Bilbao - La semana pasada sorprendió al jurado en la gran final del campeonato, celebrado en el Mercat del Born de Barcelona, con su creación Gaspare 1860, un cóctel elaborado a base de Campari, Gran Marnier, espolón de tequila, zumo de pomelo, miel de azahar y tomate natural. Esa combinación le hizo acreedora del primer premio de la primera edición en el Estado de una competición mundial que se celebra en Canadá y México. Yeiner, que nació en La Habana hace 35 años, despliega su arte todos los días en el bar-restaurante del Gran Casino Bilbao.
Antes de nada, ¿cómo se le denomina a las personas como usted, expertas en coctelería: barman, barmaid o bartender?
-Yo soy una camarera, aunque tengo un curso de Experto Bartender y Coctelería Moderna en el Basque Culinary Center. Pero bueno, la palabra correcta sería bartender, que significa camarera y se utiliza lo mismo para chicos que para chicas. A mí es la que más me gusta.
¿Desde cuándo trabaja en la hostelería?
-Desde que llegué de Cuba, en 2003. Empecé a trabajar en una taberna de Elorrio y luego, como me fui a vivir a Durango, allí seguí trabajando en un pub sacando cubatas a muerte.
¿Lo hacía porque le gustaba o porque no le quedaba más remedio?
-Porque tenía que trabajar para pagar facturas. Luego empecé a estudiar Marketing y Relaciones Públicas y posteriormente hice un grado superior de Administración y Finanzas. Aun así, yo siempre quise estar detrás de una barra.
¿Cuando llegó sabía algo de la profesión?
-Ni idea. No sabía ni lo que era un zurito, ni distinguir un vino de otro. Así que llegaba a casa con una gran impotencia.
¿Cómo se aficionó entonces?
-Cuando trabajaba sirviendo cubatas empecé a mezclar cosas, por pura intuición, y una amiga mía me decía: “¡Qué rico está lo que preparas!” Y así, poco a poco, me planteé seriamente tener algo, un título, que me avalara para que me pudiera abrir puertas.
¿Qué hizo?
-Empecé a hacer cursos de coctelería y a estudiar. Llegó un momento en que pensé que tenía que hacer algo de peso. Al final me decidí por el Basque Culinary Center, donde hice un curso en el que he aprendido mucho, aunque también pensé en ir a Londres o Barcelona, que hay escuelas de coctelería muy buenas.
Está claro que le ha servido porque ha ganado el primer premio del Made With Love.
- Sí, por supuesto, pero mi idea es seguir formándome. Sigo leyendo libros de güisquis y destilados porque es muy importante estar detrás de la barra con conocimiento.
¿Qué tiene que tener un buen cóctel?
-Mucho cariño, sobre todo.
Ya, pero qué ingredientes
-Cada cóctel tiene su hora y momento del día. Lo verdaderamente importante a la hora de elaborar un cóctel es hacerlo al gusto del cliente. Nosotros, en el Gran Casino, tenemos una lista de cócteles, pero a mí me gusta hacerlos según lo que quiera el cliente.
¿Se pueden tomar cócteles sin alcohol?
-Sí, todos los cócteles que preparamos con alcohol se pueden hacer sin alcohol, sin problemas.
¿El público pide cócteles?
-Aquí, en el País Vasco, todavía no está arraigada la cultura coctelera que hay en Barcelona o Madrid, Londres o Nueva York, pero estamos contentos por cómo va aumentando.
¿A qué cree que se debe ese aumento?
-Yo creo que es porque a la gente cada vez le gusta beber menos, pero de calidad. La gente ya no quiere el trago fácil. También puede haber un tema económico. La gente prefiere tomar tres bien preparados con cariño que no siete.
Tampoco se podrán beber muchos cócteles si llevan alcohol, ¿no?
-Si a una persona le gusta el cóctel se puede beber ocho porque nuestro puntos alcohólicos son muy equilibrados. No tienen excesivo alcohol, están muy medidos.
¿Y son caros?
-Qué va, para nada. Aquí tenemos cócteles con un precio medio de 8 y 9 euros. Hay que tener en cuenta que una copa normal y corriente está entre siete y ocho euros.
Además de cócteles, ¿prepara también combinados?
- Sí, claro. Preparo el cubata y el gin-tonic de toda la vida.
¿Hace aportaciones?
-No. Para eso soy mucho más clásica. El gin-tonic tiene que ser gin-tonic y no puede ser una ensalada, y el cubata, un buen ron con coca-cola.
¿Con qué cóctel ganó el premio?
-Con uno que llamé Gaspare 1860.
¿Por qué ese nombre?
- Porque me basé en una historia de un chico, Gaspare Campari, que en su día se guió por una receta de los monjes budistas del siglo XVI que preparaban infusiones alcohólicas para purgar el cuerpo y el alma. En honor a él creé mi propia invención.
¿Y qué tiene que ver esa historia?
-Es que preparar un cóctel no es echar líquidos a una coctelera. Es contar una historia, crear tu propia película y ejecutarla.
¿Qué va a suponer este premio en su carrera profesional?
-Es muy importante para mí. Es un pasito más que doy en la hostelería, pero lo importante es seguir disfrutando con el trabajo.