Bilbao. Bilbao vivió ayer uno de los días más violentos que recuerda en los últimos tiempos. Calles cortadas con barricadas en llamas, coches calcinados y cargas policiales que provocaron muchos momentos de gran tensión. Miedo en la gente, en la calle, que asistió atónita al endurecimiento de unas algaradas que recordaban a las imágenes de este verano en el Reino Unido. El detonante de este alarde de violencia fue, precisamente, la demolición del edificio de Kukutza en Rekalde, tras el auto de la jueza aprobando el derribo. Los altercados, al término de esta edición, se habían saldado con 28 detenidos y grupos de violentos aislados repartidos por la villa.
Los graves incidentes que se registraron ayer tenían como origen el derribo de Kukutza III. Ante la previsión de protestas, Rekalde fue sitiado por la Ertzaintza y el barrio se hizo pequeño para una batalla que afectó a toda la ciudad. "Hacía muchos años que no veíamos algo así en Bilbao", aseguró un vecino de Rekalde. De hecho, los altercados avanzaron por la calle Gordoniz y se dispersaron por las diferentes arterias de la capital vizcaina: Autonomía, La Casilla, Ametzola, Licenciado Poza, Indautxu, Moyua, Hurtado de Amezaga, Buenos Aires, hasta las inmediaciones del Ayuntamiento, Casco Viejo y Santutxu, donde continuaron los cruces de contenedores y las cargas policiales.
El temor ante los actos vandálicos de unos y las cargas policiales de otros alcanzaron incluso a los bomberos de la villa, quienes se negaron a realizar más intervenciones hasta que no se garantizase su seguridad. Con la caída de la noche, el barrio de Rekalde quedó totalmente a oscuras y el fuego de las barricadas sustituyó a las farolas. Sin embargo, los obreros no cesaron en su tarea de echar abajo el gaztetxe.
El derribo Una gran grúa excavadora trabajó durante toda la noche para hacer efectivo el derribo entre las fuertes medidas de seguridad desplegadas por la Brigada Móvil de la Ertzaintza. "Más les vale estar trabajando toda la noche, porque como paren pienso entrar y cumplir mi compromiso con Kukutza", afirmaba rotundo uno de sus usuarios.
Con puntualidad británica iniciaron, a las 18.10 horas, la demolición del edificio. Los usuarios del local tuvieron dos horas para poder sacar del interior del inmueble enseres. "Esto se acaba. Nos han pisado y han acabado con nuestra dignidad", comentaba uno de los usuarios, mientras veía cómo algunos compañeros accedían al edificio para recuperar las pocas pertenencias que aún tenía dentro del gaztetxe. "Había pantallas, equipos de sonido, un tablero de dantzagune, en definitiva todo el mobiliario... Hay poco que recuperar porque lo han destrozado", lamentaba otro usuario minutos antes de que comenzara el derribo.
Los trabajadores que iban a tirar el inmueble llegaron a las inmediaciones del gaztetxe ocultos tras pasamontañas para no ser reconocidos y escoltados por la Policía Municipal de Bilbao y efectivos de la Ertzaintza. "Hay miedo porque esto es muy fuerte. La gente está enfadada", comentaba una vecina del barrio. Las matrículas de las furgonetas estaban también tapadas, al igual que el nombre de la empresa encargada del derribo, por miedo a represalias.
Con un golpe seco se rompía en mil pedazos el cartel con el nombre del gaztetxe. En ese instante, las ilusiones de los defensores de este proyecto se desplomaban junto al edificio. "Teníamos esperanzas de que esto no fuera así", comentaba entre lágrimas un grupo de jóvenes que observaban lo que sucedía desde un lateral de la calle. "Nunca antes había visto tanto respeto como el que había en Kukutza. Somos gente cordial, educada y colaborativa. No os imagináis el altruismo y la generosidad que había ahí dentro. Había, en pasado, porque con esto lo han contaminado", lamentaba una joven. "Dentro se han quedado nuestras ilusiones", finalizó.
Unas ilusiones que se esfumaban cuando por la mañana el Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 5 de Bilbao levantaba la orden de paralización del derribo de Kukutza, desalojado por la Er-tzaintza el pasado miércoles, en un dispositivo que se saldó con una treintena de detenidos.
Miedo, enfado y detenciones El enfado de los seguidores, usuarios y vecinos de Rekalde era visible en cada esquina, en cada rincón de su barrio. Indignados veían cómo la grúa acababa con 13 años de historia; un legado de tradición social y cultural para Rekalde y un espacio "libre y autogestionado". Ese bonito recuerdo se enturbió con la llegada de las excavadoras y los furgones policiales. "Hoy hay más policía que el miércoles", reconocían los presentes.
Entonces comenzó una batalla campal. El barrio permaneció sitiado durante horas. Comercios y establecimientos cerraron la persiana y dieron cobijo a los transeúntes y a los profesionales de los medios de comunicación que esquivaban los disturbios. Los vecinos se asomaban a ventanas y balcones para ser testigos de la demolición de "un hito", de Kukutza.
La cuantía de cargas policiales que pusieron en marcha los agentes de la Ertzaintza fueron incontables. Y es que los contenedores incendiados en medio dela calle Gordoniz impedían el acceso a los vecinos que vivían en la zona. "No puedo ir a casa. Todo está cerrado", comentaba otra vecina. Las calles perpendiculares a Gordoniz también fueron cerradas por la Er-tzaintza, que retiraba con sus furgonetas los contenedores que obstaculizaban el paso.
Según confirmó el Departamento de Interior, los incidentes se sucedieron por las calles adyacentes al inmueble, con el cruce y vuelco de contenedores en las vías, varios de los cuales estaban ardiendo, y el lanzamiento de piedras y todo tipo de objetos a los agentes.
Poco antes, cuando el reloj marcaba las cinco de la tarde habían llegado las excavadoras. La visión fue levantando murmullos, voces y, luego, gritos entre las personas concentradas en el barrio. Y algunos grupos comenzaron su particular protesta por las calles de Rekalde; una protesta que luego se extendió a toda la villa. Al cierre de esta edición, los disturbios iban remitiendo y, poco a poco, la ciudad recuperaba la normalidad.
Auto judicial Precisamente, la decisión de la jueza titular del Juzgado de lo Contencioso Administrativo número 5 de Bilbao echó por tierra las ilusiones de los defensores de Kukutza. La magistrada Elena Galán desestimaba en su auto el recurso presentado por la asociación de vecinos Errekaldeberriz tras haber escuchado el día anterior a las partes implicadas. A su juicio, los vecinos representados por el abogado José Ángel Esnaola no habían aportado ningún principio de prueba suficiente sobre los perjuicios irreparables que supondría el derribo del edificio, que según advierte en su escrito, no tiene asignado "ningún nivel de protección".
Asimismo, la jueza destaca en el auto que en las pruebas aportadas por las partes "debe considerarse prevalente el interés público residenciado en la ejecución de las previsiones del planeamiento y los perjuicios que pudieran ocasionarse" a la empresa Construcciones Cabisa, titular de la licencia de obras, "en cuanto a la demora de la promoción proyectada en el inmueble y sin que puedan obviarse los derechos de legítimo propietario".
Los vecinos argumentaban que se habían omitido documentos y trámites esenciales como los informes de la autoridad competente para determinar la protección patrimonial del espacio y recordaban que existe pendiente de resolver la petición de calificación como bien de interés cultural no solo a nivel local, sino con la categoría autonómica. Tras este auto, el derribo era cuestión de horas. Así fue. Hoy, Kuku-tza III ya es historia.