La orquesta del 'Titanic'
Los músicos callejeros florecen en Bilbao en tiempos de 'naufragio' económico
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La escena, que inmortalizó el cine pero que jamás olvidarán quienes la vieron, es un icono de entereza, casi un tratado sobre cómo afrontar las adversidades. El Titanic había colisionado contra un iceberg y los estragos eran irreparables. Asumiendo su fatal destino, la Wallace Hartley Band decidió no dejarse apresar por el pánico y tocar, bajo la dirección de Wallace Hartley, hasta sumergirse en las profundidades con la intención de que los pasajeros no perdieran la calma ni la esperanza. De aquella noticia sobre la grandeza de la naturaleza del hombre hay un negativo: la decisión de la naviera White Star Line de cobrar a la familia de Hartley una multa por el coste de la pérdida de su uniforme. ¡Ay, la condición humana!
Los naufragios de hoy son otros, aunque las gráficas que se desploman en los tableros de la economía recuerden a un iceberg inverso. Lo que no calla es la música. De un tiempo a esta parte las calles de Bilbao se han poblado de músicos ambulantes, callejeros, que salen a buscarse la vida al compás. Son la nueva orquesta del Titanic, hombres y mujeres que tocan y tocan, que alegran el tránsito de los peatones, muchos de ellos víctimas del oleaje económico. La gente se correa a su alrededor, se dejan llevar por la melodía y depositan unas monedas, cuando tienen. No arreglan la difícil situación, pero por unos minutos la hacen más amable.
Arpa de vidrio Anda estos días por la villa un hombre de aspecto caucásico con aspecto de recién llegado. No regala sonrisa alguna y parece esconder una historia triste a sus espaldas. Pero su aparición, intermitente váyase a saber si por la presión de la calle -permisos, papeles, etc.- es celebrada por los peatones que ya le han localizado en la Gran Vía, junto al Banco Popular, y cerca de El Corte Ingles. Toca lo que se llama glass harp (arpa de vidrio), con una vajilla de Bohemia a la que extrae bellas melodías con sus dedos y nadie parece tener prisa al verle.
La suya no es la misma historia -ninguna lo es...- que la de Frank, nombre de ficción para este reportaje. Frank nació en Bulgaria y lleva diez años largos en la calle, ganándose la vida "con un saxo soprano. Antes tocaba en los clubes de jazz de mi país pero hube de salir de allí y no encuentro otro modo de ganarme la vida. Uno tiene la sensación de que llega: le das a mucha gente un momento de respiro".
La iconografía de la música callejera concede al acordeón el as de espadas de los instrumentos buhoneros. Un hombre, pongamos que Louis, pasa como un rayo por la Gran Vía con uno a la espalda, en pos de las terrazas. "Son los mejores caladeros para los músicos", explica un pedigüeño de manta, cuando ve que el hombre rechaza dar explicaciones. Viaja con un amplificador a cuestas y solo sonríe a los niños. "No tengo de qué reírme", dicen que dijo con un gesto hosco. Se le notan los callos en la mirada. Y, sin embargo, toca y toca. Para ganarse la vida y tal vez -me gusta pensarlo así- para arreglársela a otros.
Son tres ejemplos de entre cientos. En los últimos días se han visto hasta un cuarteto con una soprano como quinto instrumento; a un guitarrista francés en la calle Correo o a un hombre que toca el fagot en la entrada de la pasarela Zubi Zuri, vía de acceso Isozaki. Un italiano aparece de manera clandestina en las inmediaciones del Guggenheim y quienes le conocen aseguran que toca con vergüenza. "Fue alguien en su país", informan desde un bar cercano. Y un guiñol checo, con maestros músicos, también da juego en la Gran Vía. ¡Es una Big Band!
Crece la orquesta callejera de Bilbao, ya ven, con muchos músicos arrojados del barco de la vida. El botxo tiene, desde hace años, a su Nat King Cole, al gran Pascual Molongua. Y aunque han pasado cuatro años, mucha gente no olvida a Wei Mein, aquel chino virtuoso del violín al que la policía detuvo en 2008, requisándole su instrumento, tras seis años de callejeo. Decía tener familia en Nueva York y no aceptaba limosnas, tocaba por amor a la música. Hubiese sido el primer violín de nuestra Street Band.