Bilbao - Confiesa con orgullo que nació en una casa “mágica” en Montilla, Córdoba, y que el mismísimo Cervantes la citó en la novela El coloquio de los perros como la Casa de las Camachas. Dice que era mágica porque había buenas vibraciones, pero aclara que “no había brujas en la casa”. “Éramos gente sana, gente buena”, advierte. Aun así, ella nació con el don de “tener premoniciones a través de los sueños” y gracias a esa cualidad innata se metió en el universo esotérico. Desde hace más de tres décadas echa la cartas del tarot, un negocio que le ha dado lo suficiente como para abrir tres tiendas en Bilbao.
¿Cómo empezó en el tarot?
-Pues tontamente, echando las cartas a las amigas.
Pero algo tendría que saber...
-Sí, previamente me compré un libro y unas cartas. Pero me inicié en ello porque yo desde pequeña veía cosas que iban a ocurrir a través de los sueños.
¿Y sigue teniendo esa magia?
-Ahora menos porque para visualizar esas cosas hay que estar tranquila y yo, con todo el jaleo que tengo entre las tiendas y escuchar los problemas de tanta gente, no puedo. Llega un momento en que la mente está saturada y la mente es muy sabia.
Así que se dedica principalmente a echar cartas.
-Sí.
¿Y qué es el tarot?
-Es algo muy importante en la vida de una persona, pero no es predecir el futuro como la mayoría de la gente piensa.
Entonces, ¿qué es?
-Es un aprendizaje, una guía que nos ayuda a conocernos a nosotros mismos. Imagínese que alguien viene diciendo que es tímido y tiene dificultades para comunicarse con la gente.
¿Qué hace usted ante eso?
-Pues le diría que trabaje con la carta de El loco, que es un personaje muy atrevido. En el fondo es como una terapia. Yo lo único que hago es elegir una carta en esos casos.
Pero la gente, ¿por qué acude a su consulta?
-Fundamentalmente viene a que le leamos el futuro. Nadie quiere conocer sus propios defectos. El 90% de las personas lo hace para consultar sobre el amor y, en menor medida, sobre el empleo.
¿Tuvo más clientela durante la crisis?
-No. Para mí el boom fue de 1998 a 2005. Luego bajó porque hubo mucha gente que se puso a trabajar de esto. Pero ahora nos hemos quedado la gente más seria.
¿Tiene una clientela fija?
-Tengo de todo. Hay gente que viene todos los años a que le lea las cartas, otras cada seis meses y otras que vienen por curiosidad.
¿Hay un perfil concreto?
-No. Hay de todas las edades y culturas. Puedo decir que el perfil no es el de gente ignorante. Aquí viene desde un joven hasta un señor que me dice: Dime lo que me va a pasar porque de lo que me digas dependen 90.000 euros.
¿La gente sale contenta?
-Unos sí y otros no.
Explíquese.
-Hay gente que es más incrédula y sale pensando a ver si es verdad lo que me ha dicho y otros que salen enfadados porque les dices lo que no quieren escuchar.
¿Me pone un ejemplo?
-A una persona le dices que le va ir superbien en la salud y en el trabajo pero salen superdisgustados porque le has dicho que hasta dentro de seis meses no va a encontrar el amor. Quiere que les digas que lo van a encontrar ya.
O sea, que con el amor no se juega.
-La gente no admite que le digas que le va ir mal en el amor. Hay mucha gente que no quiere aceptar las cosas. Ya le puedes decir a una persona que su pareja se ha ido con otra que luego te pregunta si va a volver o si le sigue queriendo.
¿Acierta cuando echa las cartas?
-Yo diría que sí porque si no la gente no volvería. El problema es cuando le estás diciendo una cosa sobre el amor, por ejemplo, no la acepta y tienes que dosificar y adornar lo que dices. Hay que ser un poco psicóloga.
¿Cuánto dura una sesión del tarot?
-Una hora aproximadamente.
¿Y cuánto cuesta?
-60 euros.
¿También ejerce de confesora?
-Sí, claro. No se puede imaginar la cantidad de cosas que sabemos yo y mi equipo de la gente que viene. Pero aquí hay secreto. Ni entre nosotras nos contamos los problemas que nos cuenta la gente.
Además de echar cartas, tiene tres tiendas, ¿qué vende en ellas?
-Yo siempre digo que vendo cultura, desde libros de tarot, que es lo más importante, hasta inciensos, figuras hindúes, figuras de todas las religiones, lámparas de sal o fuentes de agua.
¿Cuál es el producto más demandado?
-Vendemos muchos amuletos, así como muchos inciensos y velas. Pero también tenemos talleres de relajación, quiromancia, runas y astrología.
Hablaba de la lámpara de sal, ¿en qué consiste eso?
-Es un bloque de sal del Himalaya con un lamparita que siempre tiene que estar encendida.
¿Para qué sirve?
-Equilibra los iones que hay en una casa producidos por la televisión y los electrodomésticos. Relaja mucho e invita a estar tranquilo a conversar.