Bilbao. El director de la Banda Municipal de Bilbao es un enamorado de su profesión. "Si no fuera así viviría muy amargado", declara, "porque aquí no hay descanso". No hace falta que lo jure. Solo hay que echar un vistazo a su agenda: viaje a Valencia para dirigir un concierto en el Palau, viaje a Manchester para realizar una grabación con una banda de una prestigiosa universidad, vuelta a Bilbao, viaje a Paraguay, donde es director principal invitado de la Orquesta Nacional Sinfónica del país sudamericano... Y hoy comienza la temporada de conciertos de otoño en el Palacio Euskalduna. Rafael Sanz-Espert no para. Le gustan los retos. Por eso se presentó al puesto de director de la Banda Municipal de Bilbao.
¿Por qué vino a la capital vizcaina si en Valencia tenía asegurado el futuro profesional?
Porque en Bilbao vi que había un proyecto que coincidía con lo que yo pensaba que había que hacer en las bandas de toda España.
¿Qué había que hacer?
Transformarse. Necesitaban realizar un cambio porque se habían ido anquilosando con el paso de los años.
¿Y se ha conseguido?
Yo creo que sí. Hoy en día las bandas profesionales tienen un enfoque más sinfónico. Tienen un repertorio propio, un idioma y una idiosincrasia.
¿La de Bilbao también?
Sí, claro. Se ha hecho más sinfónica y versátil. Lo mismo puede tocar en los toros que en el kiosco de El Arenal o en el Palacio Euskalduna, un zortziko u obras de Beethoven.
¿Qué balance hace de estos nueve años al frente de la banda?
Soy el menos indicado para hacer el balance, pero creo que cualquier persona que sea seguidora de la banda habrá visto una transformación para bien. Está feo que yo lo diga, pero hoy en día la Banda Municipal de Bilbao es conocida en todo el mundo.
Eso suena a bilbainada...
Pero es verdad. Ha sido portada de la revista que edita Wasbe, la asociación de bandas de música más importante del mundo. Además, somos de las pocas agrupaciones profesionales de todo el mundo que nos atrevemos a editar los conciertos en directo que ofrecemos en Euskalduna.
¿Cuántos profesores componen la Banda de Bilbao?
Cuando hacemos los conciertos somos 52, pero la plantilla no llega a ese número. Lo ideal sería tener una plantilla de 60 personas.
¿Recuerda su primer concierto con la Banda Municipal de Bilbao?
Sí, recuerdo perfectamente el día y el programa. Fue en el teatro Arriaga, vino un violín solista y el concierto se basó en obras de Beethoven. Y eso sí que fue un cambio radical.
¿Cómo reaccionó el público?
Yo creo que la gente, acostumbrada a escuchar a la banda en el kiosco, pensó que se la habían cambiado. Pero no. Eran los mismos músicos pero interpretando un tipo de obras más sinfónicas.
¿Han seguido esa línea?
Sí, pero no hemos olvidado quiénes somos. La banda ha participado en conciertos con Kepa Junkera y Oskorri, entre otros. No hemos perdido la música y la identidad del pueblo vasco, que es muy importante.
¿La banda es apreciada por los bilbainos?
Sí, muchísimo. El cariño que tiene la gente a la Banda Municipal es de toda la vida. Lo noté nada más llegar. Yo siempre he dicho que la Banda Municipal de Bilbao es la voz musical del pueblo porque llega a todos los rincones, a todas las casas. Por eso nosotros intentamos hacer un repertorio para todos los gustos.
¿Qué diferencia hay entre dirigir una banda y una orquesta?
Los instrumentos, la técnica es la misma. Dirigir no es más que conducir y uno puede conducir un trailer, un ferrari o el coche que sea.
¿Cuál es su instrumento favorito?
Actualmente, la batuta. Ese es el instrumento del director de cualquier banda u orquesta.
Pero usted, ¿cuáles toca?
De joven estudió saxofón, piano y violín. El saxo es el instrumento que me abrió las puertas para entrar en la Banda Municipal de Valencia, donde he estado 20 años, pero desde que soy director no tengo tiempo para tocarlo. Me absorben las partituras, los programas, las obras que salen nuevas, las transcripciones...
¿Cuál es su obra preferida a la hora de dirigirla en la banda?
Los esclavos felices, de Juan Crisóstomo de Arriaga. Para mí es como su fuese el sello de identidad de la Banda Municipal de Bilbao. También la llevo fuera del País Vasco.
Desde el punto de vista personal, ¿se encuentra a gusto en Bilbao?
Sí, muy a gusto. Desde que llegué a Bilbao me sentí muy respetado y querido. El principio fue muy bueno. Luego, como en todas las cosas que funcionan, hay altibajos, pero es normal porque este tipo de trabajos son complicados.
¿Por qué?
Porque este no es un trabajo en el que uno se encierra en la oficina con un ordenador y el móvil. Este es un trabajo en equipo en el que tiene que haber interacción, química y mucha psicología.
¿Psicología?
Sí. La psicología juega muchísimo en esta profesión. Los músicos sufrimos mucho de ansiedad escénica, ese nerviosismo previo a un concierto. Por eso hay que aprender a dominar esas situaciones.
¿Cómo?
A mí me ha ayudado muchísimo conocer diferentes técnicas mentales. Me ha ayudado tanto para la música como para la vida cotidiana.
¿En qué consisten esas técnicas mentales?
Sobre todo, en la concentración. En la música uno se tiene que concentrar en la partitura y, si no aprendes a relajarte y concentrarte, es muy difícil profundizar en una partitura.
¿Hasta cuándo piensa seguir dirigiendo la banda de Bilbao?
No lo sé. Mi intención es continuar. El año pasado tuve una oferta para dirigir una orquesta sinfónica que sería la joya de muchos directores, pero decidí seguir en Bilbao.
¿Por qué?
Porque hay un proyecto que no está finalizado. Todavía tenemos que crecer más. Tengo la ilusión y la expectativa de completar la banda y realizar unos proyectos que tenemos en mente.
Con tanto compromiso profesional, ¿dónde vive?
A caballo entre Bilbao y Valencia. Allí están mis hijos y aquí mi trabajo.
¿Disfruta con él?
Esta es una profesión de la que uno tiene que estar enamorado porque si no viviría muy amargado. Nosotros no tenemos ni domingos ni sábados... y cuando te llega la hora de dormir empiezas a darle vueltas a un pasaje determinado de una obra. Aquí no hay descanso.
Por último, ¿qué le parece Bilbao?
Lo encuentro precioso en todos los aspectos. Desde el punto de vista artístico tiene una sala de conciertos, el Palacio Euskalduna, que es la envidia de toda España. Luego, el Teatro Arriaga es una pocholada, es como un Scala de Milán. Para la música tenemos espacios.
Usted ya lleva nueve años en Bilbao, ¿qué le ha parecido la transformación?
He visto una evolución bárbara, hasta en el clima. Yo ya no noto tanto la diferencia entre el clima de Bilbao y Valencia. Llevo la misma ropa en las dos ciudades.