Bilbao

EN la sacristía de la basílica de Begoña hay una puerta que da acceso a una cámara acorazada. En ella se guardan los "materiales nobles", entre los que figuran una corona del siglo XVIII, cálices bañados en oro y joyas donadas por feligreses. Es el tesoro del templo y está custodiado por Lourdes Goiri Bilbao, la sacristana de la basílica. Del tesoro y la sacristía se habla en el libro Begoña, historia, arte y devoción que el próximo domingo DEIA pondrá a la venta con el periódico.

La custodia del tesoro no es el único cometido que desempeña Lourdes. Ella se encarga de todos los detalles para que la iglesia que da cobijo a la patrona de Bizkaia luzca como una auténtica obra de arte. También atiende el teléfono, que no para de sonar en todo el día, para que nadie se quede sin una misa de encargo o para que una pareja de jóvenes pueda cumplir su deseo de casarse ante la Virgen de Begoña. Lourdes se siente una "superprivilegiada" por trabajar en un lugar, la sacristía, que "es la admiración de los turistas". "No creo que nadie tenga un despacho tan grande como yo", señala Lourdes. Allí está de lunes a viernes, rodeada de una cajonería barroca realizada en roble de Eslavonia (Croacia) y de pinturas de Miguel Marañón.

Aunque vive en Zamudio, Lourdes es "hija de Derio", como ella misma se define. Antes de casarse trabajó de secretaria, pero posteriormente montó un salón de belleza en su casa. "Fui esteticista durante muchos años", dice. Hasta que un chico de Zamudio le comentó que el difunto Jesús Garitaonandia, entonces rector de Begoña, necesitaba una sacristana para la basílica. Y allí fue Lourdes. Solo puso una condición: trabajar de lunes a viernes y no de miércoles a domingo como lo hacía la anterior sacristana. Aceptaron la propuesta y ahí sigue, siete años y medio después. "Mi función", aclara Lourdes, "consiste fundamentalmente en coger el teléfono, que está todo el día funcionando, para atender las peticiones de misas, funerales o bautizos". Además de ese cometido, que como secretaria que fue, lo desarrolla con un orden digno de mención, tiene otras responsabilidades. "También tengo que preparar todos los días", resalta, "el altar, las bandejas, las casullas, luces, música.."

Limpieza La limpieza es otro de los aspectos que no se pueden descuidar. Una mujer, Agustina, se encarga de lunes a sábado de la limpieza diaria de la iglesia. Pero hay otra limpieza, el de la ropa, que hoy en día también se lleva a cabo en la iglesia. "Antes se lavaba fuera", cuenta Lourdes, "pero le dijimos a Garitaonandia que nos comprara una lavadora porque el gasto era insoportable, así que ahora lo hacemos aquí y una hermana se encarga de plancharla".

La limpieza a fondo de la basílica, muy necesaria ya que se genera mucho polvo que se queda incrustado en la multitud de obras de arte, se realiza una vez al año. "La tenemos que hacer de noche porque si no molestamos a los feligreses, ya que hay que andar moviendo escaleras por el templo para poder llegar a los cuadros y a todos los rincones", dice Lourdes. Para realizar esa limpieza general necesitan una "brigada" de personas.

Madera Dentro de esas jornadas de limpieza general se acomete la sacristía, su "despacho". "Se le da una cera especial", cuenta Lourdes, "y con un cepillo se van limpiando todos los recovecos que tiene la madera". Precisamente, el mantenimiento de las cajoneras de roble que decoran y forman parte de la sacristía fue uno de los quebraderos de cabeza que tuvo Lourdes cuando aceptó el cargo de sacristana. "Me preocupaba la conservación de la madera", dice, "que por la humedad le entrara polilla". Y al final encontró un método. En la entrada de la sacristía hay un deshumificador que libera al día más de treinta litros de agua. Eso hace que la madera se mantenga y luzca para el asombro de los foráneos. "La sacristía les maravilla a los turistas", dice Lourdes, que cada año nota más su presencia. "Desde hace dos años ha aumentado muchísimo, vienen autobuses cada dos por tres, y a veces les tengo que decir que respeten las horas de culto porque se ponen a hablar y no callan". Porque en la basílica de Begoña siempre hay fieles. "Aquí siempre hay gente, a todas horas", comenta Lourdes, "y vienen de todos los lugares de Bizkaia, del Txorierri, del Duranguesado, de Munguialdea... es que la Virgen de Begoña tiene mucho enganche". En ese trajín de personas también tienen cabida los ladrones. Lourdes apunta que "con la crisis hemos notado que nos roban hasta del cepillo, con una varilla". Pero esos son los menos, afortunadamente. La mayoría de la gente que se acerca hasta la basílica acude a rezar. Para ello hay tres misas diarias de lunes a viernes y cinco los sábados y domingos. Pero el día grande de Begoña es el 15 de agosto. "Para mí es el mejor. La gente viene desde la cuatro de la mañana y en las misas de víspera la iglesia está abarrotada, suelo tener que abrir las puertas laterales", dice.

También las bodas le dan trabajo y algún que otro disgusto porque tiene que explicar mil veces que "no hay lista de espera". Y lo explica. "Lo que hay son dos sorteos. Uno se hace el tercer jueves de octubre para los feligreses de Begoña y otro el cuarto jueves, para el resto. Ese día vienen, se apuntan y se sortea". Y ese día, como todos los que va a trabajar, lo da por finalizado cuando cierra la puerta principal de la basílica y se dirige por el pasillo central de la nave para dirigirse a la Amatxu para decirle: "Gracias por el día que he pasado".