bilbao- El trabajo duro forjó su carácter como el cincel golpeaba el mármol de Carrara con el pulso justo para extraer de la piedra una obra de arte. El propio José Miguel confiesa que los genes de los Lanzagorta juegan su papel en esta historia - “allá donde nos conocen oirá hablar del carácter Lanzagorta”, dice sin disimulo...- pero nunca ha dejado que el destino siguiese su curso. Más al contrario, ha ejercido de predicador con el ejemplo, siempre en la primera línea de fuego de la vida y de Norbega, la empresa que trajo Coca-Cola a nuestro paladares, siempre con las ideas claras y con el Athletic por bandera. No solo del sudor propio vive el hombre. Hay días en que disfruta viendo como sudan otros. Once leones, por ejemplo.

Un hombre que se hizo en la fábrica verá perplejo estos tiempos...

-¿Por qué? El cambio se ha hecho muy bien. Se aprovechó un buen momento para salir de la era industrial que entraba en decadencia.

¿Cuál?

-Eran los años de Felipe González y entramos, ¿se acuerda?, en una caída industrial en barrena. Altos Hornos, los astilleros... Fueron cayendo casi todas las grandes empresas y apareció una generación de gobernantes con gran visión.

¿Creyó en ellos desde el principio?

-Era difícil. Aquellos pensadores que apostaron por el cambio parecían seguros y les seguimos, pero era complicado, por ejemplo, creer que un gran museo iba tirar del carro.

Y lo hizo. He ahí el valor de las ideas.

-La idea primero, por supuesto. Pero tras ella tiene que venir el trabajo. Una idea sin esfuerzo es un regalo para otro que esté dispuesto a desarrollarla. Sólo pensando no se hacen las cosas. Es pensar y poner en práctica lo que se te ocurra.

¿Está condenado el empresario a sacar el látigo y marcar distancias?

-No soy partidario de esa idea. Creo más en lo que decía López de Arriortua del señor trabajador. Mi estilo ha sido siempre estar cerca de la gente.

Costará que los empleados le vean a uno así...

-Mire, en Norbega he tenido la costumbre de ser yo quien abriese la persiana. Si entrábamos a las ocho yo estaba allí a las siete y media. En términos generales creo que ese ha sido el modelo del empresario vasco: ser el primero de sus trabajadores en levantar la persiana. Lo aprendí del estilo eibarrés cuando abrimos allí la planta. Y veía a la dirección de Orbea, por ejemplo, alternando con la gente del taller...

¿No teme que las cosas hayan cambiado tiempos?

-Pero hay cosas que pueden mantenerse. Tienes que trabajar la implicación por la vía de la convicción, no de la imposición. Para pedirle al trabajador tienes que darle algo antes.

¿No es un hombre de tratamiento?

-El Don Fulanito y el usted no me gustan. Ni que se marquen las diferencias con las corbatas. Soy más del estilo anglosajón.

Viajemos en el tiempo. ¿Recuerda el día que en ligó su futuro al de Coca-Cola?

-Hay una anécdota que cuento a menudo. Entré a trabajar con 18 años y a los cinco días me llamó el director general para preguntarme a qué aspiraba en la empresa.

¿Y?

-Le contesté que quería su silla. No sé ni cómo me atreví a tanta osadía. El hombre me contestó que tendría que trabajar mucho para alcanzar eso.

¿Qué hubiese contestado usted si le llegan a decir algo parecido?

-Naide me lo dijo. Bueno, sí. Vino alguien y me lo dijo. Y hoy está ahí, era mi hijo.

Así que los jóvenes de hoy son iguales que los de ayer...

-Igual son un poco más cómodos. Mis padres tenían una tienda de ultramarinos en Zalla y yo tuve que hacer las cosas por mi cuenta. Hoy la preparación es diferente. Pero en la vida hay de todo, como en botica. Ayer y hoy.

¿Comparte con ellos la pasión tecnológica?

-Tanto como pasión... Conozco lo justo como para apañarme y valoro las ventajas que ofrece.

¿Qué había soñado ser antes de ser lo que fue?

-Yo quise ser jugador del Athletic pero me cerraron el paso. Jugaba de portero en el Zalla y como sabrá siempre ha sido un puesto caro en el Athletic. Era la época de Carmelo y uno tiene que conocer sus limitaciones, ja, ja, ja.

Era un Athletic de puertas más abiertas que hoy en día...

-Diferente. Recuerdo que cuando estudiaba en la Academia Martiano estaba Daucik de entrenador y Orúe y Marcaida estudiaban conmigo. Tenía facilidades para ir a verles entrenar en San Mamés.

¡Ay los días de juventud, días de locuras y noviazgos breves!

-Alguna locura haría pero no recuerdo. Y he sido hombre de una sola mujer. Me casé con la misma, con la de siempre. ¿Locuras de amor? Bastante locura era bajar de Zalla a Portugalete todos los días en Vespa a verla. Recuerdo que sólo teníamos moto el cura y yo.

¿Quién de los dos mejor?

-Ja, ja, ja. No competía con él. Pero creo recordar que eran parecidas.

¿Volvería a montar hoy en moto?

-¡Sí! Pero en una Vespa, ¡eh! No tengo miedo aunque recuerdo que el único accidente que he tenido fue bajando la cuesta de Begoña en la Vespa. Me alcanzaron por detrás y aparecí en la Cruz Roja de San Vicente preguntándome dónde estoy.

Le hablaba de noviazgos... ¿Tan difícil ha sido el ‘asunto’ como dicen en estas tierras?

-Ja, ja, ja. Bailabas en la plaza y a unas distancias que no vea. Lo de ahora lo desconozco pero dudo que sea más duro. Llegar a casa más tarde las 10.00 de la noche era sacrilegio. Hoy salen a esa hora, ya ve.

Confiese: ¿le gustaba la Coca-Cola en aquellos primeros días?

-Pues sí. Acababa de conseguir una plaza fija en Administración de La Gaceta del Norte y surgió la ocasión de Coca-Cola. Dos de los aspirantes conseguimos la plaza a prueba seis meses y aposté por ello. Me decían que estaba loco, que dónde iba con los americanos y su jariguay, Que aquello era zarzaparrilla.

He ahí un hombre valiente...

-Como remate le diré que el primer día tropecé con la manilla de un ventanal que estaba mal colocado. Estalló en mil añicos.

¡Adiós!

-Eso pensé yo, pero lo entendieron.

¿Hay que salir fuera para formarse, para evolucionar?

-Creo que no. Cada uno tiene una opinión pero creo que uno puede ser feliz quedándose con lo que uno tiene. Otra cosa es conformarse.

Explíquese.

-Es verdad que tengo mi carácter, el carácter de los Lanzagorta, y que soy muy perfeccionista. Digamos que me conformo con lo que soy pero que soy un inconformista.

¿Saca tiempo para...?

-Para tomar algunos txikitos con los amigos, para volver a Zalla de vez en cuando y saludar a mi gente... En la fábrica de Galdakao un autobús nos traía a los trabajadores para tomar siete cosas juntos. Ese ambiente es el que me gusta.

¿La última vez que rezó fue...?

-Todos los días. Soy creyente y practicante.

Iba a decirle que rezó al dinero, ese dios pagano.

-Quien cambia a Dios por el dinero es un injusto, con cortedad de miras y sin visión de futuro. Todos tenemos miedo a morir, todos. La fe te da esa tranquilidad de saber que no todo se acaba.

¿Le cuesta pedir perdón?

-En absoluto. Si me he equivocado es muy sencillo y lo lógico.

¿Y qué no perdonaría jamás?

-Una infidelidad: de una mujer, de un amigo, de un socio... De quien sea

¿Echarle vino a la Coca-Cola es profanarla?

-¡Si el vino es malo, sí. Pecado mortal! Ja, ja, ja. La verdad es que el carbónico casa bien con muchas bebidas.