DAVID Ureta forjó su afición por el coleccionismo en la Plaza Nueva de Bilbao cuando era un adolescente. Acudía los domingos en busca de libros antiguos u objetos raros. Consolidó tanto su afición que llegó a tener su propio puesto de libros en los soportales de la plaza. Durante años compaginó su trabajo como vigilante de seguridad con la cita dominguera. Hasta que hace seis años, decidió dejar el uniforme y abrir una tienda de artículos de segunda mano en el Campo Volantín de Bilbao. La bautizó como El Mercadillo Nervión.
Le fue tan bien que en diciembre de 2012 abrió otro comercio similar en el Casco Viejo. Esta vez tampoco se ha complicado mucho para darle un nombre. Se llama Las 7 calles y está ubicada muy cerca de uno de los accesos a la Plaza Nueva. En su interior hay de todo, desde un despertador ruso inspirado en la era espacial hasta una radio alemana con doce canales, aunque lo que predominan son los libros antiguos, así como películas y discos de vinilo. Pero lo más curioso del negocio es que David acepta pesetas como moneda de pago.
La idea de aceptar la vieja moneda surgió por casualidad, no hubo premeditación. "Cuando monté la primera tienda", cuenta David, "vi que en los bolsos y en la ropa que vendemos de segunda mano, siempre aparecían monedas, y eso me hizo pensar que aún había muchas monedas en las casas y que siguen teniendo valor". Así que a partir de ese momento colgó un cartel en la tienda que dice Aceptamos pesetas como pago de sus compras. "No he querido hacer publicidad, excepto la que está en los escaparates", dice. A pesar de ello, David reconoce que "todos los días, por lo menos, entra una persona para pagar con pesetas". Tanto los billetes como las monedas los va metiendo en un bote. "Y cuando está lleno lo llevó al Banco de España para cambiarlas por euros, porque hasta el año 2020 siguen teniendo valor y yo voy a seguir cogiéndolas", advierte. Los clientes que acuden con la anterior moneda suelen dejar una media de 500 o 600 pesetas, 3 o 4 euros, "lo suficiente como para comprar un librito o alguna película", señala David. Cuando le van con billetes de 5.000 o 10.000 pesetas a comprar algo inferior a esa cantidad les da "un vale con caducidad" para poderlo canjear por objetos en las dos tiendas.
David no tiene constancia de que "haya alguien más que esté aceptando pesetas", dice, porque le hace diferente, y no solo por lo que vende. Tiene, por ejemplo, un casquillo de obús, una cámara Kodak de 1926, llaveros, muñecas, radios, platos, cuadros, monedas acuñadas por el Gobierno de Euzkadi en la guerra, calculadoras antiguas... Pero lo que más tiene son libros y películas. "Yo soy un apasionado del libro antiguo, raro, de coleccionista", confiesa. Quizá por eso tiene a la venta un libro de cocina del siglo XVIII, un manual de religión para niños o una Biblia de 1870. "Tengo de todas las temáticas", advierte.
No le gusta decir qué es lo más caro que ha vendido, dice que no le gusta ese término, prefiere decir "lo más valioso". Contesta que "una edición del Quijote del siglo XIX con más de cien ilustraciones por más de 400 euros y un cuadro del famoso pintor Momoitio por 300 euros". Ese podría ser el tope, ya que la mayor parte de las cosas que expone tienen unos precios más asequibles.
David está muy contento por cómo le va el negocio y por la clientela que tiene. "Son gente muy educada, con clase", dice y destaca a los turistas. "Ellos están más acostumbrados a este tipo de comercios, pero también regatean más que los de aquí", concluye.