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La muestra ‘Comète, la red de evasión’, en Azkuna Zentroa, recoge la historia de cientos de vascos

Historia de cientos de vascos que durante la Segunda Guerra Mundial contribuyeron a repatriar a los aviadores británicos caídos ayudándoles a cruzar la frontera

La muestra ‘Comète, la red de evasión’, en Azkuna Zentroa, recoge la historia de cientos de vascos

Aun cuando el recuerdo de la Guerra Civil seguía ardiendo dolorosamente, cientos de vascos participaron de forma activa para tejer la vía transfonteriza que durante la Segunda Guerra Mundial salvó del descenso mortal a los aviadores británicos caídos durante la contienda. El verdadero paracaídas para los miembros de la Royal Air Force fue la red Comète, creada a través de la solidaridad de miles de europeos que colaboraron para repatriar a los aviadores liberándolos de las garras de los nazis. La historia de estos héroes anónimos, que arriesgaron su vida de forma desinteresada, se recoge en la exposición didáctica Comète, la red de evasión instalada en el Centro de Actividades Complementarias de Azkuna Zentroa hasta el 20 de septiembre.

A través de documentos inéditos -como 30 entrevistas exclusivas grabadas en vídeo a supervivientes (aviadores, guías, colaboradores) y familiares de personas involucradas-, la muestra recorre el periplo que tuvieron que realizar los aviadores caídos en Holanda, Bélgica o Francia entre 1941 y 1944. Aquellos que lograban sobrevivir, debían comenzar su travesía de vuelta al territorio británico en Bruselas; después, su objetivo era atravesar París, Burdeos, Baiona y San Juan de Luz. Los pasos del Pirineo fueron una importante vía de escape para los fugitivos del nazismo; muchos de los pilotos cruzaron la frontera por Gipuzkoa o Nafarroa, para después llegar al consulado de Bilbao o continuar su trayecto hacia la embajada de Madrid. Gibraltar era para ellos la última parada antes de volver a casa.

“Diseñamos una sala en la que se pueden recorrer las distintas estaciones de la red mientras se escucha a los protagonistas de manera interactiva”, indica Carlos Rodríguez, comisario de la exposición junto a Asun Lasarte. Todo el material de la exposición parte de un proyecto anterior, The Last Passage (El último viaje) producido por Moztu Filmak y dirigido por Enara Goikoetxea e Iurre Telleria, para el que se realizó un trabajo de investigación durante cinco años. “La muestra es una forma de consultar de forma más extensa el contenido que aparece resumido en la película”, explica el curador. No en vano, mediante la visita, se podrán evocar algunos de los sofisticados entresijos que utilizaron los miembros de la red para eludir la vigilancia nazi y franquista.

Una red de colaboración

Cuando a finales de 1940 Francia había caído en manos de los nazis, la única pieza de la Europa Occidental que se le resistía a Hitler eran las Islas Británicas. El invento del radar dio un poder inusitado a la Royal Air Force, donde cientos de jovenes -“muchos falsificaban su edad para entrar con 16 años”, cuenta Rodríguez- decidieron enrolarse. Los aviadores que tras ser derribados en combate lograban sobrevivir se enfrentaban a los alemanes, sufriendo ejecuciones sumarias, torturas o, en el mejor de los casos, el campo de concentración como destino. En ese contexto surgió la línea Comète, formada en 1941 por un grupo de jóvenes belgas para recoger cerca de 800 fugitivos -en su mayoría aviadores- y conducirlos a la España franquista, oficialmente neutral, para evacuarlos a Gran Bretaña.

Cuando los colaboradores de la red veían a un hombre que caía en paracaídas se apresuraban a aproximarse hasta él antes que los nazis. La premura era indispensable, ya que hubo detenciones propiciadas por la población civil que estaba a favor de la ocupación. “El que acogía a un aviador en zona ocupada estaba condenado a muerte”, aclara Juan Carlos Jiménez de Aberasturi, historiador y asesor de la exposición, quien especifica que a medida que aumentaba la vigilancia se cambiaban los itinerarios. Muchos de los caídos británicos no hablaban francés, por lo que las artimañas para enmascarar su procedencia delante de los nazis fueron infinitas. “A algunos se les ocurrió llevar una botella de brandy vacía, para simular un estado de embriaguez”, narra.

Una de las claves de la red es que las personas que colaboraron no se conocían entre sí. Dentro de esa línea de cooperación, las mujeres y los niños tuvieron un papel importante al considerarse que llamaban menos la atención a los ojos de los defensores de Hitler. Los aviadores debían andar 20 metros por detrás de sus guías, quienes les dirigían por todo tipo de caminos a pie, a pesar de que gran parte del trayecto hasta la frontera se hacía en tren. Destacan algunas historias conmovedoras: “Hubo un aviador que logró realizar toda la travesía en apenas 28 días. Se pasó el resto de su vida intentando buscar a esas personas que lo ayudaron en su camino”, cuenta Aberasturi.

Tras el paso por el Bidasoa

Alrededor de la mitad de los aviadores logró cruzar la frontera por el Bidasoa, después de que la resistente belga Andreé de Jongh consiguiera afianzar la red tras su visita al consulado británico en Bilbao. “Había diferentes grupos de apoyo en pueblos como Oiartzun o Errenteria, también en Donostia, donde se alojaba a los fugitivos antes de que mandasen coches oficiales con los que se les protegía diplomáticamente”, explica el comisario de la exposición. Mientras tanto, las estrategias para mantener escondidos a los aviadores pasaban por argucias como vestirlos de mahón, para que pareciesen arrantzales.

En ese contexto, los riesgos eran muy altos, tanto para los británicos como para los colaboradores de la red, ya que los nazis se paseaban tranquilamente a ambos lados del Bidasoa con las autoridades franquistas. “Tenían un servicio de información muy bueno y prácticamente todos los que colaboraban caían”, indica Rodríguez, quien especifica que el tiempo máximo que duraban los cooperantes antes de que fueran detenidos era de seis meses. “Hubo muchas asociaciones para ayudar a los fugitivos, la fuerza que tuvo Comète es que siempre tenía un plan B para que cuando uno cayese no se desmoronara toda la red”, concreta.

Los británicos ayudaron a financiar la red de evasión en la que la capital vizcaina tuvo un papel significativo: “Al consulado británico de Bilbao llegaron muchos aviadores, fue un punto importante para la puesta en marcha de la red”, considera Rodríguez. La siguiente parada era Madrid, donde los aviadores solían estar un par de días antes de llegar a Gibraltar, donde les esperaba un avión militar que los trasladaría, finalmente, hasta casa. “A partir de la derrota de los alemanes en la batalla de Stalingrado, Franco comenzó a suavizar su postura. En ese momento mejoraron las condiciones y los coches de la embajada británica en Madrid comenzaron a subir al País Vasco. Desde entonces se estableció un sistema bastante estable”, concreta Aberasturi.