viene de lejos. Recuerde a los sacamuelas, aquellos barberos que iban por los pueblos.

¡Júreme que no duele!

-Que no, que no. La técnica de hoy es indolora. Es un miedo ancestral.

¿A qué teme usted?

-Al dentista, no, claro. A la muerte tampoco. Soy, si quiere, temeroso de Dios. Tengo una cierta inseguridad ante la providencia por la responsabilidad contraída con la familia.

No está de moda hablar de Dios.

-Yo creo en Dios y el que no lo haga, peor para él. Lo siento si no tienen esa suerte.

Algunos creen en Internet y las tecnologías que le rodean...

-El abuso de las tecnologías me espanta en el sentido de que deshumaniza las relaciones humanas. La gente está más atenta al móvil que a hablar con quien merienda.

Sin embargo en su profesión hay una pujanza tecnológica

-Y bienvenida sea. Las CDCT, los escáneres y la tecnología CAD-CAM ha puesto a la odontología en un peldaño superior. Pero todo al servicio del hombre y no al revés.

Disculpe, pero la estética dental suena a...

-¿Al set de maquillaje de la señorita Pepis? Sí, antes puede que fuese así, pero las cosas han cambiado. Aunque lo primero es la salud, luego la función correcta y por último, la estética.

¿No está sobrevalorada la sonrisa?

-No, es la expresión más auténtica cuando sale de dentro. Hace que la comunicación sea más fluida, seduce, aumenta la autoestima. Es la curva más atractiva de la persona. Por eso duele cuando es falsa.

¡Póngame dos! ¿De qué tipo se la piden en la consulta?

-Blanca, muy blanca. A veces demasiado blanca. Y muy alineada, muy parecidos a las celebrities de Hollywood. Si le insinúas a alguien que quieres personalizársela con su rostro, te dicen “no”.

¿En qué espejos se miran?

-Antes Julia Roberts, Cameron Díaz, Cindy Crawford , hoy Beyoncé, Rihana, Enrique Iglesias, Zack Efron... Y aquí, entre nosotros, Igor Yebra. La primera de todos fue Judy Garland.

Y en las antípodas está...

-No sé. ¿El colmillo retorcido? Pero el colmillo retorcido no está en la sonrisa sino en el interior de la persona.

¿Qué pesa más en su balanza: el amor o la amistad?

-El amor a los tuyos es más trascendental. Está un peldaño por encima.

¿Qué se trajo de su etapa californiana?

-Una pasión: la formación continuada. Sigo creyendo en ella y no creo que nadie me discuta mi carácter pionero en este campo en todo el Estado. En los años 80 eran otro planeta pero creo que hoy Europa está a su altura en estética dental, si no por encima.

Si se hubiese quedado en Estados Unidos...

-Es una sociedad tremendamente superficial. ¡No, gracias! Hubiera sido más infeliz que en Bilbao. Mi hijo Alfonso está ahora allí y no dudo que volverá porque es inteligente. Los valores de la vida no están en ir a bañarse en Hermosa Beach.

¿Qué aconseja a sus alumnos, señor catedrático?

-Que se formen y se apasionen con lo que hacen.

¿Y a sus hijos, a las generaciones más jóvenes?

-Lo que me inculcó mi padre: hay que fijarse objetivos. Vivir sin objetivos desorienta. Y luego poner esfuerzo y trabajo diarios para conseguirlo. En inglés se dice que si no sabes dónde vas te perderás.

¿Son justas las críticas a la juventud de hoy, señor catedrático?

-Mi alumnado es la prueba del 9 de que también hay una juventud hipermotivada y preparada.

¿Cómo serán sus clases?

-Siempre empiezo igual: “Bienvenidos a la asignatura más apasionante de la carrera. ¿No me creen? Tengo nueve meses para convencerles”. Yo soy un profesor que explica lo que hace, lo que trabaja, no uno de esos dedos secos que se dice en inglés.

¿Un tipo duro?

-Creo más en la educación positiva. Antes de decirle a alguien lo que ha hecho mal, empiezo diciéndole lo que hizo bien.

¿Qué paciente prefiere, hombre o mujer?

-Si fuese peluquero lo sería de señoras y como protésico dental, también. Creo que la mujer tiene más sensibilidad.

¿A qué dedica el tiempo libre?

-A estar con mi mujer. Hacer planes con Margarita me encanta es una mujer muy divertida. No necesito dar la vuelta al mundo.

¿Qué sueños le quedan por cumplir y cuáles ya son imposibles?

-No tengo sueños imposibles. No he querido ser, qué se yo, Nadal. A lo mejor es algo que me he perdido en la vida pero es así. ¿Por cumplir? Que mis hijos cojan las riendas, verles al frente de los centros en Bilbao y siendo buenas personas.

Venga, personalice un poco más a la hora de escoger un deseo.

-Quiero que me quieran, lo necesito de verdad. A lo mejor es egoísta pero necesito ese cariño. En mis consultas trabajan cuarenta personas y no soportaría saber que alguien me odia. Me deprimiría al cien por cien.

¿Qué le pasó en la vida que de ninguna de las maneras hubiera esperado?

-No sé. Mira, sí. Ser nombrado presidente de la International.

¿Le llega el éxito a tiempo?

-La vida debiera estar enfocada al revés, ir rejuveneciendo con experiencia. Sería la bomba.