El Casco Viejo de Bilbao constituye uno de los espacios más vivos de la villa para la convivencia entre turistas y residentes, quienes transitan por sus calles participando en el dinamismo de la ciudad. La rehabilitación del centro histórico ha jugado un papel relevante en la recuperación funcional de las tramas urbanas centrales de Bilbao, un paso indispensable en la búsqueda de la sostenibilidad apremiada por cualquier urbe en la actualidad. El arquitecto Jesús Cao, director del estudio Flow y residente del Casco Viejo, analiza la regeneración del barrio a través de una visita en la que repasa varios puntos como son la rehabilitación del Palacio Yohn como centro social y cultural, los hostales reformados desde una intervención historicista, el proceso de peatonalización del centro histórico y las restauraciones llevadas a cabo por el tejido hostelero en torno a la Plaza Nueva.

El encuentro se inicia en el Palacio Yohn, llamado así debido a una familia de comerciantes austríacos asentada en Bilbao en el siglo XVIII. Uno de los miembros de esta familia, Leandro Yohn, alquiló el palacio para instalar un próspero negocio de ferretería. Aunque nunca se dedicó a la actividad bursátil, en la actualidad el edificio es popularmente conocido por el nombre de La Bolsa (hay varias hipótesis que tratan explican el porqué, sin que ninguna sea concluyente). En cualquier caso, el majestuoso edificio barroco se abre paso por tres calles sin que se pueda obviar su entrada adintelada de la calle Pelota.

“El palacio fue construido en sillería, una practica mediante la que se levantan muros o paredes a base de bloques de piedra de gran tamaño y muy frecuente en la construcción de edificios nobles”, explica Cao, quien añade que en Bilbao no hay demasiados edificios con valor histórico a los cuales se haya asignado un uso colectivo y moderno. “La mayoría de los edificios con cierto valor, como el Arriaga, el Ayuntamiento, la Catedral... tienen el mismo uso para el que fueron pensados”, comenta el arquitecto como diferencia principal respecto al actual centro cultural y social del Casco Viejo.

“Lo interesante de la rehabilitación que han llevado a cabo es que se ha realizado una conservación del patrimonio histórico mientras se ha adaptado el edificio para que pueda ser utilizado por el barrio”, considera el arquitecto. Y, en ese sentido, destaca que no se ha tratado de hacer “una reconstrucción historicista ni se ha hecho tabula rasa para empezar de cero”; una decisión eficaz, ya que ha conseguido transmitir cuál es el valor del edificio mientras permite que se interprete la función para la que ha sido rehabilitado.

Una de las características principales del edificio es la cubierta. “Desde la parte de abajo se entiende bastante bien cuál es la parte muraria. En la intervención que se realizó hubo una fase de actuación y otra de conservación”. Asimismo, se usa el patio para lo que está pensado en su origen, es decir, para iluminar y ventilar los espacios comunes. “También se puede apreciar un contraste entre el tipo de materiales y acabados, que se hacen tanto para las partes nuevas como para las partes antiguas”, indica Cao.

En la planta baja del edificio, identificado como un paredón que rodeaba al Bilbao medieval en los siglos XIV y XV, un muro de mampostería está circundado por una baranda que lo protege. “Cuando en una rehabilitación se encuentran restos antiguos pero no se pueden sacar a la superficie para utilizarlos como elementos arquitectónicos, se suele dejar una visión para que se vea el trazo de lo que existía anteriormente”, evidencia el arquitecto, quien indica que en las últimas décadas se le ha dado más valor al patrimonio arquitectónico y las intervenciones se ejecutan con más cuidado. “Ya no está de moda tirarlo todo y empezar de cero”.

Mientras se aleja del edificio de La Bolsa, Jesús Cao echa la vista atrás para fijar la atención en la hornacina con la imagen de la Virgen de Begoña que preside la fachada principal del edificio. La obra del escultor Higinio de Larrea se realizó para sustituir a la anterior imagen que fue tirada al río durante la huelga general de 1917. Se trata del único punto del Casco Viejo desde donde se ve la Basílica de Begoña, tal y como indica la estrella que hay en el suelo.

Reformas historicistas En la misma calle Pelota, el arquitecto ejemplifica “un tipo de rehabilitación diferente” con el Hostal Iturrienea, donde se la llevado a cabo una “intervención historicista, mucho más conservadora, que tiene sentido teniendo en cuenta a quién está dirigido; en este caso, el turista”. Según Cao, se trata de una actuación “muy respetuosa” que intenta recrear un ambiente. “No se busca el contraste entre lo antiguo y lo nuevo, sino que se recrea un ambiente respecto a un pasado que se supone interesante para quien realiza la visita”.

Por ello, afirma, se pueden encontrar detalles parecidos a los que podría haber en un baserri, “como una pequeña muestra de la arquitectura vernácula en la ciudad”. Cuando no es un bien catalogado, el tipo de intervención es libre y va en función de la sensibilidad del propietario o del arquitecto. “Elementos estructurales ocultos como pilares o vigas se sacan a la luz; igual que los muros de mampostería, que estaban raseados o estucados y se revelan para que sean visibles. A su vez, se tienen en cuenta elementos como la decoración, “un añadido a posteriori”, o la iluminación, “bastante tenue y dramática”.

En palabras de Cao, uno de los asuntos más interesantes es la manera en la que conviven los vecinos con las distintas actividades económicas que se desempeñan en el Casco Viejo. Es el caso del hostal. “Desde el punto de vista del turista, el poder alojarse en un edificio en el que conviven también los autóctonos hace que su experiencia sea mucho más interesante”. Algo similar ocurre en muchos locales de hostelería reformados, donde los oriundos y los visitantes se sientan en mesas contiguas para degustar el mismo café.

“Una manera de intervenir sin deteriorar el contenedor de la Plaza Nueva es usar elementos diferentes con un mayor componente de diseño que tenga más valor de cara al turista y al consumidor del barrio”, considera Cao. Mientras hace unos años había mayor variedad en cuanto a los comercios que se cobijan en los arcos de la edificación de estilo neoclásico, la tendencia muestra que las tiendas de ropa están desapareciendo a favor de los negocios hosteleros; “porque es lo que más demanda tiene”. En dichos locales, con parte de vocación turística, se percibe “el uso de madera natural -sin barnices ni tratamientos-, que tan de moda está; puede ser madera de roble, de pino... pero también son maderas autóctonas”.

Con el fin de que los locales comerciales y hosteleros puedan llevar a cabo renovaciones que favorezcan su actividad, hay subvenciones y programas promovidos por Surbisa, sociedad municipal encargada de rehabilitaciones. Así mismo, dicha entidad es la encargada de vigilar que se cumpla la normativa del plan especial que hay para el Casco Viejo, “en el que se definen algunos criterios a seguir”. En cualquier “el objetivo es que haya diferentes comercios con diversas ofertas para públicos variados”, es decir, que el centro histórico siga manteniendo el atractivo tanto para el vecino como para el visitante.