Bilbao. Un sentimiento hecho palabra recorre la trayectoria vital de Gotzon Landaluce: Libertad. Escribe el término como lo lleva impreso en el hondón del alma, con mayúsculas. La vieja aspiración de Gotzon - "yo pienso en nación", asegura...- se intercala durante la conversación, donde aparecen y desaparecen escenas del viejo mundo, impresiones, vaticinios, recuerdos en sepia y predicciones en alta definición. Habla un hombre forjado a si mismo, uno de aquellos comerciantes que hicieron de Bilbao un paraíso.
Con 17 años entró en el negocio familiar... ¿Es ese un buen destino para un adolescente?
Todos los principios son complicados. Formarse en cualquier oficio exige esfuerzos y sacrificios que luego compensan si llegas a donde te has propuestos, pero en aquellos tiempos era más normal que hoy ponerse a trabajar pronto. Además, contaba con cierta ventaja.
¿Cuál?
El hijo del jefe siempre tiene un poco más de libertad pero no crea que por ser hijo de sastre tenía demasiada manga ancha. La justa.
Eran los años en los que Bilbao vestía como los ángeles...
Usted lo ha dicho: en Bilbao se vestía. No hay que decir más: hoy no se viste. No sé si volverán o no aquellos tiempos, pero es algo a lo que no hay que darle más vueltas.
¡Todos desnudos!
No, hombre, no es eso. Pero oigo a gente presumir de comprar una prenda barata, por diez euros, mientras bajan de un coche cojonudo. Las prioridades han cambiado.
¡Adiós al viejo Bilbao inglés!
Siempre hemos mirado hacia allí. Yo me considero anglófilo empedernido.
¿Recuerda su primer viaje a Londres?
No pude salir hasta 1960, hasta que tuve el pasaporte. Recuerdo que fuimos a Londres, París y Roma, donde vi ganar a Abebe Bikila la medalla de oro olímpica en el maratón. ¡Qué espectáculo! Y a las gimnastas en las termas de Caracalla... ¡Otra maravilla!
De aquel Londres hablábamos...
Aquel Londres era una viento de aire fresco, la cuna de la libertad. Daba un punto de envidia. Aquí, en Euskadi, todo era pecado o estaba prohibido. El choque era tremendo.
¿No tuvo tentación de quedarse?
El hijo vuelve a la casa del padre. Había que volver donde la vaca daba la leche y aquel era otro mundo, muy distinto al mío.
Algo más habrá en aquellos años que los viajes y la sastrería...
¡Claro! Era el Bilbao de juegos en la calle y después el Bilbao de los bailes. Yo era una bailón empedernido y no se me daba mal.
¡Fred Astaire!
No tanto, no. Pero había que bailar para ligar o, como decíamos entonces, para chicolear. Las verbenas, Pumaniesca... ¡Incluso he bailado vestido de militar en los Campos!
¡Qué me dice!
Y le contaré lo que pasó. ¡Yo soy nación! Es lo que he mamado en casa. Pero aquí no podíamos hacer nada, pese a que algún que otro disgusto sí que me llevé. Hablaba de libertad en la mili y eso le sentó mal a un teniente que fue a por mi.
Hablábamos de lo que le pasó en un baile...
Sí, en Indautxu. Le vi en una verbena allí. Fui hasta donde él y le saludé. Me comentó que pensaba que no le iba a saludar... No sé qué pensaba de mí, pero los vascos tenemos educación para eso y para más. Yo había hecho la mili pronto para quitarme el lastre de encima cuanto antes.
Poco a poco fueron prendiendo sus ideales...
Aún hoy persisten. El hombre ha de tener ideales.
¿Ha sentido los suyos alguna vez cerca de cumplirse?
Del todo no. Yo creo que todavía no somos libres. La libertad es lo más grande, no digo ya del ser humano, sino de cualquier ser vivo.
¿Lo verá?
Creo que no. Nos darán algo más, pero no todo. Aunque yo creo que esto se juega en Bruselas. Cuidado que mandará Europa y Catalunya ya ha enseñado sus dientes con la defensa del catalán.
¿Qué le dice eso?
Que ya era hora. Los catalanes siempre han ido atrás, siempre en retaguardia.
¿Ni siquiera ha vivido un momento para la ensoñación?
El primer Aberri Eguna. Fuimos todos en autobús... ¡Fue la de Dios! Cuando llegamos a San Miguel de Aralar me dije: aquí está lo que yo he soñado durante toda mi vida. Y cada día que pasa pienso: a ver si vamos a más.
¿Que piensa cuando hoy oye hablar del Partido Nacional Vasco?
Me parece bien, pero no es nuevo. Ya estaba legislado. Lo hizo Arzalluz, creo que en los años ochenta.
Habla de una década muy marcada en Bilbao: la reconversión industrial, los últimos grandes éxitos del Athletic, las inundaciones...
Fueron años muy intensos, sí. Habíamos cambiado la ubicación de la sastrería en el 81. Pero recuerdo que en agosto del 83 volvíamos a Bilbao de un viaje.
Llovía a cántaros y cuando llegamos al puente de El Arenal... ¡Qué era aquello! Bilbao parecía la capital del fin del mundo. Pero yo conozco a mi pueblo: sabía que íbamos a resurgir, como así fue.
Cambio de rumbo. ¿Un sastre vale por lo que calla?
¿Cómo dice?
Me explico. ¿Su oficio tiene algo de confesor?
Siempre se habla un poquitín, claro. Se conocen algunos secretos, aunque no tantos como el sastre de Panamá, ja, ja, ja. Muchas veces el cliente se abre y te cuenta, en ocasiones sin percatarse de que después vendrá la otra parte.
¡Horror! ¿Qué hacer entonces?
Qué hacerse, mejor dicho. Hay que hacerse el sueco.
¿Alguna confesión postrera que haga temblar los cimientos de Bilbao?
¡Uy! No recuerdo que las haya y, si las hubiese, me acogería a eso que llaman secreto de confesión.
Da la sensación de que en oficios como el suyo cualquier tiempo pasado fue mejor...
Fue distinto. Hay que amoldarse al tiempo que uno vive. ¿Que tienden a desaparecer las corbatas? Bien, las reservamos para una boda. Pero eso de que lo de ayer es siempre mejor que lo de hoy... ¡Eso es un timo! Mire, sino, el ejemplo del Athletic.
¡No me diga que está mejor hoy que hace medio siglo!
No. Lo que digo es que uno dice que el mejor de todos fue Iribar y aparece otro que dice que Panizo. Entonces, llega un tercero, mayor, y apunta un tercer nombre, más antiguo todavía.
¿Quién tiene razón?
Todos y nadie. La verdad absoluta no existe, existe la verdad de cada uno. Hoy -y no hablo sólo del Athletic...- hay gente fenomenal, no hace falta buscarla en el pasado.
¿Cuándo se dio cuenta de que no jugaría jamás en el Athletic?
Lo sabía de antemano y tampoco aspiraba a ello ni jamás he tenido la oportunidad.
Los bilbaínos 'de Abel' recuerdan su primera tarde en San Mamés...
Yo tenía 8 o 9 años y me acuerdo de dos cosas: de que Bertol jugaba de central y de que entonces comenzaba aquello que se llamó la WM.
¿Es el fútbol su pasión deportiva?
No, no. El frontón.
Vibrará con Miribilla...
Es fabuloso, pero aquí también hemos visto lo mejor de lo mejor. Mano, pala, cesta... ¡Era una maravilla! Pero también es verdad que hace poco oí hablar preciosidades a Retegi II del nuevo frontón y no vea como me puse.
¿Apostaría por un campeón vizcaino?
Ya vendrá. Yo observo la vida circular, cíclica.
¿Apostaría?
Entiendo. El ambiente es el ambiente... Un frontón sin apuestas no es un frontón.
¿Es posible ser feliz?
Hay que trabajárselo, no vale con quejarse o con decir que uno no sabe lo que quiere. Ocurre lo mismo que con el amor: el que no arriesga no jo...
¿Qué siente cuando se habla del fin de ETA?
Que ya era hora, que estábamos hartos. Que llevábamos 50 años igual, ¿para qué? Para no conseguir nada, para tener ochocientos muertos en el cementerio y otros ochocientos presos en las cárceles.
La izquierda abertzale ofrece ahora un discurso diferente...
Se han pasado años diciendo: ¿A qué vais a Madrid? Y ahora, estoy seguro, van a ir ellos.
Fuera profundidades. ¿Cuál es su sueño material?
Poco poético: ser millonario.
¡Viva la sinceridad!
Tiene que ser una sensación bonita.
¿Qué haría?
Estar solo, dos o tres días, en la punta del Gorbeia o en una playa escondida, donde sea. Sueña el pobre y sueña el rico, pero uno puede hacer realidad sus sueños y otros lo tienen más difícil. Ahora bien, el dinero te da poder pero no te garantiza nada. Te puede salir, qué sé yo, un problema de salud.
Sentémosle en la silla del alcalde... ¿Qué haría?
Darle alegría a los más necesitados.
No le tentaría...
Si lo dice por eso voy a ser sincero. Pienso que casi todos los políticos meten la mano: unos se llevan calderilla y otros billetes de cien.
Salgamos del espino: ¿Es Euskadi un matriarcado?
¡Vaya, de un espino a otro! Creo que antes más que ahora. La etxekoandre era la reina del caserío. Hoy creo que las cosas han cambiado un poco y todos van más a la suya.
¿Qué pasiones le quedan, qué aficiones?
Quedan pocas. El frontón, quizás. Cine, cada vez menos, incluso en casa. Me he vuelto selectivo. Conservo algo de lectura e incluso en la música, que ha sido una gran pasión, me he convertido en exigente. Fui socio de la ABAO pero ya no lo soy. Me gusta ir cuando hay algo excelente, no ir por ir. Para eso me pongo una grabación en casa y la disfruto. ¿Me he convertido en un cascarrabias...? Puede que sí.