JOSÉ Mari Fernández dice con coña que “en estos momentos estoy como Rajoy, en funciones”. Se refiere a que sigue de presidente de la Asociación de Vecinos San Gabriel, que incluye los barrios bilbainos de Masustegi, Kobeta y Monte Caramelo, de forma interina hasta que se nombre uno nuevo. Él dejo de serlo en la última asamblea general tras 37 años en el cargo. “Son muchos años y es necesario un cambio”, señala, “porque los métodos ahora son diferentes y la gente está más preparada”. Aun así, promete que seguirá en la asociación, “aunque en la base”, apunta. Desde esa posición continuará con la lucha que emprendió junto con otros vecinos en 1978 para mejorar las condiciones del barrio que se ubica bajo una cantera, ya sin explotar, en la ladera norte del monte Arraiz. “Estábamos olvidados”, señala, “en una vaguada que no nos conocía nadie”. Pero enseguida se dieron a conocer, tanto por sus reivindicaciones como por sus acciones. Llegaron a “secuestrar” autobuses municipales, según confiesa José Mari, para que el Ayuntamiento les pusiera una línea que conectara el centro de Bilbao con el barrio. Pero de lo que más se siente orgulloso es de que “el barrio lo construimos nosotros”. José Mari no nació en Masustegi. Llegó al barrio por matrimonio, pero recuerda muy bien cómo era antes de ir a vivir porque “veníamos a jugar desde La Casilla, y además era el camino para subir al Arraiz”. Tiene grabada en la memoria la imagen de “cuatro caseríos y muchas huertas”. Fue en la década de los años cincuenta cuando se transformó en una populosa aldea colgada del monte. Aunque no estuvo en sus inicios, conoce con detalle la historia de Masustegi. “La gente le compraba una parcela a Miguel de la Vía, el dueño de los terrenos y de la cantera, y se construía la casa. Era todo ilegal”, cuenta José Mari. Precisamente, “legalizar el barrio”, fue uno de los motivos que les impulsó a crear la Asociación de Vecinos San Gabriel. Pero antes de entrar a relatar cómo se creó la asociación, José Mari quiere desmitificar “esas leyendas de que las casas se construían de noche”. Admite que los edificios fueron levantados por los dueños, “pero es normal porque aquí había gente con oficios y muy bien preparada”. Muchos de ellos llegaron de Galicia para trabajar en prestigiosas empresas como Euskalduna o Etxebarria. “La gente metía 12 y 13 horas en el trabajo”, recuerda José Mari, “y en los ratos libres hacía la casa”. Eso sí, “con ayuda de los vecinos, porque la necesidad aúna mucho a la gente”, reflexiona.
El resultado de todo ese esfuerzo fue una construcción “anárquica”, como reconoce José Mari. Cuando él se asentó en el barrio, en 1968, Masustegi se encontraba en su máximo esplendor. “La gente tenía buenos trabajos y había 16 bares y cuatro tiendas de ultramarinos”, recuerda. Eso se traducía en que “había mucha vida”. Así hasta que, muerto Franco, comenzaron a tomar fuerza los movimientos sociales. Y Masustegi no se quedó atrás. Un grupo de personas, entre los que se encontraba José Mari, decidió crear la asociación en 1978. Querían poner orden al caos legal y reivindicar unos servicios que se hacían necesarios para el barrio. “En aquella época íbamos al Ayuntamiento, hablábamos directamente con el concejal, y le pedíamos un camión de arena para hacer un camino o una carretera”, recuerda. Así fueron urbanizando el barrio, con sus propias manos, hasta que Azkuna consiguió legalizarlo. En 2010 el Ayuntamiento compró a los herederos de Miguel de la Vía los terrenos donde se asientan las casas para que pudieran ser registradas.
Accesibilidad Desde entonces, el barrio ha sufrido una gran transformación urbanística, aunque con las últimas reformas, que todavía no han acabado, no están muy contentos. A pesar de ello, José Mari aprovecha la oportunidad para pedir mejoras en la accesibilidad. “Nuestro problema”, señala, “es que la gente que vive aquí es mayor, por eso hemos pedido medios mecánicos, escaleras o rampas, para que dejen a la gente en medio del barrio”. También solicita al Ayuntamiento “una acera en la carretera que va desde Altamira hasta Masustegi porque es un peligro ir paseando por ahí los domingos”. Seguro que lo consiguen porque en el seno de la Asociación San Gabriel saben muy bien lo que es luchar por los intereses de los vecinos. José Mari recuerda en este sentido “los cortes de tráfico que hacíamos en Basurto y los secuestros de autobuses hasta que conseguimos que pusieran el Bilbobus hasta el barrio”.