Una hermosa aventura que no cesa
La charcutería 'La Moderna' celebra sus 80 años de vida en Bilbao en manos de la familia Thate
Bilbao
Todavía retumban, por certeras, las palabras de Walter Isaacson, director de la revista Time, al juzgar al siglo XX en sus páginas: "Ha sido uno de los siglos más sorprendentes: inspirador, espantoso a veces, fascinante siempre..." Así debió parecerle el tiempo en que le toco vivir a Hermann Thate, hijo de un joven guardabosques alemán que a principios de la centuria trabajaba en las propiedades de una familia acaudalada. ¿Le hervía la sangre en aquel tiempo de cambios trepidantes...? ¿Qué aliento le impulsó a lanzarse a recorrer media Europa? La respuesta a ambas preguntas se pierde en la bruma de los tiempos. Ahí comienza esta historia...
Tras dejar los bosques comenzó una trepidante vida en Berlín, donde aprendió el oficio de charcutero, Londres y París. El 28 de junio de 1914, fecha del asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria en Sarajevo, Hermann Thate, El alemán , era maître del Hotel Golf, un santuario de San Juan de Luz donde solía acudir el rey Alfonso XIII, quien se encaprichó de sus servicios. "Mi padre, Alfonso, quien hizo de La Moderna lo que es hoy, se llamó así en recuerdo a la amistad con el monarca", recuerda hoy, cuando se cumplen 80 años de la vieja charcutería alemana de Bilbao, su nieto Enrique Thate. "Quiero que me atienda El alemán", exigía en cada visita el rey español. Y Hermann ganaba crédito a los ojos de los dueños con cada petición.
El amor -estaba casado con la vascofrancesa Magdalena Irazusta y tenía con ella ya dos hijas, Alwina y Juanita...- y esa vida bien servida le retenían en Donibane Lohizune. Pero aquel magnicidio del archiduque truncó su vida. Estalló la Primera Guerra Mundial y, siendo alemán, "no se podía quedar en Francia..." Recuerda la familia que Hermann hubo de cruzar la frontera y que llegó a San Sebastián. "Al parecer estuvo poco tiempo allí. Pronto se desplazó a Castejón (Navarra) y allí entabló una amistad que cambiaría su vida..."
Aquella amistad era la de Severo Unzue, dueño del café Iruña de Bilbao, local que había inaugurado un día de San Fermín, un 7 de julio de 1903. Severo vio el brillo en su ojos y le contrató como encargado para su local. Era 1918 y Hermann, el hijo del guardabosques, llegaba a Bilbao. La Gran Guerra había concluido aquel mismo y la villa estaba diezmada por la llamada Gripe Española -los periódicos de la época hablaban de 5.000 muertos en Bilbao...- pero nada le frenaba a Hermann. Pronto comprobó la existencia de una floreciente colonia alemana en Bilbao, atraída por la pujanza de una ciudad en auge pese a la epidemia. "El abuelo Hermann hizo algunas amistades entre ellos y comprobó que, pese a que algunos de esos amigos eran carniceros, no había ni un solo local alemán ni una charcutería en toda la villa". El escenario perfecto para alguien inoculado con el bacilo de la inquietud.
Y sí comienza la alianza entre esta saga y Bilbao. Hermann Thate abandona el Café Iruña y se instala por su cuenta. En un local de Hurtado Amezaga, esquina con Fernández del Campo, abre Gambrinus, el primer restaurante alemán de Bilbao. El nombre proviene del dios laico de la cerveza, un ser al que el poeta alemán Burkart Waldis, le atribuye haber aprendido el arte de elaborar cerveza de la diosa egipcia Isis. Con un pequeño taller de charcutería en la trastienda donde elabora algo de embutido (el éxito del producto fue espectacular...), Hermann Thate florece y en 1922 inaugura su primera charcutería: La Moderna. Estaba situada en Hurtado de Amézaga, frente a la Quinta Parroquia. "A menudo han preguntado de donde viene el nombre", recuerda Enrique Thate. "Como no había otra en todo Bilbao, ésta era la más moderna. No hay otra explicación", aclara entre carcajadas.
Una década después, en 1932, Hermann Thate traslada el negocio a la sucursal del nº 8 de la calle Astarloa y queda el local de Hurtado Amézaga como obrador. Todo iba viento en popa - para entonces ya habían nacido sus otros dos hijos, Luis y Alfonso...- pero una fatal sorpresa les esperaba a la vuelta de la esquina: el estallido de la Guerra Civil española. Entonces estuvo a punto de concluir esta historia... La familia cerró los negocios y regresó a Alemania. Tras acabar la guerra fraticida apenas hubo respiro. La ascensión al poder de Hitler desemboca en la II Guerra Mundial y Luis es llamado al frente. Su hermano Alfonso le seguiría poco después por solidaridad. Ambos sobrevivirían dos años en el frente.
La postguerra en Alemania no fue fácil. A trancas y barrancas, la familia sobrevive y en los años 50 conocen a unos misioneros alemanes que regentan una casa de misiones en Amurrio. Se plantean el regreso a Bilbao y establecen una red de ayudas ente los misioneros de la Sagrada Familia (Heinrich Theis y Gottfried Trampe juegan un papel esencial por aquel entonces...) y las tiendas reabiertas en Bilbao. Hasta 1956, año en que murió a los 74 años, Hermann siguió al frente de los negocios con la ayuda de sus hijos que, poco a poco, irían separando sus caminos. Juanita montó una charcutería con el mismo nombre en Santander, que hoy ya no existe. Alwina se retiró del negocio, Luis heredó la tienda de Hurtado de Amézaga y Alfonso la de Astarloa. Fue él quien le diera al comercio el nombre y la fama que le hizo grande en Bilbao. Los productos Thate eran santo y seña de calidad charcutera en la villa.
Nisiquiera las cicatrices de las tres guerras frenaron el aliento de la familia, asentada en la imaginería de la villa como una tienda de referencia. Alfonso Thate, quien había cursado estudios en la Escuela de Comercio y estaba casado con Carmen García de los Bayones, levantó y agrandó el viejo negocio de la familia, al que se sumaron sus los cuatro hijos de ambos: Hermann, Carmen, Enrique y Alfred Thate. Entre los años 76 y 79, el mayor de los hijos, Hermann, atraído por la historia y la vocación de la familia, regresó a Alemania para formarse en el oficio. El padre Heinrich Theis le pone en contacto con un maestro charcutero de Oberwolfach, localidad de la Selva Negra alemana. A su regreso, en 1979, Hermann comienza a elaborar en la trastienda del local de Astarloa. Son los primeros pasos de los productos que hoy se conocen en todo Bilbao...
Es en aquellos años cuando se entabla la especial relación que guarda la familia Thate con la familia Arzallus. "Estando en Alemania, en 1977, veo un reportaje del Aberri Eguna de 1977 en la televisión germana ARD", recuerda Enrique Thate. "Me choca porque responde al reportero en un perfecto alemán. Pasado el tiempo, aquel señor que me había impactado entra en la tienda de Astarloa. Recuerdo que le pregunten en mi idioma paterno: '¿Es usted Arzallus?' y me contesto que sí en la misma lengua. Ahí comenzó la conexión..."
Todo iba viento en popa, pero el destino, no conforme con las mil y un vicisitudes, reservaba a la familia otro golpe en la mandíbula. El 10 de mayo de 1982, un infarto mata de manera repentina a Alfonso, el patriarca. Su esposa Carmen y sus hijos optaron por cerrar la tienda tan solo dos días. "No sabíamos nada del negocio. Recuerdo que al día siguiente de morir mi padre me dijeron que fuera al banco a preguntar el saldo. Así lo hice y dije que lo hacía de parte de padre. Recibí como respuesta la página del periódico en la que estaba su esquela", evoca Enrique. Hermann tenía 20 años, el propio Enrique 19, Carmen 17 y Alfredo 12, todo un desafío para la matriarca, Carmen, quien vio como crecían los enanos a cada hora. Fue entonces, caprichos del destino, cuando Hermann, el único que conocía el negocio, fue llamado a filas, a la mili. Enrique tuvo que tomar las riendas...
¿Qué infortunio iba a doblegar a los descendientes del hijo del guardabosques...? Ninguno. En 1987 la familia muestra arrojo y montan, en un pabellón situado en el polígono industrial del Erletxes, una fábrica de embutidos. Al año de abrir, un 28 de diciembre de 1988, la fortuna les devuelve una mueca grotesca: un incendio devasta aquel sueño. "Si dos guerras mundiales no hicieron que la familia doblase la rodilla no iba a lograrlo el fuego", recuerda Enrique. De nuevo comienzan a elaborar en la trastienda de Astarloa pero la desgracia es un perro que les muerde los talones: el 29 de septiembre de 1995 arde el obrador instalado en Astarloa. "Muchos colegas de profesión se portaron de fábula. No puedo olvidarme de Anton Barandika y la charcutería Kura, en Gipuzkoa", puntualiza Enrique.
En 1999 el menor de los hermanos, Alfred, lanza una moneda al aire: él se siente hombre de hostelería. En 1992 durante la Aste Nagusia en la plaza del Ensanche la familia organiza un Bier Garten o Jardín de la Cerveza, proyecto que se prolonga durante nueve años. Ahí surge la idea. Alfred marcha a Siegen y Schwarzwald para aprender cocina alemana y una vez terminado sus estudios el restaurante esta casi terminado. El 4 de marzo de 1999 se inaugura el Ein Prosit, un bier restaurant que en algo más de una década se ha convertido en santo y seña de la ciudad. En 2001 deciden abrir un tercer obrador en la calle Amadeo Deprit, allá en Begoña, donde Hermann mantiene el viejo oficio hoy en día. El 31 de marzo de 2009 cerró los ojos la tienda de Astarloa y al día siguiente los abrió en la calle Colon de Larreategi 20. He ahí el leit motiv de la familia: siempre más allá. En el camino hubo proyectos que nacieron con el pie torcido y algunas ideas, como el Prost de Algorta, que son una feliz realidad. Ochenta años después el apellido Thate resiste y se ensancha. Parece inmortal.
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