Barrio de Rekalde, día 2
Los incidentes dejan paso a la normalidad habitual en el distrito bilbaino
Bilbao
COMO un proceso rápido pero cargado de obligatoria incertidumbre, Rekalde recuperó por fin, 24 horas después de que comenzasen a sonar las alarmas en sentido literal en torno a Kukutza, su calma natural. Si durante la madrugada posterior al desalojo, la plaza del barrio presentaba un aspecto que podría haber pasado por resaca festiva -vasos, latas y botellas fueron la consecuencia inevitable del concierto que sucedió a la manifestación del miércoles-, durante la mañana de ayer los encargados municipales de mantenimiento habían logrado que, al menos estéticamente, los incidentes de hace dos días pareciesen un espejismo que solo se diluía al acercarse al edificio del gaztetxe y toparse con las decenas de ertzainas que lo custodiaban.
Los vehículos de limpieza habían sustituido a los furgones de la Er-tzaintza, y los jubilados habían recuperado su sitio habitual en los bancos del parque, justo debajo de la autopista A-8. Las papeleras y los contenedores habían regresado a su posición vertical y el sirimiri que envolvía Bilbao parecía limpiar los incómodos ecos de carreras, proclamas, cargas policiales y tensión generalizada.
Solo en calles como Esperanto, una de las perpendiculares a Kukutza donde se registró uno de los enfrentamientos, las consecuencias indirectas se dejaban ver en forma de filas de aparcamientos completamente vacías. Pese a todo, para los vecinos, conscientes de que la calma no era sino un interludio nervioso entre la tormenta del miércoles y la manifestación de la tarde, solo existía un tema de conversación posible al que recurrir.
Ritmo habitual Tanto transportes como bares y comercios habían recuperado su ritmo de vida habitual, y los rastros de vidrios esparcidos procedentes de contenedores que se extendían la noche anterior hasta el vecino barrio de Irala habían desaparecido por completo de las carreteras.
A través de un agujero en una puerta candada del edificio de Kukutza se puede vislumbrar todavía luz en su interior. Justo encima, pintado sobre el metal, el lema Desalojorik ez puede distinguirse detrás de las figuras de los agentes que custodian el perímetro de la vieja nave industrial las 24 horas del día, en una muy explícita paradoja sobre lo ocurrido en Rekalde.
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