Bilbao - Flanqueaban su entrada antes, incluso, de que Colón se hiciese a la mar (las Siete Calles están documentadas desde al menos 1442...) las torres de Diego de Echévarri y Martín Pérez de Marquina. Les hablo de Carnicería Vieja, la calle donde comienza la historia de Jon Aldeiturriaga y que tomó ese nombre porque allí se estableció el primer matadero de la villa. Lo que hoy nos importa es recordar que “fue la primera calle peatonalizada” del Casco Viejo, un hermoso patio de recreo.

¿Se enfada si le llamo señor presidente?

-No, pero no lo he sido nunca.

¿Por qué se ha dado esa confusión?

-Porque he sido visible y he dado la cara durante años. Y porque muy pocas asociaciones cuentan con una figura así, la del gerente.

Que se distingue de la presidencia en...

-Digamos que el presidente y su junta presiden y toman decisiones y el gerente propone ideas y gestiona lo decidido.

¿Cuántas lágrimas y sudores suyos se mezclaron con aquellas lluvias que trajo la gota fría?

-Muchas. Todavía saltan cuando recuerdo a los voluntarios.

Días duros, supongo...

-Llovió dos veces: el agua de la gota fría y el torrente de papeleos.

Un ejemplo, ‘sivuplé’.

-El Tribunal Supremo tardó 10 años en dictaminar que habían sido lluvias torrenciales y no inundaciones.

¿Tan importante era?

-Entraba en juego un 30% del dinero en indemnizaciones. Juan Alberto Belloch dictó la sentencia favorable. ¿No se había inundado el Peñascal y no pasaba la ría?

¿Cómo vivió aquella noche Jon, el ciudadano?

-Con impotencia y el transistor en la mano. Recuerdo que Radio Bilbao retransmitía la estampa exagerada de un Casco Viejo ahogado y Radio Juventud continuaba con su programación como si nada.

Espolvoree los últimos recuerdos antes de secarnos.

-Los voluntarios, ya le dije, y el alcalde Robles. Aún le veo junto a la Ribera. “Jon, ¿qué necesitáis?” “¡Herramientas, alcalde, herramientas!”. Por eso me molestó la intolerancia e incomprensión de algunos cuando quiso hacer un homenaje a los voluntarios. Hubo gente que vivió aquello como una lucha política y acabó costándole un ojo al propio alcalde.

Secos ya, ¿con qué soñaba Jon niño?

-Con ser feliz. Acababa el colegio y lo mismo jugaba con amigos a las chapas o al hinque que con amigas a la goma o al truquemé.

¿Los tienen mas difícil los ‘jones’ de hoy de 18 años que los de ayer?

-Sí. Teníamos menos. Recuerdo que bajábamos al Serantes 17 para ver el fútbol y los toros en la tele que ponían en su escaparate, pero si te esforzabas salías adelante. Hoy...

¿Entiende que haya que salir para lograrlo?

-Es ley de vida, pero si tienes la idea de volver. Eguillor decía que le encantaba marcharse de Bilbao para volver. Esa es la sensación.

¿Ve intransigencia para con quienes vienen, con los refugiados?

-Me indigna la intolerancia. ¡Qué poca memoria y solidaridad! Mucho presumir de bilbaino pero luego... ¡venga mojitos! No hablo solo de la guerra. Hubo gente que se marchó a buscarse la vida en el 98, en las crisis de los años 10, los años 20.

Algunos no han vuelto...

-Viajo con cierta frecuencia a Argentina y no hay ocasión en la que no llore. En Ciudad de Plata vino un hombre y me preguntó si era vasco para, a continuación, cantarme el Euzko gudariak.

¿El Casco Viejo ya no es lo que fue?

-Nunca ha dejado de ser. Como tampoco será igual el de 2030. Pero hay que preguntar para entender los cambios: ¿dónde trabajan los hijos de los comerciantes de hoy?

¿Por qué costaba bajar al Casco?

-Veinte años después de las inundaciones, a cierta gente de Algorta había que explicarle que ya no había barro, que aquí estaban las tiendas más modernas de Bilbao y el espacio peatonal más grande.

¿Y los años de plomo?

-Dejémoslo en que hemos padecido la maldad de mucha gente. Me quedo con el índice de rehabilitación más grande del Estado.

Reproche, venga, reproche...

-Quizás hay que hacer cierta crítica al periodismo que dio por buenas algunas historias. Además, considere, por ejemplo, que en toda Europa las señales que dicen Centro de la ciudad remiten al paseante al casco histórico. En Bilbao, te envían a Moyúa. Molestará, pero es verdad.

¿Qué bajaría del Ensanche al Casco Viejo y viceversa?

-El Museo de Bellas Artes, al que ya visitaba mucho cuando no era famoso. O quizás se puede decir que Bilbao tiene cada cosa en su sitio. En pocas ciudades se hubiesen vivido un romance tan feliz como el del Guggenheim y el propio Casco.

¿A qué dedica el tiempo libre?

-Viajo para conocer las cosas, las gentes buenas. He ido a Laponia en autobús, he acampado a 900 kilómetros del Polo, he conocido Escocia, la India... Un sinfín de países.

¿A quién reza cuando las cosas se tuercen?

-Soy poco de rezar y más de enderezar o, al menos, intentarlo. Y, sin embargo, no recuerdo haber faltado a La Salve de los Txikiteros desde que me llevaba mi padre.

Para religión... ¡el Athletic!

-Sí al Athletic, pero no tengo tan claro el mundo Athletic. Por ejemplo, no entiendo que hubiera gente que quisiera que ganase el Barcelona, enemigo jurado, la final de Copa, solo para lograr algo que no conquistamos.

¿Es femenino el siglo XXI?

-Ha mejorado pero no es suficiente. Y creo que es responsabilidad de todos, también de ciertas actitudes extremistas del feminismo radical.

¿Cuál es el secreto del bilbaino?

-Cuando decimos que Bilbao es la capital del mundo, en el fondo, te lo crees.